Aún recuerdo con cariño a mi antiguo maestro de escuela. Era un maestro más de señalar en la pizarra y en el libro que de hablar, más de mandar con los gestos que con la boca, pero recuerdo que su voz era dulce y vieja.
Lo que sonaba en su clase y no lo olvido era su larga regla de madera.
Voy a intentar que este poema esté junto con otros en un pequeño librito en el que quiero recoger los recuerdos vivos de mi niñez en el pueblo que está desapareciendo.
DON MANUEL
Era un traje de franela
Negro como el pellejo de toro
En el que vivía un hombre
Ya muy viejo, triste y solo.
Era una camisa blanca
Almidonada hasta el cuello
Por donde asomaba el hombre
Su cabeza de mochuelo
Con anteojos caidos
Y también poquito pelo.
Era enterito flacucho
Desde los pies a las muelas
Era bajito y pachucho,
Era el maestro de escuela.
Ay ¡ los ojos de Don Manuel
Eran dos nueces por fuera!.
Don Manuel tenía su mesa,
Su sillón y su pizarra
Y una regla de madera,
Que sonaba y que sonaba,
Que jamás se le rompiera
Por más dedos que cascara.
Era callado el maestro,
Enseñaba por decreto
Y aquel que no le acatara
Que hablara o se despistara
Se ganaba un Cosqui inmenso:
Con el nudillo de un dedo,
Del corazón y no otro,
Sobresaliendo en el puño,
Don Manuel no lo pensaba,
Lo plantaba en la cabeza
Del elegido de turno
Y apretando el corazón
Y mordiéndose la lengua
Giraba el puño despacio
Resbalándolo hacia afuera.
Era el maestro más viejo
De los tres que había en el pueblo
Era temido y querido,
Era pícaro y era bueno.
Don Manuel dormía la siesta
Con el cachete en la mano
Y los niños de testigo.
- ¿Don Manuel, puedo salir?-
Se aprovechaba un listillo
Viendo como la cabeza
Del peso se le caía-
- ¿Don Manuel, puedo salir?
Y el maestro sin querer
De un súbito cabezazo
Siempre decía que sí
Y se le daba el cobazo.
Ay! Don Manuel,… Don Manuel,
Quien te ha visto y aún te ve
Te recuerda como ayer.
Era un traje de franela
Como el pellejo de toro,
Ya algo viejo, negro y solo.
Gracias por hacerme sentir a mi mismo con vuestro aplauso de ayer.
Fue muy bonito.
un saludo.
moy.
5 comentarios:
Vuelvo a repetir el aplauso.
Ese libro merecerá la pena leerlo y releerlo. Lo espero impaciente.
Creo que todos hemos visualizado a ese maestro antiguo. Yo creo que incluso he llegado a imaginar que esquivaba sus certeros cosquis. Como siempre, me quito el sombrero Moy.
Antoñín
No te puedes ni hacer una remota idea de lo que me enrabieta no haber estado allí con vosotros y escuchar tus poemas, que envidiaaaaaaaaaaaaa, os echo de menos yaaaaaa, yo tambien quiero unos cuantos cosquis, y una copia de ese libro cuando lo termines.
Ra
Y yo, y yo. Redundo en el aplauso. Un poema entrañable, un retrato redondo. Qué me encanta eso de flacucho de los pies a las muelas. Aunque Sancti Petri esté como está ahora es una suerte poder escucharte para los que nos sentimos atraídos por su historia.
David
Aplausos....
Moy me alegra ver tu máquina de crear en plena forma.
Creo que conozco a tu maestro.
Benjamín
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