Antier me dio un dolor de dientes. Un dios neurálgico apretó sus dedos índice y pulgar, mi cráneo en medio. Asistí al rito de otro dios de blanco impoluto. Su magia giratoria trepanó mi diente y sacó el mal. El dios neurálgico aflojó los dedos, y entonces por fin pude pensar, y recordé al dios supremo; il capo di tutti gli dèi, a buen recaudo en sus catedrales, vestido de pan de oro y envuelto en aromas de incienso. Y recordé otros dolores de dientes: en el altiplano andino, o en las dunas saharauis, o en el Sahel africano, o a punto de embarcar hacia la promesa del norte... pero sin dioses blancos a los que encomendarse.
Dientes, dientes, dientes… millones de dientes y de dolores.
Dientes, dientes, dientes… millones de dientes y de dolores.
4 comentarios:
Supongo que ese dolor de dientes fue lo que provocó tu ausencia en el taller el pasado miércoles. Si es así, dile que no se repita!!, que te echamos de menos.
José maría
Uf, qué mal que se pasa. Al menos has podido sublimar la experiencia en un texto tan contundente como éste.
Me hubiese gustado que te hubieses inspirado en el mar, en el amor o en cualquier otra cosa porque así se hubiese evitado tu dolor. Sin embargo si te ha llevado a escribir esto tal vez haya merecido la pena. Es extraordinaria la combinación de dioses que haces, lo es también tu sensibilidad para los que no tienen oportunidades en sanidad y es precisamente en estas cosas sencillas pero que a la vez te hacen transmitir tu experiencia y tu inconformismo con el mundo donde se adivina al verdadero escritor.
Felicidades por saber expresar lo que sientes de una forma tan especial.
Loli.
Muy bueno, me acordaré de tu texto la próxima vez que vaya al dentista.
Saludos.
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