martes, 4 de marzo de 2008

La pescadilla que se...






Nemesio vuelca el capacho maloliente sobre la tolva de la máquina trituradora. La masa pringosa formada por cabezas, vísceras y espinas de pescado se desliza desde el capacho provocando un sonoro “Chof” al contacto con el fondo del depósito.
Joselito, testigo como muchas otras veces del trabajo de su padre, coge una raspa de pescado que ha huido de la molienda cayendo al suelo y la arroja dentro sumándola a los restos que ya comienzan a ser triturados por las implacables muelas metálicas. El volante de inercia, un inmenso y macizo aro de hierro, gira sin parar dando fuerza a la máquina en el imparable triturado.
Tras el minucioso proceso de molido, secado y tostado, la masa informe se va convirtiendo en la harina de pescado que servirá de pienso para el estero. Joselito también ayuda a su padre cuando éste lo extiende a puñados sobre el agua para alimentar a lisas, doradas y robalos en una imagen extrañamente híbrida, como sacada de la Biblia, mezcla de parábolas de labradores sembrando futuras mieses y abundantes banquetes de panes y peces.
El borboteo del agua al acercarse el cardumen al festejo atrae a varios charranes que desde el aire efectuan picados impecables sobre el agua para salir luego con un pequeño pez apresado en el pico.

La campaña en la salina resulta productiva. Como casi siempre, el seco verano de levante así lo decide. Nemesio invita a todos los salineros, incluyendo a los hormiguillas, al festivo despesque del estero.
Con ramas y sepina de los muros se hace una gran hoguera, cuyos rescoldos sirven más tarde para asar las piezas recogidas. Los mismos salineros se afanan en ello con una gran red en el agua, formando un círculo sumergido en cuyo interior giran cada uno de los seres vivientes de la constelación acuática. Poco a poco van cerrando el círculo hasta centrar toda la vida en un pequeño espacio de donde extraen las piezas más grandes. Éstas son dispuestas en un cajón de madera que espera sobre una piedra de granito junto al estero; es una piedra redonda y gastada de tanto giro que durante mucho tiempo sirvió de piedra de moler en el viejo molino de mareas.
Tras la fiesta, los restos de pescado que han ido depositándose en el capacho, son llevados por Nemesio hasta la tolva mientras Joselito le sigue. Inclina el capacho sobre el depósito y una raspa de pez completa, con los ojos brillantes y redondos, cae a los pies de Joselito mientras la rueda de hierro, el volante de inercia de la máquina, gira, gira y gira sin parar.

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Antoñín


1 comentario:

Raquelilla dijo...

Antes de ver el final ya sabía que era tuyo...no sé porqué.Genial como siempre, lo escucharé esta tarde con los demás.