Al igual que al monje, su corazón le guía siempre hacia la caridad, así nuestro horizonte debe ser siempre la libertad, por difícil que parezca de alcanzar, por más que se aleje contra nuestra voluntad, nunca jamás debiéramos dejar de intentar, ya que nada hay imposible bajo el sol ni nada que no se pueda lograr, como aquel camello, que por el ojo de la aguja nos dijo Cristo que era capaz de penetrar. O quizás sea bueno recordar al primer homínido que le dio por buscar en el interior de la dura cáscara de la almendra para hallar el dulce tesoro al que servía de recipiente, o a aquel otro que se le ocurrió vislumbrar que la fórmula del amoniaco, con un olor tan repelente, pudiera servir para dejarlo todo reluciente.
1 comentario:
Sigues perseverando en el relato con rima y estás consiguiendo tener un peculiarísimo estilo.Adelante
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