jueves, 4 de enero de 2007

blog en marcha

probando, probando, un, dos, probando...

19 comentarios:

Escuela de Letras Libres dijo...

La metáfora que me quedó por leer, espero que alguien más se anime a escribir la suya.

Quise arrancar mi viejo coche y su motor sonó como el timbre de una casa sin dueño, como un enjambre de abejorros afónicos, como un coro de diablos seniles a los que ya no los visita ni el mismo pecado, quise arrancarlo y él me repetía una y otra vez que ya no me llevaría nunca más hasta tus brazos.

Escuela de Letras Libres dijo...

Lo que escribí arriba no eran metáforas sino comparaciones porque lleva la palabra "como" tendría que haber escrito: su motor era un enjambre de abejorros......

Y encima se me olvidó firmar, pues nada, que la de la burrada de antes era Eva. Nada, que escriba alguien algo, que con esto la cosa va a quedar un poquito cutre.

garcía argüez dijo...

jejeje, eva eres un sol!!!
aquí tenemos a la valiente pionera que ianugura el blog... ¿quién se anima ahora?

Anónimo dijo...

Hola a todos, soy Antonio, y espero que ésto se anime prontito, es una delicia disfrutar de la lectura de los compañeros a través de un medio tan ágil. Por cierto, hablando de agilidad, mi columna vertebral empieza a permitirme de nuevo rascarme los pies.
Un abrazo.

Escuela de Letras Libres dijo...

Se me olvidaba...gracias Eva por tu inauguración tan afortunada.
Antonio.

Escuela de Letras Libres dijo...

Hace unos tres meses me enconté con Cuqui, mi amigo de la infancia. Cuqui, nombre de lo más apropiado para un cuarentón ajado y gordinflón cuyo conocimiento ya empezaba a vestirse de ceniza. Me dió tanta alegría verle que me acerqué a él levantando los brazos cual banderillero a morlaco pero sin mariconerías. Nos abrazamos y nos besamos sonoramente en las mejillas y entre el jolgorio y de refilón oí como un anciano que pasaba a nuestro lado decía para sí -pero para nosotros-: "Eso está precioso...". Seguimos con nuestras pamplinas y entre manotazos en el hombro y pequeñas cachetás nos pusimos al día del trajín de nuestras vidas. Entre otros detalles importantes me dijo que había dejado de fumar y que su gordura era fruto de tan sana decisión. ¿Y eso?, le pregunté. "Pues que me pongo púo de caramelos", me contestó. "Además son de esos que usan los marineros noruegos, son buenos para los bronquios, prueba uno". Sacó una bolsita blanca de papel ya arrugado por el uso y extrajo uno de lospocos que le quedaban para ofrecermelo. Hubiera preferido tomarlo yo mismo de la bolsa en vez de hacerlo de la palma de su mano porrúa, pero señores, es del Cuqui de quien les hablo. Me lo metí en la boca sin pensarlo, pero nada más hacerlo vislumbré una sonrisa contenida en sus labios que sembró una horrible duda en mi mente. ¡Que cabrón!, pensé, ¡Ya me la ha dado!. Disimulé lo que pude y proseguimos con la charla. Aquello empezaba a saber fresco y no parecía a tener ni un atisbo de ser una de sus características bromas. Me sentí culpable por haber sido tan malpensado. En cierto momento pensé en aprovechar el frescor del carameloy abrí la bocapara inhalar una buena bocanada de aire. ¡Dios bendito! De repente una gélida masa de viento polar entró por mis labios convirtiendo mis piños en carámbanos colgados de lo que ya no parecía mi boca sino la entrada de una enorme y helada caverna del cuaternario en glaciación incluyendo a sus mamuts deambulando al fondo del albino paisaje. Fugazmente caí en la cuenta de lo apropiado del nombre de carambanos para esos polos colgntes, ¡Qué caramba!. Pero esa corriente de aire no quedó ahí, prosiguió atravesando mi cuerpo convirtiendolo en una caverna por la que discurrían inmensos glaciares y dejándome la incomprensible sensación de carecer de pulmones o cualquier otro tipo de asaúra, para terminar concluyendo que aquella potente y gélida espiración salía de mi cuerpo por fin a través de una inmensa abertura a modo de cloaca y localizada al efecto0 en donde les ruego hgan el esfuerzo de imaginar para asíevitarme la vergüenza de nombrarles, si eso no les causa perturbación, por supuesto. En unos instantes se fue apaciguando la tormenta y la inmensa y fría oquedad fue dejando paso a mis órganos internos, a los que imaginaba tiritando y colocándose cada uno en la húmeda, cálida y cómoda posición que la naturaleza les tenía encomendada, mientras susurraban inocentes maldiciones hacia las predilecciones de Cuqui en materia de golosinas. Cuando atiné a mirar la cara de mi amigo me dió lña impresión de que estaba disimulando mirando distraido a unas nubesque pasaban a media altura pero soltando de vez en cuando una soslayada miradita de reojo hacia mí que me confirmaba su conocimiento acerca de los efectos refrescantes de su inocente ofrecimiento. Creo que esperaba mi comentario al respecto, pero no le dí esa satisfacción. No le dije ni mu de ello. Seguimos hablando unos instantes de otros asuntos livianos y nos despedimos cariñosamente sin más.
El pasado veintisiete de diciembre asistí al velatorio de Cuqui. Un amargo y postrer pellizco le había retorcido su corazón de simpático caradura.
Ahora, cada vez que le recuerdo siento un frío vacío.

Raquelilla dijo...

Pos me tocará a mi esta vez aportar lo mio, pero antes de publicar los ejercicios últimos me gustaría postear el primero que hicimos...

Pobre náufrago el que padece miedo
de asumir lo real y arriesgar su credo

aspirando la soledad paciente
cubriose de imagen llegando a escapar
creando una ilusión dificil de matar,
es único soldado de su suerte

se siente engullido, decapitado,
tiene como única arma su memoria
la ansiedad selectiva lo ha marcado,
se resiste a ser invisible gloria

es aquel, el cual sólo tú puedes ver,
tu náufrago no ve mas allá del ser.

Raquelina.Hasta el martes

Anónimo dijo...

un saludo a todos los poemaradas del blog,soy Moy

Escuela de Letras Libres dijo...

Lo anterior ha sido una prueba y ha resultado.

Vuelvo a presentarme como Moy y a felicitar a Eva por ser la primera mujer del blog y por sus comparaciones preñadas de metáforas.

Una duda que me gustaría que alguien me aclarase:
De haber estado con vosotros el martes pasado le hubiera preguntado a Rafael Marín porque utilizó la palabra "electrico" en boca del narrador. A mi parecer esta palabra es anacrónica, me gustaría saber vuestro parecer.

Un saludo.

Escuela de Letras Libres dijo...

Saludos Eva, Miguel Angel, Raquel, Moy, soy Antonio, os saludo a vosoros porque aun no hay aquí constancia de que otros usen este blog. Esto estará vivo si nosotros le damos vida, así que valor y al toro, compañeros. Y si es posible contestad a Moy y así de paso me informareis a mí, ya que debido a mi convalecencia tampoco pude asistir a la charla con Rafa Marín, la cual imagino de lo más interesante y fructífera. La pequeña historia de Cuqui es mía, perdonadme el que no lo haya firmado. Me encantaría compartir con vosotros cualquier cosa que hayais escrito o simplemente cualquier comentario sobre lo que se os ocurra, las dos horitas del martes con vosotros son de lo más enriquecedor y las disfruto más que un loro en un puesto de pipas, no se si podré subsistir sin el alimento de esas reuniones hasta el próximo martes.
Miguel Angel, te supongo estos días muy liado con tus "perdedores", ayer la oí por la radio, enhorabuena, ese punto poético del carnaval es para saborearlo despacito.
Un abrazo a todos y escribid, escribid, escribid!!! Si os leo es que existís.

Escuela de Letras Libres dijo...

Pos tuvimos una muy amena charla...(sobre todo habló él, menos mal)la cual nos encaminó un poco a lo que era su estilo narrativo y sus expectativas futuras. Una lástima no haber ninguna de sus obras en la biblioteca de Chiclana, desde donde os escribo en estos momentos. Me gustaría mucho leer su obra de Chaplin, así que si algún alma caritativa de la escuela me lo "empresta" se lo agradecería o pagaría con un intercambio o en carnes... como mas guste.
El tema de la palabra "eléctrico" del que hablas, Moy, a mí se me pasó, ¿venía en el guión?, ¿en qué parte?.
Me resultaron muy divertidas las anécdotas casuales que nos contó, espero que algún día las escriba y pueda leerlas.
A pesar de la poca gente que nos reunimos ese día, fue una reunión lucrativa y a la vez desenfadada, pero me quedé con una pequeña duda... nos dijo Miguel Ángel que le íbamos a invitar de salida a una cervechuela... ni acompañó el día, ni se sugirió, así que os conmino a debérsela y poder algún día poder disfrutar de nuevo su compañía (con mas gente, claro).
Besotes de Ra y hasta el martes.

Escuela de Letras Libres dijo...

Muy ilustrativo tu comentario, Ra. Casi me alegro de haberme perdido esas cervechuelas, asi podré asistir a las que se organicen próximamente, no pienso perdérmelas.
Hoy llueve.

En esta terrible tarde de tormenta la lluvia sobre el tejado de zinc es una manifestación de gnomos con zuecos.

Taelmarte...
Antonio

Escuela de Letras Libres dijo...

Hola, me he puesto muy contenta de que poco a poco os vayais animando a escribir cositas. Moy, echo en falta alguno de tus poemas, que siempre me gusta escuchar.
Lo de la palabra eléctrico también se me pasó, pero suena raro ponerla en boca de un juglar... yo no sé si se le puede permitir esa licencia al hijo del diablo, que según su autor, eso era Estebanillo en realidad.
Y me ha gustado la "refrescante" historia del Cuqui y aunque no firmaste me imaginaba que la historia era tuya, Antonio, que se nota la gracia que le pones a lo que escribes. Y nada, que te recuperes prontito y nos veamos el martes otra vez.
Raquelilla, eres tú la que ha firmado como Ra? que es que estoy en duda, pero supongo que sí, que con erre solo estabas tú el martes...
Y que os vayais animando los demás también, que sé que alguno más se pasa a echar un vistacillo por aquí, seguro que nos encanta leeros.
Eva.

garcía argüez dijo...

hola a todo el mundo y qué bien que ya ande el blog colectivo en marcha!!!!
Lo del otro día del Rafa estuvo bien, aunque me entristeció que el diluvio que caía no invitara a que fueramos más ni a que despues tomáramos algo (la noche se metió en agua de muy mal amanera y ciertamente ni se planteó).
¡qué curioso lo que cuenta moi del adjetivo "eléctrico"! Yo no m ehabía dado cuent... o es un error del narrador o rafa debe tener una explicación muy curiosa para ello.
Ra, te prestaría Chaplin si supiera donde puedo tenerlo, porque tengo todas mis cosas perdidas por los caóticos recovecos de la vida. Puedes, de todas formas, pedir a la biblioteca que lo compren, pues existe un servicio de peticiones para las nuevas compras.
Besos grandes.

Escuela de Letras Libres dijo...

Un amor eterno y medio

Diego llegó a casa a la hora de comer casi al mismo tiempo que su padre, quién ya esperaba la comida sentado en el comedor frente a su flamante “Invicta botonera de oro”, era de los primeros televisores del barrio y eso inflaba el orgullo de cualquier padre de familia que se preciara. Su madre, al oír el portón, salió de la cocina con su eterno y fresco vestido, pálido de sudores y lavados, pero idóneo para aquellos últimos calurosos y húmedos días de verano. Con las manos mojadas e impregnadas del inconfundible olor a jabón Lagarto le puso a Diego un casco de La Casera vacío en una mano y un duro en la otra. Sin chistar se dirigió a cá Demetrio, una tienda de ultramarinos a la vuelta de la esquina donde, al contrario del resto de la clientela, Diego disfrutaba de las largas colas ensimismado en las dudas que allí mismo le asaltaban… ¿Demetrio come alguna vez?... ¿Duerme?... ¿De donde vendrán esos garbanzos?... ¿Cómo será esa montaña donde dicen que nació Demetrio?... A esa hora estaba ya la tienda vacía y pudo ser atendido enseguida. Al tiempo que le veía entrar, Demetrio colocó presurosamente la gaseosa en el mostrador mientras le preguntaba: ¿Te lo apunto? Era una pregunta que le salía mecánicamente de la boca con ciertos clientes, aunque esa vez se dio cuenta de que a esa hora ya estaría su padre en casa y eso significaba no dar señal alguna al patriarca de que su mujer compraba fiado.
¿Qué te pasa Diego? Estas blanquito, hijo. Demetrio le apreciaba. Era de los pocos chicos del barrio que le agradaba ver aparecer por la tienda. Que tengo un poco de fatiga, le contestó. La nausea de Diego se incrementó de repente al mirar los restos del corte del jamón y tocino sobre la grasienta tabla del mostrador. Pues cuídate chiquitín.
Diego salió como flotando. Esa sensación no era nueva, esos mareos se venían repitiendo con frecuencia en el último año, obligándole a guardar cama durante algunos días en varias ocasiones. Los sudores comenzaron a helarle el cuerpo contrastando con la injusticia de aquel sol abrasador de mediodía. El capuchón de papel de La Casera comenzó a empaparse dentro de su mano casi agarrotada. A unos metros del portal del patio de vecinos donde vivía observó como los cierros comenzaban a girar con frenesí. Un sopor amable y fresco se apropió de él. Ya no sintió más. Ni siquiera oyó ese sonido que a él le fascinaba de los feriantes partiendo cocos. El bordillo de granito le sirvió de almohada y un hilillo de sangre comenzó a burbujear al mezclarse con la gaseosa q le mojaba la espalda bajo su cuerpo. En el corro de mujeres que se formó al día siguiente en la tienda de Demetrio se dictaminó claramente el informe pericial de las improvisadas forenses: Dieguito se había quedado en el inte.




¡Vaya par de pipiolos! Alicia y Lucas podían disfrutar de ese amor que solo se da en la temprana pubertad y en el que no existía otro horizonte ilusionante que un simple beso furtivo. Ella gozaba de su joven existencia como pocas de su edad, su padre militar estaba encargado de las compras de los víveres para su dependencia, y no se arredraba a la hora de presumir ante el vecindario. Cada día aparecía un coche oficial ante su puerta y dos marineros descargaban sin pudor todo tipo de viandas ante los disimulados susurros de los vecinos. Por otro lado Lucas disfrutaba al recordar la leche en polvo apelmazada en su paladar mientras jugaba en el patio del colegio hacía dos o tres cursos. Esa mañana Alicia esperaba a Lucas un poco apesadumbrada, aunque al verle parecer tan sonriente y alegre como siempre le cambió el ánimo. Ella le admiraba por su alegría y por su independencia. Los continuos desaires de Lucas desapareciendo durante una semana y volviendo con esa sonrisa como si no hubiera pasado nada no hacían más que aumentar su admiración hacia él.
Alicia no tardó en informar a Lucas del contratiempo, de nuevo la tristeza apareció en su rostro mientras balbuceaba gimoteando que a su padre le habían destinado a la comandancia de Málaga y que al día siguiente saldrían urgentemente, incluso la Marina les pondría un camión a su disposición para la mudanza. Lucas no pareció inmutarse. Tras unos momentos de silencio y sin perder su conquistadora sonrisa, comenzó a quitarle importancia al asunto. “No me llores chiquilla, que nadie se muere por nadie. Además, creo que hay autobuses o trenes, podré visitarte en Málaga, escribirte cartas bonitas…y a lo mejor te traen tus padres de vez en cuando.”
No tardaron en despedirse, parecía que intuían que un adiós prolongado les hubiera hecho más daño. Incomprensiblemente ella se sintió reconfortada ante la serenidad de Lucas, y más aun cuando después del adiós éste se fue alejando con parsimoniosa tranquilidad. Incluso llegó a esbozar una sonrisa al fijarse en sus andares. Ella le había bromeado con frecuencia diciéndole que mientras caminaba sus pies iban mirando hacia las casapuertas, como los patos, y en ese momento recordó el día de playa en que entre risas le dijo que era clavadito al pato Lucas. Alicia se lo repitió hasta que se le quedó...cosa que a Diego divertía enormemente.

Antonio

Escuela de Letras Libres dijo...

Bueno, a ver que os parece el microrelato este de Diego. Lo he colocado ahí, sin avisar, sin anstesia ni nada. Espero que lo disfruteis. Taelmarte.

Antonio

Escuela de Letras Libres dijo...

Antonio, sólo te puedo decir que me he leído este relato y he terminado transportada en el tiempo, recreándome con cada escena. Me parece una historia muy entrañable.
Espero que nos dejes más sorpresitas como esta.

Besos a tod@s. Eva.

Escuela de Letras Libres dijo...

Gracias Eva. Pues ahí va otro, esto es lo malo de animarme, jejeje. Y me gustaría dedicarselo a Nuria, la niña de Raquel.

LOS OJOS DE CANDELA

Luci siempre había disfrutado de su papel de madre. Su coherencia y sentido común le hacían ver con lucidez los fallos en la educación de otros niños de la edad de su hija Candela. Sin embargo, desde hacía unos días, horribles dudas comenzaban a mermar su seguridad de madre. Cada vez que iba con su niña al parque coincidía en un rato de charla con las jóvenes progenitoras de otros niños y niñas. Estaba acostumbrada a hacer de tripas corazón al ver el trato que recibía su hija por parte de algún que otro enano caníbal en los columpios o toboganes, pero siempre conseguía mediar con dulzura, paciencia y asertividad para evitarle a su tesoro las primeras amarguras de este mundo.
Para lo que no estaba preparada era para recibir los desinteresados y siempre bienintencionados consejos de sus jóvenes colegas en el banco del parque. “A tu hija se le va la olla, Luci”…”Yo creo que deberías llevarla a un psicólogo”… ¿”Te has fijado en lo que hace tu hija”?... “Eso no es normal”… Cada una tenía una frase igual de ocurrente y sin pizca alguna de deseos de hurgar en la herida que comenzaba a desgarrar el alma de Luci a pesar de su disimulo. Esas escenas se venían repitiendo cada vez que Candela se separaba de los demás niños para quedarse quieta y en trance mirando a un punto fijo y con los ojos abiertos como platos.
Su preocupación aumentó al ser informada de que en la guardería comenzaba a no hacer mucho caso de los juegos que le proponían y que también sufría de esos raros episodios en los que se abstraía mirando a sitios sin aparente interés, sobre todo hacia la ventana, donde lo único que se podía vislumbrar era una enorme obra de un edificio en construcción.
Luci prefirió no seguir alimentando los comentarios de la jaurí… perdón, del grupo de amigas del parque y pidió cita en un prestigioso centro de educación especial para que valoraran esos extraños comportamientos de su hija.
El día de la cita salieron temprano de casa. En la cara de Luci se adivinaba su preocupación y en la de Candela brillaban como siempre unos ojos inmensos, negros y alegres en los que nadie hubiera podido adivinar los problemas que parecía encerrar en su cabecita.
En el camino al centro se repitió el dichoso trance. Iban caminando de la mano cuando Candela se paró en seco con la cabeza medio levantada y con la mirada fija y perdida. Luci se paró al notar el tirón en su mano y siguió la mirada de su niña. Se angustió al ver que lo único que Candela podía ver desde allí era un capitel corintio sobre la columna de un edificio, nada que pudiera interesar a una niña de su edad. Tiró de ella con suavidad y siguieron caminando.
En el centro especializado les recibieron con amabilidad, y tras las explicaciones de Luci, una chica joven con bata blanca acompañó a Candela a un cuarto con una mesa grande y un espejo. Un señor con perilla blanca y de aspecto serio pero afable entró con la joven madre en un cuarto en penumbra desde donde se observaba todo lo que sucedía en el cuarto contiguo a través del espejo. Luci recordó las películas de policías y pensó en las bromas que habría gastado al respecto en otras circunstancias.
La joven doctora acomodó a Candela en una silla y sin desprenderse de su simpática sonrisa le explicó que iban a iniciar un divertido juego con unas cartulinas con dibujos. Con un gesto lento, como no queriendo alterar a Candela, le colocó sobre la mesa una cartulina con el dibujo de una vaca pastando. “¿Qué es esto Candela?”, le preguntó. La niña se quedó unos instantes mirando fijamente al dibujo, levantó sus expresivos ojos hacia la amable interrogadora y de nuevo los bajó para quedarse de nuevo ensimismada. “Vamos, seguro que lo sabes”…”¿Qué es?”. La madre comenzó a preocuparse tras el cristal y el doctor intentó tranquilizarla con un gesto como quitándole importancia al asunto. Los segundos se hacían interminables y Candela seguía sin contestar. Pero Candela estaba pensando. Tras sus increíbles ojos negros circulaba una inocente duda: “Cabeza de cherolesa, patas de retinta, cuerpo de normanda y cola de angevina…Cómo le digo a esta señora que no sabe ni dibujar una vaca?”

Antonio

Anónimo dijo...

Aunque no tengo muy claro que "eléctrico" sea un anacronismo (¿no hablaban los griegos de elektron?), en el contexto del personaje no puede serlo: Esteban es inmortal, y por tanto puede estar "escribiendo" esa historia hoy mismo. Hay varias pistas de esa inmortalidad a lo largo de todo el libro, antes de la revelación final.