viernes, 28 de noviembre de 2008
¿Relato fantástico?
Quisiera escribir un cuento
Con dragones y esperpentos
Con princesas secuestradas
Que no les salve su hada
Quisiera escribir historias
Que conserven las memorias
Que la gente al recordarlas
Se estremezca al contarlas.
Quisiera saber de monstruos
Que inspiren un gran terror
Y de sus fauces desprendan
Fuego purificador
Quisiera hablar de los pueblos
Que creyeron en quimeras
Y más tarde despertaron
Con las verdades certeras
Quisiera poder contar
Cosas crueles y horrendas
De esas que años después
Conforman nuestras leyendas
Cosas que inspiren temor
De carácter tremebundo
Para que con su pavor
Hagan mi cuento fecundo
Quisiera ser un poeta
Que cante sus profecías
En espera de que el tiempo
Me convierta en un mesías
Pero yo, soy el que soy,
No me gusta lo fantástico,
Hago de la realidad
Algo que resulte práctico
Por eso, yo no podré
Escribir esas historias
He de esperar que la vida
Me las entregue en su noria
Que me ofrezca estos cuentos
Que servirán de alimento
A mi escasa fantasía
Al menos durante un día
Y luego, de nuevo al tajo
A vivir de mi trabajo
Que para ver crueldades
Hay suficientes maldades.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
Alberto Porlan
Hoy ha sido una noche de lluvia y frío.Una noche de otoño que llama implacablemente al duro invierno; pero también ha sido una noche calida, y digo calida porque la poesía de Alberto Porlan es puro fuego capaz de abrasar las mentes más gélidas.
Hoy el poeta nos ha encendido la conciencia con un profundísimo texto que dice “todo” en un puñado de cuartillas desgarradoras. Hemos tenido el honor de conocer a una de las voces más honestas de este país. Desde este rincón nuestro quisiera dar las gracias a Alberto Porlan, por bajar hasta nuestra guarida y deleitarnos con la música de su verbo. A nosotr@s nos consta el gran esfuerzo que ha hecho Alberto, ya que debía regresar a Cádiz a toda prisa, para la presentación en
Gracías Alberto, en nombre de la escuela de letras libres.
ANTONIO FASSA.
martes, 25 de noviembre de 2008
Alberto Porlan
Parece ser un acontecimiento lo suficientemente importante para contar con la asistencia de todos.
Hasta mañana,
viernes, 21 de noviembre de 2008
Crimentales
Y aquí les dejo el enlace de uno de sus artículos para que sirva de muestra (sólo es uno de tantos):
jueves, 20 de noviembre de 2008
JUAN
LUIS CERNUDA
UN ESPAÑOL HABLA DE SU TIERRA
Las playas, parameras
al rubio sol durmiendo,
los oteros, las vegas
en paz, a solas, lejos;
los castillos, ermitas,
cortijos y conventos,
la vida con la historia,
tan dulces al recuerdo,
ellos, los vencedores
Caínes sempiternos,
de todo me arrancaron.
Me dejan el destierro.
Una mano divina
tú tierra alzó en mi cuerpo
y allí la voz dispuso
que hablase tu silencio.
Contigo solo estaba,
en ti sola creyendo;
pensar tu nombre ahora
envenena mis sueños.
Amargos son los días
de la vida, viviendo
sólo una larga espera
a fuerza de recuerdos.
Un día, tú ya libre
de la mentira de ellos,
me buscarás. Entonces
¿qué ha de decir un muerto?
Agenda a dos voces
Programa: http://www.tertuliaandaluza.com/agenda/ix-seminario-de-la-fundacion-fernando-quinones/
Segunda voz: ¡¡¡¡No faltéis!!!!
David
lunes, 17 de noviembre de 2008
Recordando sonidos
Ra
jueves, 13 de noviembre de 2008
DON MANUEL
Lo que sonaba en su clase y no lo olvido era su larga regla de madera.
Voy a intentar que este poema esté junto con otros en un pequeño librito en el que quiero recoger los recuerdos vivos de mi niñez en el pueblo que está desapareciendo.
DON MANUEL
Era un traje de franela
Negro como el pellejo de toro
En el que vivía un hombre
Ya muy viejo, triste y solo.
Era una camisa blanca
Almidonada hasta el cuello
Por donde asomaba el hombre
Su cabeza de mochuelo
Con anteojos caidos
Y también poquito pelo.
Era enterito flacucho
Desde los pies a las muelas
Era bajito y pachucho,
Era el maestro de escuela.
Ay ¡ los ojos de Don Manuel
Eran dos nueces por fuera!.
Don Manuel tenía su mesa,
Su sillón y su pizarra
Y una regla de madera,
Que sonaba y que sonaba,
Que jamás se le rompiera
Por más dedos que cascara.
Era callado el maestro,
Enseñaba por decreto
Y aquel que no le acatara
Que hablara o se despistara
Se ganaba un Cosqui inmenso:
Con el nudillo de un dedo,
Del corazón y no otro,
Sobresaliendo en el puño,
Don Manuel no lo pensaba,
Lo plantaba en la cabeza
Del elegido de turno
Y apretando el corazón
Y mordiéndose la lengua
Giraba el puño despacio
Resbalándolo hacia afuera.
Era el maestro más viejo
De los tres que había en el pueblo
Era temido y querido,
Era pícaro y era bueno.
Don Manuel dormía la siesta
Con el cachete en la mano
Y los niños de testigo.
- ¿Don Manuel, puedo salir?-
Se aprovechaba un listillo
Viendo como la cabeza
Del peso se le caía-
- ¿Don Manuel, puedo salir?
Y el maestro sin querer
De un súbito cabezazo
Siempre decía que sí
Y se le daba el cobazo.
Ay! Don Manuel,… Don Manuel,
Quien te ha visto y aún te ve
Te recuerda como ayer.
Era un traje de franela
Como el pellejo de toro,
Ya algo viejo, negro y solo.
Gracias por hacerme sentir a mi mismo con vuestro aplauso de ayer.
Fue muy bonito.
un saludo.
moy.
"María Cadena"
Yo era pequeña, muy pequeña y el miedo grande, muy grande. Por las noches me dormía presintiéndolo detrás de unas cortinas, en el hueco de una puerta entreabierta, en el interior de mi cabeza y en la oscuridad de mis asustadizos ojos cerrados. Yo era pequeña y ya lo oía. Era un sonido chirriante, de helárseme la sangre, de erizárseme el pelo, de picarme todo el cuerpo,. Era el chirriar de unas cadenas que venían a por mi, que venían a llevárseme, sabe dios si al infierno o a otro sitio aún peor. Era el espeluznante sonido de “ María cadena”.
Había un corredor siempre oscuro por donde fluía hasta mí ese estremecedor ruido. El corredor terminaba en un patio cubierto, en él unos fogones a carbón, algún mueble ya muy usado, un lavadero y un pozo, todo comunitario, era todo lo que allí había. Sabía que aquellos férreos quejidos procedían de aquel pozo que solo podía imaginármelo negro como la boca de un lobo porque nunca lo vi. Nunca lo vi hasta aquel día, hasta aquel tristísimo día.
Mi madre aprovechaba ese tétrico sonido para asustarme, para mantenerme siempre controlada, para que no saliera a la calle a deshoras. Ella no sabía el miedo que me daba, ni el daño que me hacía. Disfrutaba amedrentándome, arrebujándome entre sus brazos para ampararme mientras me metía miedo, mucho miedo. Nada más comenzar a oírse ese lento grillear de cadenas yo corría a buscar los apretujones de mi madre y siempre le preguntaba lo mismo, quién es mamá, quién es, y siempre me daba la misma respuesta, es "MARIA CADENA, QUE VIENE A LLEVARSE A LAS NIÑAS QUE NO SON BUENAS".
A veces cambiaba la cantinela y a mis preguntas miedicas me decía con voz de ultratumba, “DE LAS DOCE A LA UNA CORRE LA MALA FORTUNA”, y ya no sabía dónde meterme. Nunca se me ocurrió ir al pozo hasta aquella vez cuando se empezó a escuchar un lloriqueo como de niño chico, de muchos niños chicos.
Mi hermana, aún más pequeña que yo, sí parecía asustada hasta que nos dimos cuenta que se trataba de gatos, gatitos llorando, gatitos ahogándose, ahogándose en el pozo.
Antes para deshacerse de tantos animalitos que no se querían o que no se podían mantener,( ya era bastante con una prole de niños), se metían a las crías en un saco y sin contemplaciones se le tiraban a un pozo o al río.
Aquella noche pudo más mi pena que mi miedo y aunque oía en mi interior aquel maldito ruido salí corriendo para enfrentarme a “María cadena”. Intenté quitarle de sus garras de mojoso hierro a aquellos llorones gatitos. Con un palo arañé el alma de agua de aquella imaginaria bruja del pozo pero no pude evitar que se tragara aquel saquito con todo su llanto y también con un montón de mis lágrimas. Entonces lo vi, aquel pozo no tenía soga sino una cadena vieja que destrozaba el silencio, que siempre que sonaba me hacía tiritar de espanto. Desde aquella noche, aunque guardo sin querer ese sonido dentro de mi ser, no he vuelto a sentir miedo de “María cadena”, ni a soñar nunca más con ella; pero sigo recordando a aquel pozo cada vez que oigo el triste lamento de un gato.
Y esto es todo por ahora.
un saludo.
moy.
miércoles, 12 de noviembre de 2008
EL VIAJE SOÑADO
Algunos miembros de la comunidad, se hacen visibles para que todo transcurra según la norma. Así, el rector, con su casi imperceptible renqueo, pasea bajo los pórticos que sirven de antesala al campo de deportes, leyendo su pequeño breviario. Un clérigo joven, se alinea en uno de los equipos de los alumnos mayores y con su sotana remangada, se afana como el que más, en dar patadas al balón. Los dos coadjutores, conversan animadamente mientras pasean por la periferia del patio, a resguardo de un posible pelotazo. Parecen distraídos con sus asuntos, pero están siempre vigilantes.
Prohíben por lesivo, el contacto entre alumnos de diferentes edades, el echar el brazo sobre el hombro del compañero lo consideran rechazable y en los recreos es obligatorio jugar no vale pasear o conversar.
<< El niño que no juega en el patio, o está enfermo del cuerpo o lo está del alma. Si está enfermo del cuerpo debe ir a la enfermería, y si lo está del alma al confesionario>> esta máxima la repite machaconamente el cura responsable de la disciplina cada viernes, en la lectura de las notas de conducta. Son guardianes de la pureza de sus pupilos, pero mi connatural insomnio, me descubre su repugnante doble moral.
Aunque negado y desganado para jugar a la pelota, el miedo a las repercusiones de una mala nota en conducta, me conmina a dar algunas carreras de simulación. Un conocido pitido en la lejanía me detiene, subo a los tres alargados escalones de cemento que hacen de gradería, para salvar la tapia que circunda el colegio y veo en lontananza avanzar el tren. Lo contemplo absorto durante el trayecto hasta su parada en la estación, a pocos metros de donde me encuentro, va en dirección a Cádiz. Por un momento sueño con estar dentro y en media hora regresar a mi entorno con los míos, así como jugando con mis amigos a lo que me gusta. Ahora el silbido atiplado del ferrobús anunciando su partida, me devuelve a la terca realidad. La pena comienza a hacerse patente en mis ojos, pero me trago las lágrimas; soy un hombre, en mis útiles de aseo, mi madre, como indicaba la circular, me ha incluido los avíos de afeitar, aún no los he usado porque no me crece la barba, pero ya soy un hombre y los hombres dicen, que no deben llorar.
JUAN
Onomatopeya II
Escuchad golondrinas espaciales
de sabor un tanto amargo.
Escuchad esta perorata infame
de ruidoso silencio
y de audiciones de retablos,
o de música angelical
a punto de interrumpir el tin tin,
de la pertinaz campanilla
con sonido a eucaristía,
tin tin tin tin tin tin tin tin tin.
TALGO, EXPRESO, RAPIDO. Vía dos.
La entrada apabullante
de la férrea serpentina lejana,
que aflora su ensordecedor
saludo de armonía nocturna.
Esta última estación
que sigue ávida de fútbol y jazz,
que pasa el tiempo bebiendo,
comiendo, fumando y rezando,
con tal de no morir pronto,
como lo hiciera el gran galán
o el amigo encontrado.
RRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR.
Bisagras nefastas de ataúdes,
escuchad mi antisermón que, hoy trata
sobre las emisiones de dolor
y sobre la atención prestada.
¡¡¡Ambos pecados distan de veniales!!!
¡¡¡celebrémoslo escuchando
algún saxo tenor de algún festival!!!
alguna melodía quebrada,
o algún zapatero a tus zapatos.
Chucu chucu chucu chucu chucu chucu chucu chucu chucu.
Adiós convoy, o mejor dicho,
adiós sonido mentiroso.
Chucu chucu chucu chucu chucu chucu chucu chucu chucu chucu chucu.
Piiiiiiiiiiiiiii piiiiiiiiiiiii piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
Quiquiriquí quiquiriquí quiquiriquí.
Y al fin llegó
pronto
el acero.
Antonio Fassa.
lunes, 10 de noviembre de 2008
Redobles de campanas
El clima de ese pequeño pueblo segoviano era continental extremado, es decir mucho frío en invierno y mucho calor en verano, eso solían decir los lugareños, pero lo cierto es que en pleno mes de agosto la canícula apretaba al mediodía, pero al atardecer se dejaba sentir el frescor de la cercana sierra de Guadarrama, de modo que todas las madres nos hacían cargar con algún tipo de rebeca cuando salíamos a jugar.Los domingos se celebraba la Santa Misa, que era un acontecimiento social, pues todo el mundo se ponía sus mejores galas. Los hombres sus trajes de pana (en pleno verano) y la camisa blanca desabotonada, porque tan pronto se metiera la familia en la iglesia, ellos se refugiaban en el casino del pueblo, situado en la misma plaza mayor, justo enfrente de la iglesia, a trasegar unos vinos y jugar unas partidas de dominó o tute. Las mujeres con su segundo mejor vestido (el primero se reservaba para la patrona el 15 de agosto), con las piernas enfundadas en medias pese a la calor y los brazos embutidos en unos “manguitos”, ya que el cura no permitía lucir carnes en el interior de la iglesia, en la cabeza un piadoso velo recogía las pocas melenas que en la época se gastaban..La Santa Misa se celebraba oficialmente a las 12 del mediodía, el momento de más calor, pero no era de extrañar que el cura se retrasase, ya que previamente se había acercado a oficiar en otro pueblo cercano que carecía de sacerdote asignado, por lo que si le surgía algún imprevisto el pobre hombre iba ya toda la mañana a marchas forzadas, por ello, para avisar de alguna forma a los vecinos de que ya estaba en el pueblo e iba a dar comienzo la Santa Misa, se llamaba al culto mediante el tañido de las campanas de la iglesia, que hacía sonar tres veces con un intervalo aproximado de 5 minutos entre cada tanda de campanadas.
Era en esos momentos, cuando en mi casa se vivía una situación muy particular, que se repetía invariablemente todos los domingos, pese a su absurdo. Al tocar “las primeras”, mi madre le gritaba a mi hermana, cinco años mayor que yo, que entonces vivía en su más desarrollada “edad del pavo” y tardaba en acicalarse más de media hora, mientras lanzaba juramentos contra el cura, la iglesia y todo lo que sonase a religión que le obligaba a disfrazarse de forma tan poco adecuada con el clima:
"Niña!! date prisa que ya son las segundas!!"
Que no, mamá!!, siempre igual, que son las primeras!!, que luego llegamos pronto y estamos allí como pasmarotes!!
Que no!, que son las segundas, ¿no ves que ya son casi las doce?
Y dale!, pues yo no puedo correr más, total con llegar antes del evangelio….
Pero que cosas dices,! vamos aligera.
Al siguiente toque, se repetía la escena decantando una unidad:
Niña, las primeras!!, ¿a que te quedas en casa?
Mamá!!, son las segundas, no seas plasta, que todos los domingos haces la misma escena y estás ya muy pasada.
Y así, las apacibles mañanas de domingo, se convertían en un sarao familiar con la consecuencia de que una de las dos, o ambas, ya estaban de morros hasta la hora de la comida. Mientras, mi padre, astutamente, se había perdido diciendo que ya nos veía en la plaza, lo cual nunca llegaba a ocurrir hasta la salida de misa:
¿Dónde te habías metido?, le increpaba entonces mi madre
Mujer, no puedo dejar a los vecinos que se interesan por nosotros con la palabra en la boca, para dos meses al año que venimos por aquí…..de todas formas entré a tiempo y estaba atrás, con los hombres,….
Porque esa era otra característica, los hombres se colocaban al fondo de la iglesia en bancos y las mujeres y los niños en la parte delantera, en declinatorios previstos para que pudieran arrodillarse a su gusto.El sonido de las campanas, todavía hoy, me evoca aquellos domingos segovianos y la alegría de la voz de mi madre, porque al fin y al cabo, ese era su pueblo, en el que había nacido y donde se había criado antes de irse a la capital. Tan solo queda un recuerdo más dramático del tañir de campanas, era cuando lo hacían a medianoche, sin aviso, llamando al pueblo con urgencia, cosa que solía suceder por lo menos una vez cada verano. Era señal de que había surgido un incendio en el cercano pinar y era menester que todos los varones adultos se trasladaran a ayudar en las labores de extinción del mismo, pero ese sonido queda archivado por el alegre repiqueteo dominical de primeras, segundas y terceras, todo un manjar auditivo.
José María
viernes, 7 de noviembre de 2008
L evitando olores por alegrías
B añando mis sienes adomercidas
A vivando la dicha entumecida
H ilvanando los surcos de mi risa
A somasteis a mi olfato virginal
C onectándome a la tierra
A pretujándome a la existencia
Fita.
Agua
El agua es incolora, inodora e insípida
¡Anda ya!
Bebe, bebe, es agua potable. Bebe despacito, retrasando el trago en la boca, tactilándola con la lengua y el paladar… ¿A que ya va oliendo? No notas como arrastra su perfume de cieno, su esencia de alma desterrada, sus óxidos de tiempo consumido. No te gasifica el olfato el olor a cloro de olvidos y te perfuma el cerebro ese aroma a vida de cañería, a sórdida existencia encauzada que arroja su pestilencia de ahogada a intervalos espasmódicos del grifo que la libera.
Fita.
Comparto con vosotros estos olores que no so memoria de pasado sino de presente.
LA HERENCIA
-Ponte esto mismo, Raquel, fíjate si tendrá años, era de tu abuelo Sánchez.
Y antes que lo mencionara le olió, le sintió, le recordó cogiéndola entre sus ásperas manos, sonriendo hacia el aire mientras la zarandeaba, enseñándole las lagunas que habitaban entre dientes y muelas, ausencias testigos de un longevo pasado.
Se colocó la prenda para salir, agolpandose así los tomates recién calentados, el alpiste que caía lentamente de las jaulas de canarios, la bahía penetrando por las ventanas del décimo piso, el interminable pasillo que comunicaba las habitaciones con el salón...olió el alma de aquel anciano, aun después de estar lavado seguía impregnado de su ser. Mientras subía el cuello para saborearlo mejor supo que nunca desaparecería su aroma...su herencia.Copio y pego desde mi blog, como me habeis pedido.Ra
Cañonazos
–¡Virgen del amor hermoso! ¿Eso qué es, un terremoto?
–¿Qué terremoto ni que niño muerto?
–¿Pero no lo has escuchado, o qué? ¡Si han temblado hasta los cristales!
– ¡Ah, eso! Qué ‘exagerá’.
(((((((((( ..........Buuuummmmmmmm.......... )))))))))))
–¡Otra vez! ¡Corre, no se vaya a caer la casa!
–¿Qué dice, ‘mujé’? ¡Si esos son los militares!
–¿Los militares? Qué militares ni ‘ná’, niño, ¿estamos en guerra acaso?
–Los de Santi Peeetriiiiii, con las prácticas, ‘joé’.
(((((((((( ..........Buuuummmmmmmm.......... )))))))))))
–¡Madre mía! Pero cómo podéis aguantar esto, si retumba todo el suelo. Cualquier día tenemos una desgracia.
–Psha. Como siempre.
–Ya se podían ir a pegar tiros a otra parte. ¿No tenéis miedo de que se les escape uno para acá?
–Nunca a ‘pasao ná’. Ellos sabrán lo que hacen...
(((((((((( ..........Buuuummmmmmmm.......... )))))))))))
–¡Ala, a mí me van a matar del susto! Y mira la abuela, ni se inmuta. Ella tan tranquila. ¡Abuelaaaa! Diga algo, mujer.
–Qué sabrán ustedes lo que son cañonazos.
–¿Y eso?
–Sí, tú anímala.
–Entonces no habían cristales que temblasen, pero nunca sabíamos si el siguiente iba a ser el último para nosotros.
-¡Qué cosas!
(((((((((( ..........Buuuummmmmmmm.......... )))))))))))
miércoles, 5 de noviembre de 2008
LA ESPUMA QUE NO CESA
LA ESPUMA QUE NO CESA:
Querría saber si el tiempo,
despiadado amigo,
al igual que la ingrávida Luna,
poseía el mismo y extraño don…
de la fuerza física de las olas…
Querría saber si podría arrastrarme…
… más allá de su atracción celeste,
de la tormenta y mis sentidos,
vomitando
tu venusina espuma de mi boca.
Querría saber…
… si soy de agua,
o de cristal,
o de coral,
o de tan solo piedra corroída,
donde habitan otros seres submarinos…
burbujeándote poco a poco a la superficie
de estas viles endorfinas que me ahogan…
que me agarrotan, que me hacinan
a la deriva…
Ya…
no tengo asilo ni en mi mente
y como barco sumergido
me despido…
narcóticaticamente
de mí…
No podría ser de otra manera,
quién atentaría a despedirse de ti,
igualmente…
y sin embargo…
cual autómata rabo de lagartija,
sigue supurándome la vida:
Afanándote,
regurgitándote
a través de esta carne
y de su herida,
a través de estas venas corales,
y otras estructuras moleculares,
de arterias coronarias en piedra viva.
No, no soy de piedra,
tampoco sé si vivo,
blanco, como el coral muerto, soy,
perdido,
trocado, naufragado,
abortado de tu vientre
en el pálido y reseco rostro del sílice
donde van a parar los fieles y amantes
del anhelo de los soñadores,
de las sílfides sangrientas,
de los hambrientos interfectos,
y las manos descubiertas.
Allá donde se postraron las valientes rodillas
de Odiseo, Perseo, Morfeo o Eneas, voy.
Allá donde a todos les llega la hora suprema,
como a los anónimos muertos de guerra,
como a los poetas muertos,
como a la poesía muerta.
Allá donde el solo dolor se esmera.
Allá donde solo quedan las tardes silenciosas,
los niños felices, las canciones agoniosas.
Allá donde solo se recrea este réquiem de dolencias,
el cuento de tu vida y la elegía de mis penas.
Allá donde solo resta el amor que nos queda,
las sombras del reloj…
y la espuma…
… que no cesa.
POR: Julio C.M. (Entremispalabras)
martes, 4 de noviembre de 2008
Olores
Este metro está tardando demasiado en pasar por aquí. Es curioso el hedor que desprende las tripas de esta ciudad subterránea, muy curioso si, muy curioso… Creo que es el único olor que permanece en Madrid desde la primera vez que visité la ciudad con mis padres, hace ya treinta y tres años. Es tan curioso, es como regresar en un instante a mi pasado más remoto. Olores, olores.
Este hedor, este hedor a soterramiento agónico y a transporte barato, sigue aquí implacable, inalterable e inamovible como una vieja catedral, este hedor que comienza en la boca del metro adentrándose por los intestinos más recónditos de la capital.
Este metro está tardando demasiado en pasar por aquí. …y este hedor, este hedor equitativo y justiciero que no entiende de clasismos urbanos, este olor a metro que abofetea con fuerza a Vallecas o a Moncloa, sin importarle lo más mínimo el caché de su distrito. Enmascarando el sutil perfume de la calle Goya o el olor a pobreza de Carabanchel.
Este metro está tardando, este metro está tardando… Olores, olores, olores… Me asaltan los olores, los olores de mi niñez, y sigo recordando con el olfato en una sobredosis de nostalgia que me hace rescatar el asombro perdido. Y recuerdo, y recuerdo… y recuerdo el olor del interior de los taxis, y me viene a la mente aquel SEAT 1500 negro, de franja roja y baca aparatosa… Olor a taxi, si, olor a taxi. Y esa fragancia, mitad dulzona, mitad severa que emanaba de mi padre, cuando se acicalaba al atardecer, Barón Dany, Barón Dandy. Era la antítesis de ese otro olor a factoría que desprendía hasta las tres de la tarde, a factoría si, a factoría, algo así como acero de barco en fase embrionaria.
El metro de Nuevos Ministerios seguro que lleva retraso. ¡Coño si que tarda! Maldita sea. Olores, olores, olores. A veces pienso que el hedor y la fragancia despierta nuestra memoria, aletargada, por culpa de nuestras mentiras adultas.
Olor a pegamento California, cuando existían zapateros, olor a loción de afeitado, cuando existían barberos, olor a hojas, cuando existían árboles. Olores, olores… Olor a cebo y aparejos de pescar, peste y fragancia al mismo tiempo, entre lo húmedo y lo salado; pero en cualquier caso delicioso, olor a cochinera y trigo, cuando las ciudades dormitorios eran pueblos.
No tomaré este puto metro, me quedaré aquí, oliendo.
Antonio Fassa
domingo, 2 de noviembre de 2008
Luis Felipe Comendador
sábado, 1 de noviembre de 2008
UN AROMA INOLVIDABLE
Salíamos del colegio al mediodía, contentos por abrazar por escasas horas la libertad, ya que por la tarde el pupitre nos aguardaba de nuevo. El escape en tropel con juegos, gritos y cantos, solía estar acompañado por un peculiar tintineo de fondo. Este sonido se nos iba acercando poco a poco hasta rebasarnos, ya que nosotros no teníamos prisa éramos libres, y como niños acostumbrados a estar en la calle, exprimíamos el tiempo, para evitar meternos entre las cuatro paredes de nuestras casas.
Un caballo gris, taciturno, hacía sonar con su paso las múltiples campanillas que colgaban de su arnés, mientras tiraba de un carro blanco cerrado, rotulado con artísticas letras rojas. Siempre se cumplía el mismo ritual: obediente a la indescifrable orden del carrero, el equino se paraba al final de la calle; acto seguido, el hombre abría las puertas del carruaje sacando de su interior de manera mecánica, la mercancía que guardaba.
Mi alimentación matinal, consistía en un desayuno huérfano de florituras: café engañado con malta, al que acompañada con una rebanada de pan con manteca colorá. A las once, el tentempié que nos daban en el colegio, consistente en un trozo anaranjado de queso americano y un vaso de leche en polvo de la misma procedencia. Recuerdo que la masa informe a la que llamaban queso, venia envasada en unas latas grandes doradas y serigrafiadas en negro con el dibujo de dos manos entrelazadas, con la bandera de los Estados Unidos al fondo y con una leyenda que hacía mención a la ayuda del pueblo norteamericano. En un gran barreño de cinc, la señora encargada de estos menesteres diluía unos sacos de polvo amarillento que mágicamente al instante se convertía en leche.
Con semejante sustento en el umbral de la adolescencia y a esa hora, pasar junto al carro de
JUAN