Tu carne olía ricamente a otoño,
a húmedas hojas muertas, a resinas,
a cítricos aceites y a glicinas
y a la etérea fragancia del madroño.
Hábil como una boca era tu coño.
Siempre había, después de tus felinas
agonías de gozo, en las divinas
frondas de tu deseo, otro retoño.
Te aflojabas de pronto, exangüe y yerta,
suicidada del éxtasis, baldía,
y casta y virginal como una muerta.
Y poco a poco, dulcemente, luego,
absuelto por la muerte renacía
tu amor salvaje y puro como el fuego.
Tomas Segovia, vivirá en sus versos y en sus besos...
3 comentarios:
Maravillosos, y publicados desde Francia son aún mas bonitos
¡Qué bien te sientan los aires franchutes, Fita!
Estás como una moto.
Un abrazo.
Qué "coño" más bien puesto. Muy bueno Fita.
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