La playa es la enorme panza de un camello de arena que con la luz del sol destapa sus jorobas coronadas por matojos. Hay una cadencia de seda en el aire que toca con sus dedos el espejo azulado del mar. Las olas untan con filo de plata la orilla y bostezan los cangrejos al pasar los caminantes. Mientras el desfile humano chorrea, tiemblan las piedras, los cantos y los guijarros que alfombran las lomas. Hipopótamos rondan mi hipotálamo. El paso es tozudo, contundente y tenaz, mientras Trufa se lleva en la boca una piedra disfrazada de hueso. Modernos peregrinos a un arcano santuario del tiempo y la vida. Melkart nos vigila desde alguna parte.
Atravesamos la lengua de arena embarrada con números en la cabeza: el 117 de coeficiente y 8:39 hora de bajamar. "Es el coeficiente mareal más alto registrado." "Quizá pueda llegarse andando al castillo" aseguraba la prensa. Nos mojamos los pies mientras nos contamos historias de cada uno y apuramos el camino, el castillo siempre enfrente. Pero la retirada de la orilla se aletarga y finalmente no hay beso entre la lengua de arena y el islote. No se unen, no se puede cruzar. "Los medios que lo que quieren es tenernos distraídos" "Los viejos dicen que mareas grandes ha habido desde siempre, esto no tiene nada de histórico" aseguran ahora otros. No importa, abrazamos el castillo con la mirada y Melkart se acerca y nos mira fijamente y nos da un mensaje que habla de oficios olvidados, historias olvidadas, héroes olvidados...
Damos la vuelta rápido, no vaya a cogernos la marea. Sin embargo la historia de este día jamás va a soltarnos. Vuelvo a casa montado en un camello de arena, con una espada de plata y una concha de vieira como escudo. Melkart viene conmigo y de vez en cuando me cuenta sus sueños.
2 comentarios:
EXTRAORDINARIO!!!! No me extraña que hablaras poco mientras caminabas, estabas barruntando palabras... ¡¡y qué palabras!! Las experiencias bonitas se diluyen a veces en el tiempo. Gracias por hacer que este paseo playero no se diluya jamás en la marea del tiempo. Para eso son las crónicas, para que perduren los hechos, y tú lo has bordado con esta. Gracias David.
Que penita haberme perdío a los cangrejomoros bostezando con el hilillo de baba cayendo toavía fino hasta la arena, y la trufa jugueteando por los alrededores má contenta que ajú.
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