Me despierto. Los ojos como platos. Sé que hora es. Siempre lo sé. Da igual cómo, no necesito reloj. Fuera no amanece aún. Se acaba. Se acaba. Siento un espasmo. Respira. Un palpitar de mis sienes y sé que día es. Mi último día. Tengo muchísimo que hacer.
Necesito un café. Es lo primero que Mario dice al abrir los ojos, después de hacer el amor, dice él. Después de follar, digo yo. Siempre pienso que al verle despertar, le diré "te quiero". No pasa, no lo digo. Sé que él no me responderá, cambiará de tema. Y yo, que me enamoro hasta del tiempo si lo veo desde su punto de vista, me moriré por dentro, aunque no se notará hasta días más tarde. Semanas quizás, cuando mi cadáver ambulante empiece a desprender el tufo del alma muerta dentro del envoltorio.
Hoy termina el mundo. Y precisamente hoy, voy a romper con Mario para vivir libre y sin culpa los últimos momentos antes del apocalipsis. Lo mejor, mi coche aparcado en zona azul sin ticket no es un problema. La vecina, que evita saludarme por las mañanas, no es un problema. Mi familia, que difícilmente me soporta no es un problema. Tu cuerpo, que me atormenta minuto a minuto, dejará de ser un problema.
El último día y me siento al borde de la cama, aún con los párpados pesados tras la resaca de ayer y consulto mi agenda en el móvil. Voy a enviar un mensaje de despedida a la gente que me gustaría conocer mejor,la gente con la que vería mi último amanecer si no se encontrase ocupada, o en mitad de un atasco o mudándose. La gente a quien he besado sin que lo notase y la gente a quien olvidé en un semáforo.
La maleta a medio hacer que apenas uso pero siempre mantengo como posibilidad, como mueble, como idea, es mi asignatura pendiente. Tanto como anuncié que me iba sin marcharme jamás. Mi truco de Houdini, siempre prestidigitador a destiempo. mi ser turístico, avanzadilla perfecta del paraíso. Mi salvación. Tantas, tantas veces: "Necesito irme. Necesito un tren". Muchas. Demasiadas veces.
La ausencia duele. Y además, ¿cómo abandonas a quién ha sido más rápido que tú?
No importa, Mario.
Hoy es el último día del mundo. Mi nevera está vacía. Y yo, insolente y absurda, me regalo el gustazo de no estar contigo.
Isabel
6 comentarios:
¡Bravo! Y si más largo, mejor...
Tremendo, sí señor. Me ha gustado mucho esa despedida.
Mis aplausos.
ISABEL. Es un relato magnífico, lo he leido tres veces y me ha parecido sugestivo, actual, cotidiano...en fin como si lo estuviera viviendo en primera persona.
Por favor, prodiga más estos especiales dones.
José María
Este relato desprende una emotividad muy inteligente, me ha encantado la maleta medio hacer y todo su contenido. Me alegra que vayamos sumando estilos personales, ya te iré cogiendo el tranquillo.
Ernesto,como escribo a bofetadas casi nunca me extiendo más, pero gracias, tendré muy en cuenta la sugerencia.
Pedro,Jose maría, Raquel,gracias, valoro muchísimo lo que me decís y cuando no guste algo, también alto y claro. Besos enormes a todos.
Trepidante y haciendo pupita, qué me gustan a mí estos relatos. Me ha gustado entero pero el final es demasiado..."Hoy es el último día del mundo. Mi nevera está vacía. Y yo, insolente y absurda, me regalo el gustazo de no estar contigo"
anda por dioh, qué maravilla.
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