Leyenda apócrifa.
¿Tu has visto girar el sol como un molinillo de papel?, se va buscando las vueltas para no dejar pasar la noche. El año entero lleva intentándolo tratando de que la sombra no le borre su recuerdo.
Ocurrió aquella madrugada cuando se iba la noche. Sabía que era el día más largo del año y trataba de domeñar toda aquella energía que había acumulado para irla desplegando como alas que acarician el aire por el que se deslizan. Últimamente su ritmo biótico respondía a impulsos no programados, a ritmos dicotómicos a los que nos estaba acostumbrado. Vómitos espasmódicos le vaciaban de energía lo que recalentaba la Tierra fuera de temporada y le dejaban exhausto las siguientes semanas, lo que hacía tiritar hasta las piedras. No quería repetir esa secuencia que le dañaba y que, además, le había destronado. Había gozado del favor de los seres que pululaban la Tierra acompasándose a las estaciones en las frecuencias que lo iban necesitando. Pero desde hace un tiempo se iban distanciando porque no estaba cuando lo buscaban y aparecía cuando no lo requerían. Ya no le imploraban con plegarias su energía vivificadora, ni bailaban enloquecidos cuando la recibían.
Por eso, aquella mañana estaba dispuesto a volver a ser el dueño del mundo, a recuperar la relación simbiótica con los elementos a los que cargaba de vida y sin los cuales su existencia carecía de sentido.
Y comenzó a girar y girar para que la luz se deslizara entre los rayos y apaciguara su velocidad envolviéndose en el remolino que la impulsaba. ¡Qué placer volver a deslizarse por las superficies y retener el tacto de la materia: rugosa o suave, húmeda o seca, tibia o fría!, ¡Qué delicia hacerla traslúcida o jugar a colorearla!. Volvía a recrear el mundo cada día, a experimentar el vértigo de la creación, del renacer.
Comenzó a colorear de malvas una gota de agua que se deslizaba por una piel sedosa. No lograba retenerla, se posó en un brazo. Unos inmensos ojos verdes como la mañana miraron el encantamiento y se abrieron en una sonrisa que trasformó el reguero infinito del sollozo que los anegaba en una fuente de surcos multicolores. Besó una a una esas lágrimas encantadas.
Desde entonces, cada año espera dando vueltas y vueltas volver a besar las lágrimas encantadas que son desde entonces la justificación de su existencia.
(Sigamos con los anónimos dado que nuestra compenetración hace que nuestros textos sean intercambiables).
4 comentarios:
Seguimos con los anónimos... ¿Y seguimos también con el juego de intentar encontrar al autor o autora? Si es así, yo me decanto (que palabra más bonita, decantarse, como si para pensarlo nos tuvieran que encerrar en una botella de cuello ancho y allí reposáramos nuestros pensamientos antes de soltar nuestra elucubración...), pues eso, yo me decanto por Fita, creo que es de ella, pero como dije en el anterior juego; sea quien sea el autor o autora, ha sido una delicia leerlo.
Antoñín
Comparto lo delicioso, lo he leido tres veces para darme el gusto de saborearlo. !Que bien escribes! ¿Antoñin?...
jose maría
Antoñin, ¿andas tú detras de esto?.
Pilar
Yo también me decanto como Antoñín por Fita, aunque reconozco que no me sorprendería que fuese cualquier otro. Y eso me encanta, porque el texto es una delicia, y demuestra que en esta Escuela hay nivel, ¡muuuucho nivel!
Se anima el verano.
Nos vemos en el árbol compañeros.
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