sábado, 24 de octubre de 2009

Canto a un amor desangelado

Cuando el llanto quema y la culpa mata,

miles de palomas resquebrajadas

marchitan la pena sembrada en el alma partida.

Un roce de aire transparente

derrite una lágrima resbalada,

torturada por cien agujas silenciosas,

que se acercan de puntillas,

clavando su hiel candente

en el oscuro corazón trémulo y agonizante.

Agua dolorida,

viento moribundo,

el grito de una nube

que huye en el vacío de la madrugada....

Y una oración malherida

escapada del desierto de tu mirada cambiante.


El amor poseído siempre sucumbe en las nieves del invierno en la alborada.



UNA SONRISA PINTADA


-Ay! La Gioconda, su sonrisa, que quieres que te diga, a mí no me gusta.
Yo estaba, como hago a veces, sentado en la terraza de un café, haciendo como el que lee un periódico, de segunda mano, sí, cogido de cualquier sitio: de un contenedor, del autobús, de una mesa de cualquier bar. Me gusta sentir la vida de esta manera, oyendo lo que la gente viva se cuentan entre ella. No me tienen en cuenta. Hoy nadie tiene en cuenta a nadie.

Esa mañana el sol era generoso y apetecía estar al amparo de una sombrilla para no atiborrarse de tanta generosidad. Las mujeres charlaban sin prisas deleitándose a cada frase. Eran hermosas, las dos. Estaban en una mesa al lado de la mía. La que afirmaba no gustarle aquella sonrisa inmortal tenía unos ojos preciosos, de un azul que confundían, cegadores como el mismo sol. La que escuchaba sin compartir lo que oía era rubia como una mañana de verano.
- Pues chica, no sé por qué dices eso. Todo el mundo coincide en que es la sonrisa mejor pintada jamás- la mujer decía esto untándole mantequilla a una tostada. A su espalda El Louvre destellaba y una barcaza, como un gran animal herido dejaba escapar un bocinazo de tristeza.
- Es que es precisamente por eso, por que es pintada- recuerdo perfectamente lo que decía por que lo anoté. Dejo el periódico en la mesa, saco mi libretita y escribo lo que oigo, es mi modus operandis a mi edad no suelo recordar bien, aunque aquella conversación sería inolvidable para mí.
- No te entiendo- decía la mujer más cerca de mi oído, la rubia. Miraba el reloj, como un acto reflejo, por que luego se recostaba en el respaldar del sillón de enea y parecía importarle poco que las manecillas siguieran o no su monótono camino.- No sé qué quieres decir, ¿acaso no es de lo más complicado darle forma y personalidad a una pintura?, en el caso de La Gioconda, parece que vayas en contra de todo el mundo con tu apreciación, que por otra parte sigo sin entender.

Volvió a quejarse la barcaza que como un gusano gigante
Parecía reptar através del Sena y cuando acabó con su sonoro lamento, la mujer más alejada de mí, después de cruzarse circunstancialmente con mi mirada, tomó la palabra y prosiguió con la charla.
- Verás, esa sonrisa está puesta ahí por el pintor,- decía sin tratar de imponer su criterio, con una voz suave.- es forzada, es artificial, consigue muchos efectos, no lo pongo en duda, pero el único que creo que no acierta a conseguir es la alegría. ¿No lo has notado?, La Gioconda no está alegre. Sonríe artificialmente.

Yo compartía el criterio de la mujer de los ojos azules, la que acababa de hablar, pero estaba deseoso de oír la respuesta de la rubia. No se hizo esperar. Se limpió con la mayor discreción un poco de mantequilla de la comisura de sus finos labios y después de darle un sorbito al café, que ya lo quise para mí, rompió el breve silencio.

- Tú estas hablando de algo más que pintura, estás hablando de la vida misma, de sentimientos, y de eso reconozco que no estoy a tu altura. Pero,¿ no me digas que no te gusta La Gioconda?, te he visto ahí dentro otras veces hipnotizada delante del cuadro.
- Verás, Josefine,- llamó por su nombre a su amiga quizás para darle más intimidad e importancia a su consideración- cuando entremos al museo volveremos a ver que La Gioconda es sin duda una de los grandes cuadros de la historia pero yo jamás tendría la sonrisa pintada. La alegría ha de ser natural, una no debe sonreír para alegrar a nadie sino porque se está alegre por dentro. La cara es el espejo del alma, es lo que se dice, ¿no?, pues para mí, La Gioconda no tiene alma, ni nunca la tendrá por más que se empeñen los entendidos en arte. La falsedad apesta.
- Ahí llevas razón. Te aseguro que nunca pintaré una sonrisa en ninguno de mis cuadros.
- ¿Harás que sonrían las flores?, te será más difícil que hacer que lo hagan las personas.
- Qué chistosa eres, me refiero para más adelante. Ya he cambiado la sintonía. He empezado un cuadro, sin flores. Ya te lo enseñaré.
- Oh! Me alegro mucho que hayas dado el paso que tanto ansiabas.
- Sí, pintar al ser humano es muy complicado y sus interioridades todavía más, me lo acabas de demostrar. A partir de hoy será mi objetivo.- con esto la rubia dio por terminado su desayuno y como vio que su amiga también, llamó al camarero.- por favor díganos cuanto le debemos…- se levantaron las dos y al partir me dirigieron a la vez una sonrisa de lo más fresca y bonita. Yo solté el periódico de una mano, me besé los dedos de la otra y dejé que un beso escapara para que la leve brisa del Sena se lo llevara a ellas. Y se fueron.

Esta charla supuso mucho para mí, después de utilizar a las dos como fuente de inspiración para mis escritos, aquella mañana aprendí, a mi edad, a no ser hipócrita, a no mostrar una sonrisa como el que saca un billete para pagar, como por ejemplo aquellos desayunos , que gustosamente pagué, a no mostrar una cara que no tengo.
Muchas personas llevan la sonrisa pintada, como La Gioconda. Aquella mujer de la mirada azul llevaba la sonrisa en el alma, sin que ella supiera que a veces se le abriera y desde su interior una sonrisa auténtica se le pintara en la cara.
Un Saludo. moy.

jueves, 22 de octubre de 2009

La okupa tejedora




Esta noche, viene a su memoria aquel martes 13 de octubre de hacía 19 años, en que se vieron por primera vez. Fue al coger una de las almendras que estaba dentro de la bolsa que traía desde la sierra, en la que había pasado el último fin de semana, cuando notó como un velo de sombra se movía entre verdesmieles y tostados. Buscó sus gafas. Continuó desgranando los abrigos de terciopelo que arropaban a los frutos de madera revestidos, y que lentamente habían crecido dentro de ellos hasta acabar rasgándolos de un polo a otro.

Otra vez ese velo de misterio pasaba delante de sus miopes niñas. Enfocó la vista y una araña, -no sabría decir si pequeña, grande o mediana, ya que desconocía el mundo de los arácnidos- estaba recorriendo las colinas aterciopeladas de verdesmieles. Se paró. Marta sintió que la estaba observando –eso mismo estoy haciendo yo- pensó. En una fracción de ese segundo supo que podían comunicarse.

Y continuaron mirándose y observándose. Con su mente le transmitió el siguiente mensaje: “yo no quiero cogerte, amiga, solo quiero las almendras. Siento haberte traído lejos de tu morada, lo siento. Pero fuera de la casa hay árboles y flores que te están esperando. Puedes salir del transportín que te ha servido de maleta e ir a su encuentro. Se libre. Pero si decides quedarte en este invernadero blanco no me vayas a causar daño cuando meta la mano en busca de los frutos. Si me respetas yo te respetaré también”.

Las almendras se acabaron a las pocas semanas y ella no se atrevió a tirar la bolsa de plástico blanco por si Sesé, como había bautizado a la araña, seguía en su interior. Así que la colocó en una de las esquinas de la cocina, la más cercana a la puerta que daba al jardín… y se olvidó de ella… y pasó el tiempo… y pasó.

Un día, ya lejano, le llamó la atención la bolsa, parecía que había crecido, ¡cosa imposible!. Se acercó. Sí, la bolsa parecía más grande. Ahora estaba recubierta de una algodonosa red y malla a la vez, de una blancura nívea, que hacía que le dolieran los ojos al contemplarla.

¡¡ Entonces Sesé seguía allí !! había decidido compartir el espacio interior de la casa con ella. Se sentó para comprobar que era ella, que no se trataba de ningún pariente. No habían pasado muchos recuerdos cuando Sesé apareció por la parte superior del borde de su malla, justo donde éste formaba un hermoso pliegue. Avanzó lentamente por el suelo sedoso y pegajoso de aquella enorme cama elástica hasta situarse cerca de su meridiano y la miró. Sí, sí, se miraron una segunda vez.

En cuanto al tamaño de Sesé a estas alturas poco importaba si era mediano, grande o pequeño, Si la tuviera que comparar con algo diría que era como una coñeta mediana. Ciertamente tenía ya un tamaño considerable, nunca había visto una araña tan grande. Siguieron mirándose. Nuevamente se podían comunicar y le recordó: “Se libre. Siento haberte traído lejos de tu morada, lo lamento. Fuera de estas paredes hay flores y árboles… y pájaros y mariposas. Si decides continuar en esta esquina no me vayas a hacer daño. Sigue respetándome y yo haré lo mismo contigo”.

Para cuando pasaron 30 años más, Sesé se había instalado cómodamente en la mitad de la cocina. Cuando a veces coincidían en sus quehaceres diarios se miraban largamente. Ahora Marta se preguntaba si Sesé la respetaría como lo venía haciendo desde hacía 49 años. Tenía que confiar en ella, dudar, aunque fuera por un segundo, sería como dejar de respetarla. Pero a medida que pasaban los días, no dudar le resultaba más difícil ya que la blanca alfombra de seda cada día tapizaba más partes de la cocina. La tejedora iba adquiriendo más tamaño, más fuerza, más brillo y ella contaba con mucha menos energía. Intuía que ya estaba presa en su telaraña.



Berta

miércoles, 21 de octubre de 2009

VIAJE A LA MONTAÑA PALENTINA ( I ) . Naturaleza

El río Arlanzón nos acompaña durante un trecho en la partida, con quietud indolente por este otoño cicatero en lluvias. Al cruzarlo, da el relevo de nuestra despedida, a las majestuosas agujas afiligranadas de la catedral. Mientras la ciudad del Cid va languideciendo a la vista.

Los páramos burgaleses, se abren a nuestro paso, formando un mosaico de colores ocres, que desconoce el verdeo y donde escasea el gorjeo de los pájaros. Esta tierra humilde, que no menesterosa, me evoca los versos del poema de Antonio Machado “Por tierras de España”.

<< Veréis llanuras y páramos de ascetas
- no fue por estos campos el bíblico jardín - :
son tierras para el águila, un trozo del planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín. >>


Siguiendo nuestra ruta, un aroma dulce nos va envolviendo, para avisarnos, por si no lo sabíamos, que estamos en Aguilar de Campoo. Lugar en el que el descorazonado chalaneo de las multinacionales, alicortó hace años su bien hacer galletero, pero donde a pesar de todo, muchas familias siguen ganándose el sustento, fabricando este preciado alimento.

Al salir de la villa, considerada puerta de la Montaña Palentina, con dirección a Cervera de Pisuerga, comenzamos a contemplar un paisaje de transición entre la Tierra de Campo y Cantabria; la topografía comienza a aburrirse de su planicie y al tiempo, aparecen densas manchas arbóreas.

El recién nacido río Pisuerga nos acompaña en el camino, hasta que a nuestro pesar le dejamos solo en su cantarina correría, para dirigirnos hacia San Martín de Perapertú donde hemos decidido hacer parada y fonda.

La pequeñísima aldea, perdida del mundo, donde ni las ondas telefónicas la logran encontrar, donde habitan algo más de una docena de vecinos, dos parejas de jóvenes licenciados, ejercen en esta pedanía, el viejo quehacer de posaderos con suficiencia y simpatía, lejos de los lugares que le vieron nacer y estudiar. ¡Cuanta sana envidia, deben causar a los urbanitas que ahogados por la loca carrera hacia ninguna parte, recalan por unos días en su casa, para sentirse libres!

La naturaleza se desparrama de forma voluptuosa por estos parajes y muchas son las veredas que nos ayudan a descubrir sus recónditos tesoros.

Una mañana, después de pasar por tierras de labor con surcos recién abiertos, ávidos de simientes, se nos aparece un profundo tajo verde, bordeado por altas cumbres de piedras blanquecinas que parecen disfrazadas de invierno. El camino comienza a estrecharse y su piso de rocas calizas, es escoltado por una densa vegetación de encinas, robles, brezos y algún que otro valioso acebo. Al final de esta garganta, la espesura de un hayedo trepa abrigando la ladera de la montaña; el sendero con terquedad, tira hacia arriba, guiándonos hasta el borde más alto de la fronda. Un esfuerzo más en la subida, y aparece ante nuestra vista la singularidad que venimos buscando: la Tejeda de Tosande. Lugar donde el árbol sagrado de los celtas, el tejo, ajeno a su costumbre de vivir en solitario, se hace gregario formando un bosquete de impresionantes ejemplares, alguno de ellos con mas de mil años de existencia. El otoño para aumentar aun más la belleza de estos fósiles vivientes, ha comenzado a salpicarlos con las perlas rojas de sus frutos. Sentarnos en el cercano mirador y contemplar los valles que nos rodean, fue el digno colofón a una inolvidable jornada de senderismo.

La luna colmada de luz, cómplice de cortejadores, se oculta por momentos tras las nubes, con la intención de dificultar el acceso de fisgones al lugar del cortejo.

Junto a otros entusiastas andariegos, pertrechados con los instrumentos que nos permitan acercar el espectáculo, caminamos montaña arriba, envueltos por los recios bramidos lujuriosos de los ciervos, en una bonancible madrugada de berrea.
Apostados en el borde de la ladera, nos sorprende el alborear, descubriéndonos la quebrada línea del horizonte, con matices anaranjados que de manera súbita se convierten en rojo intenso.
Nuestras miradas, guiadas por el amoroso canto de los cérvidos, comienzan a otear el tupido brezal: lugar más factible para ver a los animales, según nuestros expertos hospederos.
Los más avezados de los ojeadores, comienzan a vislumbrar el cortejo nupcial. Cuando el sol baña la foresta, los novicios, entre los cuales me encuentro, somos partícipes también del maravilloso acontecimiento.
Como cada noche, el sonido de la berrea se cuela tronante por las ventanas de la casa y hoy sí, me puedo imaginar las andanzas de sus atareados protagonistas.
En estos mágicos momentos, recuerdo que antes de la partida, nuestra amiga María José Soriano (Fita) nos deleitó, con el poema de su última hornada, que titulaba: “Lujuria Otoñal”, dedicado a este ritual apareamiento. A la vuelta, su obligada relectura, me confirma su maestría de escribidora.

<< Lujuria bravía, ostentosa
de orgasmos asilvestrados
que reclama
cubrir los úteros
virginales de hembras impacientes.
Espasmos fértil,
que brama libido
de sexo lubricado en estiaje
sin tálamo nupcial
a empujes de cornamentas
berreando,
a destiempo primaveral>>

El disfrute de estas dos vistas, entre otras muchas, del inmenso caleidoscopio natural que es la Montaña Palentina, se lo debo al amable señor que en el parque nacional de Pagoeta (Guipúzcoa), se deshizo en elogios hacía este privilegiado lugar, animándome a descubrirlo.
Juan

sábado, 17 de octubre de 2009

Ayer y Gracias


Gracias por mostrarme el sendero y las sombras de otros muchos "AMORES",
gracias por desnudaros tiernamente en la voz nacida de vuestras palabras,
gracias por compartir la tinta bermellón de vuestra esencia con todos nosotros.
Desde el corazón, mil gracias compañeras y compañeros.

Berta


Ayer fue 16 de octubre
Ayer fue el 216º aniversario de la ejecución de María Antonieta
Ayer parecíamos imberbes camino de la guillotina
Ayer en Chiclana superamos nuestros miedos y amasamos un nuevo milagro
Ayer en Cádiz presentó Nieves Vázquez su "El cielo asusta"
Ayer, de nuevo, llegó la comunión de la palabra

Ayer fue el 7º aniversario de la reinauguración de la destruida biblioteca de Alejandría

Alinando

jueves, 15 de octubre de 2009

Fui...


- Fui el libro indescifrable para las niñas videntes que el ciego despertó con los iris de sus dedos.

- Fui aquel número aproximado que se salvo por los pelos de convertirse en quebrado, y acabó siendo el número de circo que devoró al domador de las ideas.

- Fui la muñeca de madera tallada con soplos de lluvia en nueve noches de luna nueva.

- Fui la escotilla oculta en el jardín por la que la gnoma abandonó su cuento preferido para ser mortal y deseada.

- Fui la corbata colgada para siempre en la luna por los nacientes aprendices de letraslibres.

- Fui la constelación que se negó a seguir la órbita asignada a su trayectoria elíptica para besar el sol.

- Fui la mancha de mora que impidió con su vida y su sangre que otra verde la lavara.

- Fui la mortal perdición del altivo y encantador escorpión que tragándose su propio aguijón se suicidó.

- Fui la sutil mecha de corales floridos que terminó prendida en el otro lado, en la otra orilla.

- Fui la maleta que revoleó su llave al mar para viajar con sus pasos ligera de equipaje.

- Fui el lienzo garabateado que huyó del oscuro desván para vestirse en la noche del añil nocturno.

- Fui el traficante de pompas de jabón que en las tardes de abril voló con las garzas y en ese vuelo se enamoró.

- Fui la laboriosa rata bastarda desheredada de pretenciosos paraísos artificiales.

- Fui “la Raulito” pateando tempestades en el emotivo abismo de los inocentes.

- Y fui un grillo, una peonza, una cloaca…

Todo eso soy
todo eso soy
… todo eso fuí






Berta

martes, 13 de octubre de 2009

Canción del Cuadernillo


Con tres balones por alto,
viento en popa a todo trapo,
corta el aire como un rayo,
un cuaderno negro y cano.
Extraño objeto que llaman,
por su contenido, “cuadernillo”,
de nuestra Escuela ha salido
y ahora huye de nuestro lado.

La luna sobre él se eleva,
lo empuja con tesón el cierzo,
y mil estrellas se reflejan
en tres esferas de colores.
Va ese librillo derecho,
hacia un destino incierto;
el castillo a un lado, al otro La Barrosa,
y al frente un mar de olores.

Vuela cuaderno mío,
sin echar la vista atrás,
que no hay viento conocido,
ni levante,
y aún menos poniente,
que a tierra te pueda tirar.

Diecisiete escritos lo completan,
para orgullo del Taller,
y que serán bien admirados
a donde venga a caer.

Son las letras su tesoro,
es su guión la libertad,
su destino lo marca el viento,
y por título: Aguarrás.

lunes, 12 de octubre de 2009

Lectura de "Amores" en Chiclana y Presentación del Cuadernillo

Finalmente se confirma el próximo día viernes 16 de octubre de 2009 como la fecha elegida para la lectura y presentación del cuadernillo “Amores” en tierras chiclaneras. Todo un momento especial, pues es la primera vez que leemos este repertorio en la localidad que acoge a nuestro taller. La cita será en el Museo Paquiro, dentro de las actividades de El Ateneo de Chiclana, institución a la que agradecemos desde aquí su apoyo. La hora, a eso de las 19.30, aprovechando las pinceladas del atardecer como telón de fondo. Un saludo a todos los compañeros del colectivo, en especial a los que no han podido estar presentes en las últimas reuniones, y otro a los lectores de este blog. Y ya sabéis, corred la voz para esta lectura y para que los amores, de todo tipo, denominación o especie, sean hoy y siempre más libres que nunca.

RELATILLO




SU ÚLTIMO VIAJE

Era la primera vez que su madre le daba permiso para salir con sus amigos. De alguna manera se sentía importante. Su padre se lo hubiera permitido quizás un poco antes y con toda seguridad se sentiría orgulloso de él.

Berto caminaba como despistado alrededor de su pandilla, también iban Susana y Merche y eso le hacía medir sus palabras. Acababa de cumplir los 13 y ya llevaba algún tiempo sintiendo una cosa rara en su interior. Berto iba dispuesto a acabar con todo, los insultos en el colegio, las humillaciones en el recreo, las pequeñas pero casi diarias palizas con las que su hermano le atosigaba, las constantes ordenes de su madre…, definitivamente dejaría a un lado y para siempre todo lo que le agobiaba. Había llegado el momento.

- ¿ Y Berto, dónde esta Berto? - una de las chicas le echó rápidamente en falta.
Se quedaron todos parados girando sobre sus pies y buscando en sus alrededores pero no le veían entre tanta gente.
- No preocuparse tanto que ya es mayorcito y no se va a perder, pero si se pierde…-era evidente que Carlos no era el mejor amigo de Berto y estaba dando a entender que sería mejor que no apareciera.

Ya se encontraba Berto muy lejos del grupo, apartado del bullicio en el que estuvo inmerso, cuando paró como hipnotizado ante lo que andaba buscando. Echó el ojo a aquella ridícula estación que estaba frente a él, se acercó a la taquilla, compró un tique esperó el momento oportuno y se colocó en el centro de los raíles con los ojos cerrados, las manos pegadas a las piernas y el cartoncito entre los dedos.


Pensaba que esa noche sería la última, que sería el fin, que se acabarían los insultos, las bromas pesadas, la estúpida timidez; pensaba en su hermano unos años mayor que él, sus imposiciones, en el profesor de educación física y sus exigencias, en su madre, sus repetitivas órdenes, sus continuos castigos, y cómo no, pensaba en su padre, a quien ya llevaba demasiado tiempo sin verle.

Deseaba que ninguno de sus amigos lo vieran en ese trance, abatido entre aquellas dos vías, aunque dispuesto a todo. Oía el silbato del tren y sentía el retumbar en el suelo de los raíles. La gente gritaba pero él no se movía esperando la llegada de la máquina. La locomotora con su ojo de sol, rechinando como las bisagras de un viejo portón, se paró en seco justo a unos centímetros delante de Berto y éste abrió los ojos, y una triunfal sonrisa se hizo la dueña de su cara.

Salió de los raíles y se montó en el último vagón del ridículo tren, le dio el tique al payaso de la diminuta escoba y partió decidido a recibir su última paliza, a acabar para siempre con la niñez que tanto le atormentaba, dispuesto a recorrer los últimos metros de su infancia ,a dar su último viaje.



Un Saludo. moy.

jueves, 8 de octubre de 2009

Érase una vez tres globos y un cuadernillo… (tarea para el taller)

¿Qué sería de aquel cuadernillo que liberamos en esa noche de junio al abrigo de las ramas y entre sueños volátiles? Para los que no lo sepan, hace unos tres meses, celebramos una fiesta-cena en el Árbol (con mayúscula), la sede de verano del Colectivo Letras Libres, situada en la playa en la zona de Sancti Petri. Aquella noche transcurrió entre luces tenues, sonrisas y conjuros de queimada. Sería por esa magia que a uno de nuestros compis se le ocurrió liberar tres globos llenos de helio, y surgió la idea de que un cuadernillo de “Aguarrás” les acompañara atado a sus cordeles. En ese cuadernillo aparecía nuestra dirección electrónica y un mensaje para que quien quiera que lo encontrase (si es que lo encontraba alguien) se pusiera en contacto con nosotros: “Vale por una lectura donde usted se encuentre”, creo recordar que decía el mensaje. Pues eso, ofrecimos desplazarnos a hacer una lectura a aquel que encontrara nuestra peculiar botella lanzada al cielo. Como quiera que no hemos recibido respuesta, nos toca imaginar cuál fue su destino. La tarea consiste en hacer un relato o poema con lo que os sugiera su aventura: la historia de su viaje, una posible respuesta o lo que os surja. Que no se os desinfle la imaginación, que vuele libre…

PD: Esta tarea la hemos fijado, en principio, para el miércoles 21, ya que el próximo miércoles 14 nos centraremos en el tema “Amores…”. Tendremos ensayo general de lectura y preparación de la presentación del cuadernillo en el Ateneo de Chiclana (que será el viernes 16). De todas formas, si alguien ya lo tiene terminado para el 14, y siente que va a estallar de ganas de leerlo, seguro que le podemos hacer un huequito.

PD2: En el post de abajo (y en mi blog) os dejo mi versión del ejercicio de "Fui"

¿Qué fui...?


Fui el libro retomado cada noche por la misma página.

Fui el número destinado a un código hermético y de chaqueta, que acabó bailando con la incógnita y resolvió la ecuación abandonándose a la orgía despeinada de las letras.

Fui la muñeca que se cortó los hilos y los tejió en tela de araña para hacer funambulismo.

Fui la escotilla que parpadea en la boca del pozo sin fondo de los deseos.

Fui la corbata preguntándole al espejo por todos los nudos posibles, por todos los nudos pendientes.

Fui esa constelación nebulosa de los atardeceres en la ciudad: el anhelo del claxon, la espuma de los colores, la estrella del pájaro, la duda del horizonte.

Fui la mancha borrosa del expediente intachable.

Fui la perdición de los duendes, el favorito de los soldados de plástico, el capricho de las trolas, el capitán pirata de las horas muertas.

Fui la mecha que escarcha en la mañana el caliente rocío.

Fui la maleta despeinada y de rodillas, en puertas a un viaje por hacer, buscando destino entre el musgo de las sábanas y el terciopelo de los libros.

Fui el lienzo que un artista manda quemar mientras descorcha un viejo blues en la acera del silencio, con un vals de licor en una mano, y un tango de aguardiente en el buche.

Fui el traficante de fantasmas, el alquimista mendigo, el coleccionista de sueños, el mago sin trucos.

Y fui la garganta que vomitó un clavel, y el clavel mismo, y sus espinas cuando pinchan, y la sangre en la herida, y la sal que la azuza, y las escamas de miedo que desgarran en la seda de los dedos.

Fui el barco que avistó mil amarras antes de soltar tierra.

Y fui el error y el acierto, la escultura y el serrín, el equilibrista y su cuerda, el sueño y sus párpados.

Fui todo lo que soy y lo que he sido, y lo que callo, y lo que cuento.

Soy todo lo que fui... por más que escriba.


David

y fui...y fui...y fui.

- fui el libro... de letras blancas
- fui el número... del alfabeto
- fui la muñeca... de trapo
- fui la escotilla… finilla
- fui la corbata... con bata
- fui la constelación...sin son
- fui la mancha... de tinta
- fui la perdición... de dios
- fui la mecha... húmeda
- fui la maleta...sin meta
- fui el lienzo... del Lorenzo

- fui el traficante…en colores

- fui... alguna vez importante
- fui... cola de tu cometa
- fui... por fin un ignorante
- y fui el don Juan de tus amores.


y soy moy, y un Saludo.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Un poema que habló de mi

Fui el libro escrito en sánscrito que pocos pudieron traducir.
Fui el número periódico que Tartaglia no pudo pronunciar.
Fui la muñeca que, cubierta de mugre, aún esperaba a su dueña.
Fui la escotilla del C4, que selló la vida de sus 44 tripulantes.
Fui la corbata que estranguló las mentiras de Javier Arenas el 11m.
Fui la constelación repudiada de Ofiuco, presa del abrazo de una serpiente.
Fui la mancha delatora en el ojo de Madeleine.
Fui la perdición de Gunther: un trozo de plastilina color carne jugosa.
Fui la mecha que prendió fuego al piso 17 del Windsor.
Fui la maleta que se estravió en el viaje de vuelta de Wendy desde Nunca Jamás.
Fui el lienzo oscuro y abstracto que nadie consiguió interpretar.
Fui el traficante de la ira.
Fui el óbolo que, bajo la lengua de Eurídice, cruzó el Aqueronte.
Fui una seta del camino, mil veces aplastada.
Fui el boceto del infierno.

martes, 6 de octubre de 2009

Para ti Fui...

Fui el libro de hojas caducas
Fui el número cero a la izquierda de cualquier cifra
Fui la muñeca sin brazos en manos de una niña rica
Fui la escotilla trabada con un piano de cola
Fui la corbata de papel lija
Fui la constelación en un día nublado
Fui la mancha sin Castilla
Fui la perdición del ya perdido
Fui la mecha que alumbró un diluvio
Fui la maleta que no encontró camino
Fui el lienzo guardado en tu trementina
Fui el traficante de arena en el desierto de tu apatía.

Fui nada para ti
Y es que para ti, ni fui.

Yo también fui...

Fui el libro enmudecido por mil sombras del pasado.
Fui el número tatuado en un dorso no nacido.
Fui la muñeca ennegrecida y sin cabeza de una niña malcriada.
Fui la escotilla siempre abierta por la que asoma un olvido.
Fui la corbata más preciada que jamás colgó de un cuello.
Fui la constelación por la que orbitan cien agujeros negros.
Fui la mancha luminosa en un día gris oscuro.
Fui la perdición maniatada que corre tras el hilo.
Fui la mecha que clama por un fuego vagabundo.
Fui la maleta nunca usada y llena de pergaminos.
Fui el lienzo desdeñado con un verso descolorido.
Fui el traficante de golosinas al que nadie puso nombre.
Fui el día secuestrado por una noche codiciosa.
Fui un gusano que sin seda se quedó al mediodía.
Fui la sombra que corría tras la luz de cada antorcha.
...
Soy una mariposa que robó la seda para renacer libre y hermosa.

lunes, 5 de octubre de 2009

FUI

Fui el libro oscuro de pócimas,ungüentos,
de magia y de pociones.

Fui el número 69 de tus peces de colores.
Fui la muñeca triste de Pandora.

Fui la escotilla abierta en tu cuerpo
para encontrar mi alma.

Fui la corbata anudada en una esquina
de tu esqueleto.

Fui la constelación y las nubes
de tus sábanas ciegas.

Fui la mancha de carmín en tus rodillas.

Fui la perdición de la pasión
como juego de tu mesa.

Fui la mecha de los sueños encendidos.

Fui la maleta vieja debajo de nuestros escombros.

Fui el lienzo de tu resurrección.

Fui el traficante de fichas de una ruleta.

Fui lo que quisiste que fuera.

Fui lo vivido,
fui lo vivido y lo muerto,
fui lo matado.

Adiós Mercedes del alma...

Fui...




- Fui el libro cerradito con un broche.

- Fui el número impar de pétalos.

- Fui la muñeca extenuada de Onan.

- Fui la escotilla soldada del Potemkin.

- Fui la corbata estrecha en una maleta de cartón semivacía.

- Fui la constelación de ojitos de pájaros.

- Fui la mancha irisada en el grillo del miedo.

- Fui la perdición, punto.

- Fui la mecha a la que se le caía la baba.

- Fui la maleta de cartón semivacía.

- Fui el lienzo loco por un brochazo.

- Fui el traficante de jaulas de grillos.

- Fui la taquillera del cabaret.

- Fui despacito a mi encuentro.

- Fui derechito haciendo eses.



- Fui… Ni fui ni soy.

- Fui… Ni fu ni fa.

jueves, 1 de octubre de 2009

Ejercicio: Fuí.......

Fuí el libro inacabado, colocado en cualquier parte
Fuí el número equivocado, del que es mejor olvidarse
Fuí la muñeca destrozada, que no duró una niñez.
Fuí la escotilla de tu vida, que se asomó a mi vejez
Fuí la corbata arrinconada, que no combinó contigo
Fuí la constelación de errores, que me hicieron tu cautivo
Fuí la mancha empedernida, que aireó mis miserias
Fuí la perdición hecha carne, que rezumó mis arterias
Fuí la mecha que prendió tarde la pasión adormecida
Fuí la maleta de recuerdos que acompañó nuestras vidas
Fuí el lienzo emborronado que quise pasar por arte
Fui el traficante de amores, de los que no pude darte

Fui mi fracaso y tu olvido
Fuí todo lo que no he sido
Por eso me fuí...
Por eso no vivo



José María