jueves, 30 de octubre de 2008

La azotea


Como veo que todos las estáis publicando, no voy yo a ser menos. Ahí va mi aportación del miércoles. Que conste que la he dejado tal y como la escribí el miércoles en clase.

Las seis de la tarde. Termino ansioso el último bocado del medio manolete de pan con manteca colorá y azúcar de cada tarde y corro sin pensármelo dos veces hacia ese lugar de fantasía que es la azotea de mi casa, escenario vivo de cientos de batallas heroicas, testigo inmutable de decenas y decenas de apoteósicas finales de mundiales de fútbol y, en definitiva, paraíso de la imaginación y de las ilusiones de todos mis hermanos y vecinos. De todos aquellos que, al igual que yo, y como hacemos cada día, volamos hacia allá con nuestras mejores esperazas puestas en los siguientes momentos, sabedores de que serán únicos en nuestras vidas.
Nada más abrir la puerta al pie de la escalera, el río Iro, en toda su magnitud, se desborda sobre cada partícula que compone mi ser. Sopla el levante, y ese intenso color violeta mate se sobreimpresiona en mi mente infantil como por arte de magia, junto con algunas lavadoras oxidadas, neumáticos podridos semienterrados en el lodo y algún que otro reflejo inerte y flotando en el remanso de podredumbre de lo que poco tiempo atrás fue un pez.
A pesar de ser lo habitual, mi nariz no puede dejar de arrugarse por un instante, al mismo tiempo que entrecierro mis ojillos de niño inquieto y, sin dejar de saltar sobre los escalones de dos en dos, pienso instintivamente: “hoy toca jugar a los muertos vivientes que se levantan de sus tumbas para comerse a los niños.”

Quizás los no residentes en Chiclana hace algunos años no lo entiendan, pero el resto seguro que sí. Yo vivía en la misma alameda del río, a espaldas de éste.

6 comentarios:

Escuela de Letras Libres dijo...

Yo no soy de Chiclana, pero me acuerdo perfectamente del rio. Iba muy frecuentemente. Sí y había que arrugar la naris

Alfonso

genialsiempre dijo...

Yo tamppoco soy de Chiclana, pero me puedo imaginar el paisaje. Total tampoco ha cambiado tanto...

Jose María

Anónimo dijo...

Yo tampoco soy de Chiclana (que pesaitos, ¿no?), pero lo viví de chico y de grande, de hecho ahora vivo muy cerca del río, y por cierto, ¡hoy viene de lleno que da hasta miedo! Bien hilados los recuerdos, Pedro.

Antoñín

M.Luz dijo...

yo tampoco soy de chiclana ;)
bravo Pedro, ya estábamos marginando a la peste que también es un olor...

Raquelilla dijo...

La pesturria de los ríos contaminados desde luego que son difíciles de olvidar, recuerdo el olor del fango espumoso de la entrada de Cádiz, cuando iba a mariscar con mi abuelo, para trincar cangrejos, y lo ilusionada que pisaba las pompitas que emergían de sus escondites bajo tierra.

Anónimo dijo...

yo coincide contigo en que los olores del agua son de los que marcan caracter a un espacio...Fita