lunes, 12 de septiembre de 2011

La lengua inteligente



El zumbido de la máquina descolgó una gota que bajó sobre el acero empañado. Gota construida a base de alientos, de mi aliento… del tuyo. Descubriste divertida que éramos testigos cómplices del deslizar del zumo de alientos. Ruborosa, te enfrascaste en tus quehaceres con tu helado y las paredes del cucurucho, sin mirarme, pero consciente de mi atención. Una niña pidió a saltitos su helado de turrón con voz punzante y dando golpes ansiosos sobre el cristal del mostrador… y llamó tu atención, y la mía, y aprovechamos la ocasión para cruzar de nuevo nuestras miradas… y pasaron tres siglos. Te despertaste con una espesa y fría gota de chocolate recorriéndote las comisuras de los dedos. Benditas servilletas de papel satinado, no absorben, y fue tu lengua inteligente la que borró el marrón de tus manos… y el gris de mi jornada.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Leerte ha sido delicioso y refrescante, como el final de un verano que da los ultimos coletazos. Bravo.

María Dolores dijo...

Si es que el chocolate da mucho de sí y más el helado, incluso puede proporcionar cambios de temperatura. Y pensar que dicen que engorda, están todos equivocados, engordamos con el placer que nos proporciona. Lástima que el ordenador no sea tan inteligente como dejarme coger una bolita de esas. Bueno, me conformo con un trocito de chocolate con almendras.

Gracias,

Loli.

Equilibrista dijo...

¡Tan bueno como el helado! :)=