jueves, 4 de agosto de 2011
Este domingo: Lectura del Colectivo Letras Libres en Valcárcel
jueves, 21 de mayo de 2009
Amores.... enjaulados
Soñé que era un pequeño pájaro, de fino cantar y colores sutiles, agradables a la vista. Y en este sueño, mi hogar era una imponente jaula, bañada en oro y rematada en rubíes; hermosos trapecios colgaban en lo más alto, sus suaves balanceos me alegraban el dormir. Y justo enfrente, un gran ventanal, desde donde cada mañana me saludaba el amanecer, y por donde cada noche me visitaban las estrellas.
Mi dueño, un gentil caballero, me colmaba de goces. Las más deliciosas semillas no faltaban en mi pesebre, y el agua, siempre fresca y transparente. No pasaba un solo día sin que limpiase mis rincones, y la jaula en todo momento lucía esplendorosa.
Nada podía haber que enturbiase mi suerte.
Pero un día cualquiera mi amo se despistó, la puerta dejó entreabierta y el aire, mi libertad me anunció.
Y volé.
Al despertar, abrí la jaula a mi canario. Me miró, y continuó con su trinar.
Yo tenía un pequeño canario, de grácil movimiento y fino cantar, amarillo como el sol y alegre como las olas. Lo quería con locura, nada había que le faltase. Su jaula era la más limpia, brillaba hasta con la luna. Le ofrecía siempre los más ricos manjares, y jamás permitía que su agua se enturbiase. Él me lo agradecía con un trino sublime, embriagando mis oídos al despertar y en cualquier hora.
Era feliz y me hacía feliz, ¿qué más se puede pedir?
Pero hace unos días todo cambió; mi confianza me llevó al despiste y la portezuela de la jaula olvidé de cerrar...
Y voló.
Me puso tan triste, que incluso le deseé lo peor.
Podéis decirme cual os gusta más, si es que os gusta alguno.
viernes, 8 de mayo de 2009
Amores... propios
Al fin llegó la hora; no podíamos acabar de otro modo, ya lo sabes. Has sido toda mi vida hasta ahora, todo lo que siempre había deseado. Pero un amor tan apasionado siempre tiene fecha de caducidad y el nuestro no iba a ser una excepción. Sé que me lo has dado todo... pero debes reconocer que también me has negado mucho. A tu lado, en todo momento he sido un esclavo, prisionero de tu egoísmo, encadenado a tus ansias de poder y de gloria infinitas; una marioneta enmascarada tras tu sombra, siempre orgullosa, y a menudo vacilante.
Mientras me mantuve... perdón, me mantuviste ciego, todo fue de color de rosa, un idílico arcoiris desenfrenado de pasión, sexo, rabia y locura sin límite ni control. En definitiva, me colmaste de placeres mundanos con el fin de mantener esa venda de ilusiones sobre mis ojos.
Sé que no te encontrabas muy a gusto cuando me perdía entre aquellos libros... sí, aquellos que hablaban de desapegos, felicidad y sufrimientos. Tú ya eres feliz, me repetías con insistencia, no necesitas perder el tiempo hundido en semejante literatura, eso son cosas de gente desequilibrada emocionalmente y poco seguras de sí mismas... pero tú, que lo tienes todo en la vida, olvida todas esas tonterías filosóficas sin sentido y vayámonos al cine, a ver una buena película de acción, de aquellas que gustabas ver antes, ¿te acuerdas? Lo que disfrutábamos juntos....
Esas eran tus palabras; ¡cuántos sermones así he tenido que aguantar en estos últimos tiempos! Me lo has puesto bien difícil. Y cuando comencé con la meditación fue la gota que colmó el vaso; creo que fue entonces cuando te diste cuenta de que algo andaba mal, de que ya no era el mismo de todos los días, tu fiel compañero y amante. Por Dios cuánto luchaste por mantenerme a tu lado, bajo tu yugo... Pero esta vez no pudiste conmigo, la paciencia y el tesón siempre tienen su recompensa, y, en mi caso, la recompensa fue lograr desenmascararte.
Ahora ha llegado el momento de emprender mi viaje. Vendrás conmigo, por supuesto; nunca podremos separarnos, lo sabes, y si consigues comprenderme seremos muy buenos amigos, ya lo verás. Lo pasaremos bien, sólo que de otra manera diferente, una más sana y sincera, sin tanta hipocresía ni falsas apariencias. Te gustará, créeme; en cuanto sientas bajo tu piel ese hormigueo recorriendo todo tu ser hasta desembocar en una sonrisa plena y veraz, comprenderás lo que te estoy diciendo. Prometo que te volverás adicto a esa sensación inigualable de dicha eterna que te espera; y será entonces cuando me des la razón, dejarás de resistirte y te convertirás en mi mejor aliado y compañero en este nuevo camino que vamos a emprender juntos.
Creo que será un viaje tranquilo, no hay mucha gente que cruce el estrecho camino de un país tan remoto y pobre.... No empieces otra vez, ya sabes que la palabra loco dejó de tener para mí connotaciones negativas, así que no insistas.
Lo primero que tendré que hacer contigo será cambiarte el nombre; ese será un buen comienzo. A partir de ahora dejarás de ser mi Ego para convertirte en mi Alma amiga, ¿qué te parece? Bueno, ya te acostumbrarás.
Vamos, ya anuncian nuestro vuelo.
Amores.... virtuales

Cada mañana, al despertar, corría impaciente hacía el ordenador en busca de algún comentario, un mensaje.... lo que fuese, le daba igual. Era lo primero que hacía cada día, antes de vestirse, de desayunar, a veces incluso antes de orinar; la obsesión le vencía irremediablemente. Su blog era comentado por decenas de personas de las más diversas procedencias y edades, pero a él sólo una de ellas le importaba realmente.
Desde aquel día que la vio por primera vez en su espacio virtual, esa imagen que acompañaba al comentario le cautivó por completo. Su pelo largo y rubio, ondeando sobre el hombro desnudo, esa mirada retadora con ojos de hielo chispeantes y unos labios color de miel que parecían ocultar el más arcano de todos los misterios de la creación. Y sus palabras, siempre dulces, siempre insinuantes, como intentando conquistarle, o al menos así le parecían a él... o así quería creerlo. Era el ser más perfecto que pudiese ser concebido por este Universo.
Su admiración, su amor, fue en aumento después de escudriñar con una paciencia de relojero cada entrada publicada en el blog de su amada. Era una poeta incansable, apasionada, capaz de extraer versos insuperables de cualquier situación vivida o soñada; su tema preferido: el amor.
Y él no tardó mucho en autoproclamarse protagonista de los delirios de su amante desconocida. Cada poema escrito por aquellas manos que imaginaba deliciosas, se pensaba que iba dirigido hacia él, a tal extremo llegó a seducirle cada palabra que le regalaba desde su web.
Con el tiempo fueron afianzando su confianza; él le devolvía cada visita en el mismo tono excitante, llegando a veces a rozar los límites de lo cuestionable, y ella le correspondía con palabras aterciopeladas y repletas de caricias que le hacían enloquecer más y más. Besos y abrazos dejaron de ser sencillas despedidas inexpresivas para pasar a tomar todo su significado más ardiente y apasionado. Se intercambiaron e-mails, números de teléfono, sus contactos se multiplicaron, transcendiendo de la impersonal pantalla de ordenador hacia la más cercana y peligrosa realidad cotidiana. Les separaba una distancia considerable, pero las promesas de acercamiento se repetían una y otra vez, aumentando su desesperación hasta límites inhumanos. Él sabía que estaban condenados a conocerse y amarse de por vida... pero no veía el momento.
Cierto que había algunos inconvenientes, como su matrimonio, sus dos hijos, los trabajos de ambos... en fin, toda una vida por detrás... pero ¡qué caray! El amor podía derribar cualquier obstáculo, ¿acaso no era eso sobre lo que escribían una y otra vez? También había oído hablar infinidad de veces sobre los peligros que podían conllevar las relaciones a través de la Red; el crearse una ilusión inexistente, construir castillos en el aire, etc., pero él sabía que el suyo no era el caso. Era una persona adulta, inteligente, y además, aquella mujer, aquel ser delicioso, llevaba más de un año escribiendo en su bitácora particular unos poemas que hablaban sobre su vida, sobre ella misma, así que debía ser real; ERA REAL.
Pero cada cita que intentaba concertar con su amante escurridiza era a su vez pospuesta por ella; una reunión de trabajo, alguna enfermedad inoportuna, una visita de última hora,.... cualquier excusa era válida para retrasar tan esperado momento. Así que llegó la hora en la que el corazón, apunto de estallarle en el pecho, le pidió a gritos que dejase a un lado las palabras y pasase a la acción.
Las broncas en casa, con la familia, habían llegado a tal extremo de crudeza y era tal el infierno que vivía cada minuto sin ella, que poco importaba ya el riesgo que asumía al hacer una maleta y tomar el primer vuelo hacia la ciudad donde vivía el gran amor de su vida.
Se presentó una mañana lluviosa de invierno en el portal de las oficinas donde trabajaba, con el ánimo encendido y el rostro resplandeciente del adolescente que intenta sorprender a su amor de juventud. Fue entonces cuando cayó en la cuenta de que ella no conocía su aspecto; su avatar cibernético correspondía a una imagen abstracta que siempre le había llamado la atención, nada que ver con su rostro. Esta circunstancia aún hizo aumentar más su excitación de amante primerizo, pero no le coartó en absoluto su resolución de lanzarse a sus brazos en cuanto la tuviese delante. Presentía que el momento se acercaba.
Tenía memorizado cada vello de su tez azulada, así que intuía que no le resultaría difícil hallarla. Entró resuelto, aunque nervioso, y comenzó su ansiada búsqueda entre el escaso personal que allí se encontraba. Pero antes de toparse con ese rostro refulgente de sus sueños, fue a encontrar su nombre completo grabado en una pequeña placa de metal junto a una puerta acristalada, tras la cual se percibía el movimiento de una figura femenina. Sin más dilación, la abrió con el corazón desbocado de impaciencia.
Aquella mujer que le miraba absorta ni por asomo se parecía a la esperada; era bastante mayor, algo rechoncha y de piel morena y grasienta. Cuando él preguntó por el nombre que figuraba en la puerta, sus peores sospechas cobraron vida: era ella.
Incapaz de pronunciar una sola palabra, se dio media vuelta, y huyó en dirección al aeropuerto. Tras arduas disculpas y complicadas maniobras de persuasión, logró el perdón de su esposa... y su vida continuó en el mismo lugar donde la dejó.
Cada mañana seguía despertando deseoso de comprobar los insinuantes mensajes que recibía de su amada. Y cada mañana, continuaba contestándole con palabras llenas de cariño y promesas de amor eterno.
Esa imagen de pelo rubio y ojos cristalinos jamás pudo borrarla de su pensamiento... la imagen de su amada, de su amor imposible... pero real.
jueves, 7 de mayo de 2009
El sentir de los sentires

Cuando el comandante del avión, que como cada sábado lo traía desde Estambul, anunció que debido al fuerte viento, -de levante, pensó- el aterrizaje en esta ciudad del sur del sur sería casi imposible, temió que en aquella primaveral tarde de su 46 cumpleaños, por primera vez, no llegaría puntual a la cita más excelsa de sus últimos 14 años, 3 meses y 21 días.
Sí, porque ese era el tiempo que había transcurrido desde aquel 27 de noviembre en que, atraído por la curiosidad cruzó aquel pesado portón que le invitaba a pisar las pétreas losas rectangulares que, como una alfombra de luna fría, finalizaba en una puerta más pequeña que esperaba ser traspasada, y de cómo agarro suavemente la manilla negra y metálica de aquel mecanismo que lo ponía en funcionamiento…todavía siente su lastimero y agudo lamento al abrirse y las sensaciones que lo abrazaron entonces: la caricia fresca de la penumbra, el vacío oscuro ante sus ojos, el olor del incienso almizclado con mirra y… esas voces femeninas salmodiando los versos más hermosos que lo elevaron al mayor de los deseos.
En aquella primera ocasión, y una vez que sus ojos se acostumbraron a la débil y titileante luz de las velas, comprobó que las voces salían de detrás de las paredes y que, a pesar del estrecho arco que las separaba, le impedían ver los cuerpos sagrados que las contenían.
Extasiado por tan armoniosa melodía se sentó en el centro del primer banco. Se hizo el silencio. Una voz en solitario comenzó a desgranar las notas de uno de los versos del cantar que desde muy joven lo catapultaba al paraiso… su éxtasis ascendía con cada nota… y ascendía… y ascendía con una voluptuosidad hasta ahora desconocida para él.
A un nuevo silencio le siguió el sonido de distintos pasos que parecían dirigirse al mismo destino. Poco a poco delante de sus ojos, como un ejército de hormigas blancas, se materializaron los cofres que atesoraban tan sensuales voces; desfilaban hacía el centro de la estancia, una tras otra, hasta acabar con una sencilla reverencia antes de desaparecer por los laterales del lugar en que se encontraban… la última de ellas apagó las velas. Y nuevamente el vacío estaba ante sus ojos pero esta vez acompañado del penetrante olor humeante de la cera quemada. Así fue como supo cual sería su litúrgica cita para todos los sábados que le quedaran de vida, y a la que él acudiría puntual a las 6 de la tarde, como el más fervoroso de los amantes.
A medida que transcurrían los años comprobó que de mayo a octubre no podía deleitarse de las melodías de sus amadas, pues el lugar era profanado una y otra vez por gente sacrílega; sin embargo ¡cómo disfrutaba su alma el resto de los meses!, cuando las tenía sólo para él, para amarlas más íntimamente, más amorosamente.
Desde su segunda cita empezó a distinguir las brisas y los vientos de los distintos timbres, registros y tonos de cada una de las 15 voces de las que él era el único amante, esa era su mística gloria. Por la sutil intensidad con que cada una melodiaba cada verso igual, el cantar era siempre distinto, nunca era el mismo, por eso las amaba y veneraba.
Fantaseó con el sueño de que ellas supieran de su presencia al otro lado de la pared, y que a su vez fantasearan espiritualmente con él… comenzó a darle vida a este sueño descifrando, sábado a sábado, el trino que cada una le daba a cada verso para atrapar aquél que trinara distinto… y, cita tras cita, veladamente, fue sintiendo el latir de cada voz, el deseo oculto de cada silencio; y ningún registro guarda ya secretos ni misterios para él, pues ya ellas se le muestran desnudas, puras, inmaculadas…. como sábanas blancas rebosantes de sol.
Hace 9 meses, descubrió que un trino, sólo uno, con una intensidad más honda que los demás le roza su concupiscencia… y le arrebata … y le turba. Por eso hoy, como el amante fiel que es, asiste a celebrar su cita más libidinosa, la primaveral cita con su amada amante-amada, que lo acogerá con alguno de aquellos versos que tan amorosamente ventea y que hace que arda y se consuma en el deseo el resto de los días de la semana.
Sólo faltaban 4 minutos cuando el taxi aparcó en la entrada de aquel edificio que era su divino gineceo, “La Cartuja”. Y porque sólo quien ama vuela, el volaba… y volaba…y volaba y la amaba, y con cada aleteo sus plumas vibraban en frecuencias etéreas, tornasoladas. Un minuto, sólo uno restaba y con una ligera presión sobre la manilla del cerrojo podrá escuchar la declaración de amor de su amada…. su corazón brinca como un río alegre y tiembla de emoción y dicha como el más tierno amor adolescente, porque sabe que a partir de hoy estarán juntos para siempre. Acciona el metálico mecanismo y el primer trino se le prende como un beso en el aliento….y la voz de añil escarchado le sigue trinando:
… si él me besara con besos de su boca!
Porque mejores son tus amores que el vino.
Bajo la sombra del deseado me senté, Y su fruto fue dulce a mi paladar.
Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas; Porque estoy enferma de amor.
Mi amado es semejante al corzo, O al cervatillo. Helo aquí, está tras nuestra pared
Mi amado es mío, y yo suya; El apacienta entre lirios
Yo soy de mi amado, Y conmigo tiene su contentamiento. Ven, oh amado mío, salgamos al campo, Moremos en las aldeas. Levantémonos de mañana a las viñas; Veamos si brotan las vides, si están en cierne, Si han florecido los granados; Allí te daré mis amores. Las mandrágoras han dado olor, Y a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas, Nuevas y añejas, que para ti, oh amado mío, he guardado.
Su extasiado corazón no pudo resistir un trino más y estalló al escuchar los insinuantes susurros de las otras 14 voces amadas: alondra risueña, esencia de mirra, fruto jugoso, rocío del desierto, gota ambarina... que le trinaban esos mismos versos calladamente.
(abril 2009)
Estimada Flora

Pocitos (Montevideo) 17 de febrero de 2000
Estimada Flora: Sé que no debería decirlo pero esta mañana al reconocer los desgarbados rasgos de tu letra en el sobre que me entregó el cartero, mis manos temblaron ansiosas y el deseo por desvelar su secreto venció al ejército de fantasmas que se agolpaban en mi pecho. Al abrirlo una inesperada bengala iluminó los escondrijos agazapados en las curvas del final de mi adolescencia. Deambulando entre ellos estabas tú. Rememoro nuestro tiempo de estudiantes y ahí estás llevando el timón en las asambleas, con la palabra enardecida y el tono rotundo… esa voz tan tuya que hacía que me quedara embobado escuchándote. Confieso mi admiración incondicional por todo lo que hacías. Aún ahora puedo sentir el rocío en mis labios al pronunciar tu nombre. Deduzco de tu carta que has seguido el hilo de los acontecimientos de mi vida; ya ves, yo de la tuya no he vuelto a saber nada desde aquella noche tormentosa en que abandoné tu puerto para zarpar a otra bahía. Entonces no tuve el valor suficiente para decirte lo que pensaba hacer, y mucho menos para expresarte el verdadero motivo de mi partida. Siempre fui un cobarde. A los pocos meses de instalarme aquí, en Pocitos, conocí a Graciela, la madre de mis tres hijos, que me ha dado el reposo que desconocía y la serenidad que necesitaba para olvidar las locuras vividas contigo. Ella y su familia me han arropado desde el primer momento y han sido mi mayor consuelo; sin ellos no sé que habría sido de mí… estaba tan perdido. Debo decirte que tu arraigado sentido de la equidad, tu permanente crítica social, tu osada lucha por las libertades y, sobre todo, tu valía como persona ponía en constante evidencia mi falta de compromiso político. Por eso huí de tu lado. En sus cartas Hugo jamás te menciono, por lo que desconocía que mi primo siguiera estando en contacto contigo. Tal vez deba maldecirlo por haberte facilitado mi dirección y con ella la llave para volver a abrir una herida que creía cerrada y que ya comienza a supurar. A pesar de la crisis económica, política y social que vive Uruguay en estos momentos, yo no puedo quejarme; las cosas no me van nada mal y soy feliz, bueno o por lo menos eso creía hasta esta mañana. Mis días transcurren plácidamente enfrascado en el trabajo y en la bendita rutina, excepto los días de fiesta, que aprovecho para dar una larga caminata por la limpia arena de esta costa del Río de la Plata, nada parecida a aquellas desenfrenadas carreras persiguiéndonos sin tregua hasta acabar extenuados uno en brazos del otro... Ante mi próxima jubilación, Graciela y yo tenemos en proyecto dedicar un tiempo para disfrutar de todas las cosas que llevamos pospuestas en estos años. Como te decía antes, soy feliz y así debe seguir todo. Por tanto te ruego que te olvides de mí y, por favor, no avives el incontrolable dolor de tu ausencia. No deseo que tu voz me susurre el canto de cada nuevo amanecer ni que tu sombra se despierte en cada uno de mis sueños.
Afectuosamente
Martín Ferreiro Seoane
miércoles, 6 de mayo de 2009
El amor de Juan
Ni siquiera necesitabas expresar lo que sentías; conversar, escribir, leer...¿para qué?, si yo lo hacía para tí, mi amor.
Nunca te hizo falta, créeme.
Sigo queriéndote así...; muda, sumisa, impotente.
Tu inutilidad no me importó nunca.
Me sirves y serviste para parir cinco hijos, ¿puedo pedir más?.
Temblando, siempre obedeciste, mi vida. No esperaba menos de tí, cuando abortaste el último hijo; cumpliste. Te amenacé, lo sé... pero me ví obligado.
Siempre me has respetado y temido. Soy tu vida...tu principio y tu fin.
Ahora, estás más torpe que nunca...Has envejecido; tu carne flácida y seca me asquea, he de ser sincero.
Pero, no sé, mi amor... llego a casa y te encuentro siempre... solícita, callada...
Te amo, sí.
Creo que rte he dado una buena vida.
Chari