Como dije en el taller los sonidos que recuerdo en mi infancia están asociados a vivencias que prefiero no revivirlas. Así que hablando con Beni, esposa de quien os escribe, me contó una historia de su niñez, de una casa vieja,de un pozo, de un sonido de cadenas, quiza de una bruja; en fin mejor paso a relatarlo:
Yo era pequeña, muy pequeña y el miedo grande, muy grande. Por las noches me dormía presintiéndolo detrás de unas cortinas, en el hueco de una puerta entreabierta, en el interior de mi cabeza y en la oscuridad de mis asustadizos ojos cerrados. Yo era pequeña y ya lo oía. Era un sonido chirriante, de helárseme la sangre, de erizárseme el pelo, de picarme todo el cuerpo,. Era el chirriar de unas cadenas que venían a por mi, que venían a llevárseme, sabe dios si al infierno o a otro sitio aún peor. Era el espeluznante sonido de “ María cadena”.
Había un corredor siempre oscuro por donde fluía hasta mí ese estremecedor ruido. El corredor terminaba en un patio cubierto, en él unos fogones a carbón, algún mueble ya muy usado, un lavadero y un pozo, todo comunitario, era todo lo que allí había. Sabía que aquellos férreos quejidos procedían de aquel pozo que solo podía imaginármelo negro como la boca de un lobo porque nunca lo vi. Nunca lo vi hasta aquel día, hasta aquel tristísimo día.
Mi madre aprovechaba ese tétrico sonido para asustarme, para mantenerme siempre controlada, para que no saliera a la calle a deshoras. Ella no sabía el miedo que me daba, ni el daño que me hacía. Disfrutaba amedrentándome, arrebujándome entre sus brazos para ampararme mientras me metía miedo, mucho miedo. Nada más comenzar a oírse ese lento grillear de cadenas yo corría a buscar los apretujones de mi madre y siempre le preguntaba lo mismo, quién es mamá, quién es, y siempre me daba la misma respuesta, es "MARIA CADENA, QUE VIENE A LLEVARSE A LAS NIÑAS QUE NO SON BUENAS".
A veces cambiaba la cantinela y a mis preguntas miedicas me decía con voz de ultratumba, “DE LAS DOCE A LA UNA CORRE LA MALA FORTUNA”, y ya no sabía dónde meterme. Nunca se me ocurrió ir al pozo hasta aquella vez cuando se empezó a escuchar un lloriqueo como de niño chico, de muchos niños chicos.
Mi hermana, aún más pequeña que yo, sí parecía asustada hasta que nos dimos cuenta que se trataba de gatos, gatitos llorando, gatitos ahogándose, ahogándose en el pozo.
Antes para deshacerse de tantos animalitos que no se querían o que no se podían mantener,( ya era bastante con una prole de niños), se metían a las crías en un saco y sin contemplaciones se le tiraban a un pozo o al río.
Aquella noche pudo más mi pena que mi miedo y aunque oía en mi interior aquel maldito ruido salí corriendo para enfrentarme a “María cadena”. Intenté quitarle de sus garras de mojoso hierro a aquellos llorones gatitos. Con un palo arañé el alma de agua de aquella imaginaria bruja del pozo pero no pude evitar que se tragara aquel saquito con todo su llanto y también con un montón de mis lágrimas. Entonces lo vi, aquel pozo no tenía soga sino una cadena vieja que destrozaba el silencio, que siempre que sonaba me hacía tiritar de espanto. Desde aquella noche, aunque guardo sin querer ese sonido dentro de mi ser, no he vuelto a sentir miedo de “María cadena”, ni a soñar nunca más con ella; pero sigo recordando a aquel pozo cada vez que oigo el triste lamento de un gato.
Y esto es todo por ahora.
un saludo.
moy.
3 comentarios:
Pozos, pozos, pozos... que sugerentes!! Son los entresijos profundos de nuestra memoria. Me ha encantado Moy.
Antoñín
Os ha dao por los pozos a ustedes, ¿eh?, a tí, a Antoñín... desde luego tienen muuuucho juego. Me ha encantado el relato, Moy.
Me ha vuelto a gustar Moy, ahora que lo leo pausadamente. Hay que ver lo bien que está descrito la atmósfera, un relato de miedo, con esos pozos que son como las cavernas de lo irracional y lo salvaje. Pero a la vez tiene ese regusto amargo y crítico con cosas censurables. Pobres niños y pobres gatos.
David
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