jueves, 12 de septiembre de 2013

CÁRCELES DE DOS ACERAS


Las tetas de mamá.
Enfilar Sagasta doblando la de Cervantes y encontrarle en la esquina: con hechuras de putero a diez euros la fiesta, empalmes de cigarrillo y un embarazo de nueve meses. 
Su pelo sí, eso sí, aquel negro y espeso que pasaba bajo mi balcón; los andares de guapo de barrio...
Aún conservo los doce años enlatados en un diario chico, aquellas edades de trenzas y latigazos en el vientre, las vueltas a la Plaza de San Antonio para encontrarle o no, los ensayos de besos en la almohada, la frustración de no ser la rubia aquella...

Podría haber sido un Don Ignacio, si lo hubiere deseado, un Nachete quizás, como otro cualquiera o un Nacho moreno y mujeriego de los que atacan a la yugular y derrumban emperatrices: cualquier cosa digna.

Me miró, eso me llevo; un regalito a destiempo. Yo deslié una sorpresa, la huída y cerré los ojos.
Allí, cerca, la casa de mamá: "Salvaora", recuerdo.

2 comentarios:

Equilibrista dijo...

Amores imposibles y sus evoluciones. Sigues reafirmando tu estilo. Ameno de leer y sugerente. Me gustó, Chari. Saludines

Cuenticiente dijo...

¡Besotes, Deivid!