lunes, 30 de abril de 2007
electrónico que he mandado) para el concurso de relatos cortos que el Diario de Cádiz
fallaba el dia 23 (día del Libro).
Evidentemente no pensaba ganar pero ya voy aprendiendo.
Consistía en continuar la historia marcada abajo en azul.
Aquí os lo dejo :
Mi amigo Ramón dice que en estos tiempos que corren la televisión y los televisores vienen a ser la versión electrónica del diablo.
-¿Dónde tienen los televisores los cuernos?- le pregunto, divertido por su ocurrencia.
Me explica que los cuernos de los nuevos diablos electrónicos pueden ser perfectamente esas antenas que se colocan sobre los televisores para mejorar la imagen. Luego enciende un cigarrillo y me cuenta que hace un par de semanas tuvo la ocurrencia de enterrar su televisor portátil de diez pulgadas mientras estaban retransmitiendo uno de esos programas en los que la gente se insulta y se tira los trastos a la cabeza.
-Era una noche de plenilunio y hacía un calor sofocante -recuerda- Bajé al solar que hay delante de casa, puse el televisor en marcha y lo deposité cuidadosamente en el fondo de un pozo que había cavado aquella misma mañana al pie de un olivo. Luego empecé a echar la tierra removida encima del televisor sin que la presentadora y los concursantes se diesen cuenta. Fue así como consumé el primer televicidio de la historia...
. Sin mirar a mi alrededor marché para casa con la satisfacción del deber cumplido.
Me lavé las manos pues el electromagnetismo que me las impregnaba me hacía sentir culpable
no sé de qué. Me serví una copa, no sabría decir de qué licor, con algo de hielo y dejé mi cansado
cuerpo por el sofá mientras mi mente vagaba recorriendo la desnuda silueta de una mujer.
Cuando recobré el conocimiento, el enorme hueco que había delante de mí me conmovió y me
llenó de una alegría que no sabría descifrarla. Quizá en otro momento lo rellenaría con cualquier
objeto que me hiciera olvidar aquella caja de desgracias. No tenía prisa ya estaba todo consumado, perfectamente consumado, ¿o no?. Por un instante pensé si alguien, algún sintecho me hubiera visto perpetrar tal crimen y bajé a comprobarlo. No, nadie. Todo había salido a la perfección. A la mañana siguiente desayuné frugalmente y marché al trabajo con la conciencia como una luna llena, redonda y blanca. Pasaban los días y ya me había habituado a vivir sólo sin mas compañías que yo mismo, ninguna voz, ninguna imagen,nada. Pasado un tiempo, una tarde, en el momento justo en que el sol ocultaba su último rayo, através de la ventana de mi habitación vi como el olivo, situado en el centro del solar y mausoleo interactivo y responsable ante mi de ocultar para siempre mi televicidio, el olivo empezó a fluorescer; esto es: a emitir flaces de luces blanquecinas parecidos a los que vomita la puerta de un salón, apagadas sus luces, y con una tele encendida. Allá de donde fuera a nacer una aceituna nacía un resplandor.. El solar parecía estar encantado y el árbol un objeto terráqueo no identificado. Los vecinos comenzaron a protestar enérgicamente contra el vacío solar pero no sirvió para nada. Así estuvo el olivo toda la noche. Llegó el alba y todo acabó pero a la tarde siguiente vuelta a empezar. Unas denuncias en toda regla hicieron a la mañana siguiente que se personase la policía en la parcelación y al ver un árbol como único objeto no sabían que hacer.
Desde mi ventana vi como un oficial sugería cavar junto al olivo y al instante apareció un terroso
televisor encendido y con una imagen, la cara azulada de la presentadora del traje rojo con los ojos opacos ya y de par en par abiertos. Pero ese televisor no era el mio, ¡no podía ser posible!. Vi como seguían cavando y en varias horas el solar estaba patas arriba y aparecían exhumados cientos de televisores todos con la misma imagen en sus pantallas, unos enormes ojos verdes de una presentadora , aterrada solicitando aire fresco.
Definitivamente alguien me vió, creo. Oí pasos en mi escalera. Alguien llamó a la puerta...
-¡policía, abran por favor!
No estaba dispuesto a dejarme coger y sin pensármelo salí por la primera ventana que tenía a la
vista sin recordar que vivía en un tercer piso. Tuve la inmensa suerte de caer encima del toldo de la cafetería más grande de la ciudad pero a la vez la inmensa desgracia de aterrizar junto a los pies del agente más grande de todo el cuerpo de policía. Varios de ellos vociferaban a través de la ventana de mi piso y fuí capturado, esposado y conducido a las dependencias policiales.
Fuí acusado de ser el primer televicida de la historia, de crear un precedente criminológico
con el agravante de difusión y de no sé cuantas estupideces más. Mi abogado de oficio no salía de su asombro y me pintarraqueó el futuro de un negro espeso. Me dijo que alegaría enajenación
mental para poder obtener algo de tiempo y de reducción de condena. Aún no sé si fue una deci-
sión afortunada, ¿o sí?. Estoy hecho un lio, estas manos me aprietan tanto...
No pude ser inculpado directamente de ningún tipo de delito mayor. Los departamentos judiciales no sabían cómo acometer tal hecho y mi abogado, despues de peliagudo inconvenientes, se frotaba las manos con la popularidad obtenida. Su nombre y fotografía aparecían en todos los periódicos y eran portadas de todos los telediarios. Las cadenas de Tv. Se personaron como acusadoras directas contra mí. Mientras tanto yo, negativamenta famoso, anticipaba mi futura condena apartado en un hospital psquiátrico. Unas cuantas eminencias me diagnosticaron un síndrome incurable de teleadicción al que tendrían que ponerle nombre con inmediatez.(telestesinosis). Después de unos días tomando “el obligado tratamiento” y las terapias de choque, empecé a padecer una pesadilla que se me repetía hasta la saciedad: mi imagen estaba en la pantalla de un televisor que caía, sin apagarse, a las profundidades de un abismo marino mientras yo no paraba de ahogarme y nunca acababa de morir.
No sé cuánto tiempo llevo encerrado en este antro. Mi compañero de celda me ha escrito este relato. Yo no puedo apartar mis ojos de la blanca pantalla de este lelevisor, ni estas manos de mi garganta, ME ASFIXIO y no sé de qué. ¡¡ AYUDEN ME, POR FAVOR!!.
Espero que os entretenga. moy.
domingo, 29 de abril de 2007
Me he fijado en la contranaturaleza.
Abrazos, y nos vemos.
M. Bashô, y compañía; de ser contemporáneos nuestros. ¿Se habrían adentrado por los siguientes caminos? De haberlo hecho, seguro que hubiesen dejado mejores huellas que las mías.
Ruge el motor de explosión:
ruido en los oídos,
y plomo en el pulmón.
El aura de la gran ciudad.
De carbono y plomo,
es su gris composición.
Penachos contranatura,
efluvios de polución;
chimeneas en acción.
Bosque inanimado,
troncos sin ramas;
chimeneas de hormigón.
Bosque inanimado
emitiendo hedor;
petroquímica en acción
Acido fluorhídrico,
Azufre, y ceodos;
neblina de contaminación.
Decibelios desbocados
entrando por los oídos;
la otra contaminación.
Juan Ma. 29/04/07
sábado, 28 de abril de 2007
GAZPACHITO DE POEMILLAS
(Haikus y otros aliños)
Lo estéril de su muerte,
abonó el prado
donde languidecía mi vida.
En el crepúsculo,
sobre la noche
el tiempo vierte su misterio.
Seguía las huellas
de una quimera.
Iba tras el amanecer.
Pasarse la vida
persiguiendo el amanecer;
perderse en el pasado.
Caminar de cara
mirando el amanecer;
¡Qué baño de luz!
Creer en la vida
y morir por ella;
¡Valla entelequia!
Tras el rigor del estío,
con la lluvia otoñal
cantó el río.
Tras el rigor del estío,
con la lluvia otoñal.
Renacer de verdores
Las nieves del otoño
dieron el agua al río
que le negó la primavera.
Adentrarse en el bosque:
caminar entre las sombras,
y respirar entre los misterios.
En esta flor,
cada pétalo tiene
su singular aroma
Juan Ma.
21/04/07
jueves, 26 de abril de 2007
M.Luz. Y aquí estoy para saldarla.
Se trata de un soneto que allá por el mes de
mayo de 2005, cuando estuve yendo a Cádiz
para asistir a un curso de ordenador en la calle
de la Rosa, a la salida iba irremediablemente
a postrarme ante La Caleta.
La admiraba,y recordandome la recordaba :
Ya me veía atravesando la carretera desde
la puerta de Valcarcel al Balneario, con el
bañador de tela azul en aquel verano del 70,
ya me sentía el fresco de sus cristalinas
aguas como me sofocaba el calor con el que
salía de aquel aburrido cursuillo.
Me sentía también en deuda con mi playita
y le regalé este soneto que así dice:
SONETO A LA CALETA
Tu arena , fina sal y blanca luna,
que aguarda el devenir de la marea,
inquieta del poniente que la abruma.
a salvo de un levante que pelea;
Tu cielo, que halla y otorga tu hermosura,
repinta día tras día y azulea
al mar que con dulzura se te acuna
meciéndose en la espuma de tu vera.
Y ancladas para siempre a tu regazo,
la piedra multiforme, tu escollera,
emerge y se sumerge cual un juego
que ata a tus castillos con su lazo,
que cuelga en el ocaso cordillera
de nubes, de suspiros y de fuego.
20 de Mayo 2005 Moisés.
De veras que es Mágica La Caleta,
os lo aseguro.
moy.
QUEDADA
Así que nos hemos puesto en contacto Antoñín y yo y hemos pensado replantear una quedada en miércoles que viene, negociable a cualquier otro día como el jueves o viernes. Se admiten todo tipo de sugerencias, que pa eso stamos.
Por cierto, perdonad si no os hice todo el caso que os merecéis el otro día, porque sé que mi niña me requiere mucha atención, además, está aprendiendo a estar sin pañal y tenía que estar mas pendiente. Espero que os cayera bien.
Ra.
miércoles, 25 de abril de 2007
Unos haikus
cama vegetal
llega el crepúsculo
amapola cortada
ojo dormido
laxitud encarnada
blanca línea en el cielo
horizonte rojizo
negro por venir
limpia la hoja
colgada de su punta
gota de rocío
belleza en flor
sutil aroma
la vida breve
gota de rocío
espejo de naturaleza
reflejos del cosmos
Acebucho

Esto es un adelanto a la espera de que todo el grupo corrijamos el texto. Pero tenía ganas de poner algo aquí acompañado de algunas de mis fotos.
...Acebucho desde el aire se fijaba en cada detalle de la sierra; los pueblos blancos, como taquitos de queso blanco derramándose en una enorme ensalada, las pequeñas fincas dignas de portal de belén, los bujeos lisos y verdes de pastos, los frondosos canutos entre montañas con los frescos ríos en su interior a los que él daba un curioso sentido, pensaba que eran como los pubis de esos seres gigantes, los montes. También a veces llegaba a ver desde el aire grandes reuniones de ciervos en plena berrea si estos vuelos se realizaban al final ya del seco verano. En algunas zonas apreciaba como algunos alcornoques y encinas resaltaban del resto por su color pardusco, cada vez eran más los enormes árboles centenarios que caían enfermos ante esa plaga que llamaban “la seca”. No dejaba de pensar en qué sería de cada uno de esos pueblos serranos sin aquellos montes tan verdes y vivos, y esperaba que su labor y la de todos sus compañeros sirvieran de algo ante los malos augurios de desertización y cambio climático que tanto se oían últimamente...

Bonito rato de Haykus el de ayer
Antoñín
martes, 24 de abril de 2007
UN PARQUEO
Pa abrir bocas descojonaitas os voy a colgar un poemilla de un chavalote del taller de poesía que no tie desperdisio:
domingo, 22 de abril de 2007
NO INTENTEN LEER EL POST DE
DEBAJO DE ESTE. HE METIO LA PATA.
TRADUZCO:
Cantaba el gallo
su absoluto gallismo
sobre gallinas.
Los gorriones
combaten con sus trinos
por una rama.
Gira guiada
la Luna sometida
cual mula en noria.
El viento sopla
locas giran las aspas
y yo con ellas.
Qué Gran Tesoro
mi Padre me dió un beso
ahora es de oro.
La margarita
de pétalos sus ojos
de noche doblan.
Duerme el gusano
en su lecho edredones
de seda pura.
Cuando despierta
la ninfa, de colores
se desperaza.
¿ Será este beso,
como el que Judas diera,
mi dulce tumba ?.
El gallo viejo
su gallismo proclama
a gallinas sordas.
Aquí todos nos equivocamos, Eva.
moy.
viernes, 20 de abril de 2007
otra vé que me he equivocao
El final es asi:
Dios nunca descendió ni te maldijo.
Pero tú sí maldices
hora tras hora tu canto
porque has caído en el limbo,
Y os dejo otro de Alda Merini:
Escribe una carta de amor solamente
que tenga la semilla de un gran suspiro
y después olvídala en la memoria
para que yo la pueda escuchar.
De noche, cuando duermes,
aunque tú no lo sabes, vengo a buscarte:
mi límite frío de sueño
se compagina con el tuyo,
vivimos sobre dos desiertos
que al atardecer se transforman en colinas
y desnudo mis senos en la noche
ansiosa de que tú lo mires.
Doy fe de que el mejor antídoto contra los nervios es tener a Raquel contando chistes con otra compañera. Y ánimo Raquelilla que a lo mejor el exámen si está aprobao.
Eva.
y tres más (que estoy que me salgo, jejeje)
recuerdos que no se borran

Los más bellos poemas
se escriben sobre las piedras
con las rodillas llagadas
y las mentes afiladas por el misterio.
Los más bellos poemas se escriben
ante un altar vacío,
entre los emisarios
de la divina locura.
Así, loco criminal cual eres
entregaste tus versos a la humanidad,
los versos de la revuelta
y las bíblicas profecías
y te haces llamar hermano de Jonás.
Pero a la Tierra Prometida
en donde germinan las manzanas de oro
y el árbol del conocimiento
Dios nunca te maldijo.
Pero tú sí te maldices
hora tras hora tu canto
porque has caído en el limbo,
donde aspiras la amargura
de una supervivencia negada.
Y aunque ya lo puse un día, perdonadme que lo vuelva a subir porque esto lo escribí pensando en esta mujer.
Hay un rincón en la tierra
donde no habitan los discretos.
A pesar de las obscenas lunas
y los misterios que aullaban en el jardín,
veías a Dios entre las mordazas y la duermevela
temiendo ofenderle con tu desnudez.
Y te asomas a aquel abismo
para mirar tu propia maraña en otros ojos
y les amas a veces y no te sorprendes
porque ya no tienes miedo a las palabras
ni a las leyes de los hombres.
Eva.
jueves, 19 de abril de 2007
me viene al hilo, y me gustaría adaptar lo ya adaptado por ti, me
viene al hilo, decía, algo que escribí en el año 2000. Ese día 19 de
Enero hacía 15 años que me había casado y regalé este poema.
Por aquella fecha andaba enamorado y dejando huella de ello.
Tu decias, Antoñín, "Mar de muchos, consuelo de tantos"
y yo digo "Mi mar, mi consuelo". Decía así :
MI MAR
Si todo este agitado Mar
que en mi pecho tempestea,
si este Mar de amores lleno
que se desborda y me quema;
si este Mar, si yo pudiera...
si como arroyo pudiera...
si como chorros de amor
y palabras de agua fresca
que de mis labios fluyera...
si este Mar, si yo pudiera...
si de este corazón
donde encierro gota a gota
a este Mar que me domina,
a este amor que me devora...
Ay! amor, si yo pudiera...
si pudiera de mis labios
a la playa de tu boca
susurrarle todo el Mar
que en mi corazón se ahoga,
ay! amor, si yo pudiera...
si pudiera a cada instante
estar bañando a tu playa
con los besos de l as olas
de este Mar que me desata,
si yo pudiera, ¡mi amada!...
si pudiera que mi ser
tansolo de amor te hablara;
si pudiera ser poeta
a cada verso te amara.
Un abrazo a todos vosotros por el apoyo
en el día de ayer, y a todo el pueblo de Chiclana.
¡¡¡DE CORAZÓN!!!!
moy
Mar de muchos...

Antoñín.
miércoles, 18 de abril de 2007
Concurso Diario de Cádiz

-¿Dónde tienen los televisores los cuernos?- le pregunto, divertido por su ocurrencia.
Me explica que los cuernos de los nuevos diablos electrónicos pueden ser perfectamente esas antenas que se colocan sobre los televisores para mejorar la imagen. Luego enciende un cigarrillo y me cuenta que hace un par de semanas tuvo la ocurrencia de enterrar su televisor portátil de diez pulgadas mientras estaban retransmitiendo uno de esos programas en los que la gente se insulta y se tira los trastos a la cabeza.
-Era una noche de plenilunio y hacía un calor sofocante -recuerda- Bajé al solar que hay delante de casa, puse el televisor en marcha y lo deposité cuidadosamente en el fondo de un pozo que había cavado aquella misma mañana al pie de un olivo. Luego empecé a echar la tierra removida encima del televisor sin que la presentadora y los concursantes se diesen cuenta. Fue así como consumé el primer televicidio de la historia...
Ramón siempre había sido muy observador, su curiosidad le había hecho disfrutar de todo cuanto le rodeaba. Se pirraba por los programas de naturaleza y obviaba los que le habían ayudado a decidirse por esa especie de inauguración de patio de las malvas hertzianas. Era curioso cómo él mismo se divertía al comprobar que el diablo moderno del que hablaba tenía cierto parecido a las capillitas de madera que rulaban en fervorosos turnos por las modestas casas de sus vecinos de infancia. Sus escasos conocimientos de electrónica hacían que solo fuera capaz de apreciar una diferencia: En estas modernas capillas se adora a la incorrupta y aun por beatificar Santa Insidia.
- Entonces esos programas basura fueron la causa de tu cabreo, es lógico Ramón, si tienes un mínimo de sentido de la vergüenza no hay quién los resista.
- Son una pura basura, pero yo de eso paso ya… –me dice mientras parsimoniosamente da una calada a su cigarrillo- el colmo de los colmos ha sido lo de los bichos.
- ¿Los bichos?
- Sí, los bichos. El otro día vi un programa sobre unas inmensas peregrinaciones de mariposas desde Norteamérica hasta Méjico, fue increíble, pululaban a millones entre árboles brumosos y enormes, bañados por unos preciosos rayos solares que les daban una apariencia celestial, me recordó mis tiempos de cazador de mariposas. Salí al campo como hacía cuando era niño y no encontré ni una. Al poco tiempo me divertí viendo un programa en el que una lagartija corría erguida sobre el agua de un estanque, con este calor supuse que en el viejo olivo, como toda la vida, habría muchas de ellas buscando moscas como locas… ¡Pues ni una!
- ¡Vaya! Entonces parece muy simbólico eso que has hecho de enterrar un televisor junto a un viejo árbol, a mi me parece que tu subconsciente ha querido realizar un sacrificio de ofrenda a la Diosa Tierra, como si de un rito azteca o maya se tratara.
- Ya entiendo, los aztecas miraban los índices de audiencia antes de cargarse a sus doncellas arrancándoles el corazón… ¡Venga hombre!
- Bueno Ramón, tu sabrás tus motivos. Déjate de rollos televisivos e invítame a una cervecita ya, que estoy seco con este lorenzo.
Al salir del patio de la casa se nos presenta de lleno la imagen del imponente olivo centenario, nos miramos y sonreímos. De repente una mariposilla blanca se nos cruza a la altura de los ojos en un simpático y errático revoloteo. Las sonrisas se convierten en carcajadas sonoras que hacen volverse a los pocos vecinos que por allí pululan.
- ¿Lo ves Ramón? Tanto rollo de sacrificios y televicidios y no era para tanto… Queda una mariposa aun.
Cuando pasan junto al tronco del olivo se asoma una lagartija entre la uve que forman dos de sus ramas y les observa mientras se alejan. Luego marinea por su tronco de piel dura y rugosa hasta la tierra removida que cubre el sepulcro. Esta vez no corría a dos patas por albercas de pantalla plana.
martes, 17 de abril de 2007
CAMBIO DE PLANES
taluegolucar
Ra.
cortitos

domingo, 15 de abril de 2007
Coferencia en el teatro Moderno 16 Abril 2007
viernes, 13 de abril de 2007
y que me gustaría que si haceis comentarios fueran
críticos para así autocorregirme .
son intimidades que no me importa mostrarlas
y que en tiempos de desamores revueltos,que chocan
como las olas en los arrecifes, me dan por estamparlas
contra el primer papel que encuentre y así quedan para
los restos.
Las llamaré, Despertares. Sencillamente porque
estan hechas a base de desvelos. Y así dice:
DESPRETARES I
Despierta, amor, despierta
que ya es de noche,
que espera el alba.
Despierta, amor, despierta
vete con ella,
llénale el alma.
Despierta, que me muero
solo y de pena,
si no me llama.
Despierta, que no puedo,
que el horizonte,
que no me ama.
Despierta, amor, si quieres,
dile al oido...
dile en susurro
que estoy en su cama,
que soy todo raices,
que broto de su lecho,
que vivo, que no vivo,
que mis brazos son ramas.
Dile si no te importa
que amarillean mis hojas,
que son resquebradizas,
que se secan,
si están sin agua.
Despierta, amor, y dile
que sueño a cada sueño
quimeras blancas
Despierta, amor,
¡ despiertala !
pues ya despunta el día,
que viene el alba.
DESPERTARES II
En la madrugada
te acaricio,
dormida ya tu piel,
dormido ya tu cuerpo
de ocho derrotado.
Surcan mis dedos,
en la penumbra,
por tu numérica silueta
viejos senderos olvidados
y llegan, trémulos,
desde la punta
de tus piés
hasta esta cuello
tan dócil ya,
ya tan amado.
Entre las manos de Morfeo tú,
yo, entre las mías, tu hado
DESPERTARES III
Y qué más da
que no me quieras
si yo por ti
me vuelvo loco,
si yo por ti
duermo de día
cerrandose en tu pelo
mis dos ojos.
Y qué más da
que no me quieras
si dentro solo
de mil años,
despierta ya la Primavera,
seré la flor
que crezca a tu regazo.
moy
De nuevo gracias a todos por el exitazo de
la manifestación del jueves.
martes, 10 de abril de 2007
Los ojos de Candela
Luci siempre había disfrutado de su papel de madre. Su coherencia y sentido común le hacían ver con lucidez los fallos en la educación de otros niños de la edad de su hija Candela. Sin embargo, desde hacía unos días, horribles dudas comenzaban a mermar su seguridad de madre. Cada vez que iba con su niña al parque coincidía en un rato de charla con las jóvenes progenitoras de otros niños y niñas. Estaba acostumbrada a hacer de tripas corazón al ver el trato que recibía su hija por parte de algún que otro enano caníbal en los columpios o toboganes, pero siempre conseguía mediar con dulzura, paciencia y asertividad para evitarle a su tesoro las primeras amarguras de este mundo.
Para lo que no estaba preparada era para recibir los desinteresados y siempre bienintencionados consejos de sus jóvenes colegas en el banco del parque. “A tu hija se le va la olla, Luci”…”Yo creo que deberías llevarla a un psicólogo”… ¿”Te has fijado en lo que hace tu hija”?... “Eso no es normal”… Cada una tenía una frase igual de ocurrente y sin pizca alguna de deseos de hurgar en la herida que comenzaba a desgarrar el alma de Luci a pesar de su disimulo. Esas escenas se venían repitiendo cada vez que Candela se separaba de los demás niños para quedarse quieta y en trance mirando a un punto fijo y con los ojos abiertos como platos.
Su preocupación aumentó al ser informada de que en la guardería comenzaba a no hacer mucho caso de los juegos que le proponían y que también sufría de esos raros episodios en los que se abstraía mirando a sitios sin aparente interés, sobre todo hacia la ventana, donde lo único que se podía vislumbrar era una enorme obra de un edificio en construcción.
Luci prefirió no seguir alimentando los comentarios de la jaurí… perdón, del grupo de amigas del parque y pidió cita en un prestigioso centro de educación especial para que valoraran esos extraños comportamientos de su hija.
El día de la cita salieron temprano de casa. En la cara de Luci se adivinaba su preocupación y en la de Candela brillaban como siempre unos ojos inmensos, negros y alegres en los que nadie hubiera podido adivinar los problemas que parecía encerrar en su cabecita.
En el camino al centro se repitió el dichoso trance. Iban caminando de la mano cuando Candela se paró en seco con la cabeza medio levantada y con la mirada fija y perdida. Luci se paró al notar el tirón en su mano y siguió la mirada de su niña. Se angustió al ver que lo único que Candela podía ver desde allí era un capitel corintio sobre la columna de un edificio, nada que pudiera interesar a una niña de su edad. Tiró de ella con suavidad y siguieron caminando.
En el centro especializado les recibieron con amabilidad, y tras las explicaciones de Luci, una chica joven con bata blanca acompañó a Candela a un cuarto con una mesa grande y un espejo. Un señor con perilla blanca y de aspecto serio pero afable entró con la joven madre en un cuarto en penumbra desde donde se observaba todo lo que sucedía en el cuarto contiguo a través del espejo. Luci recordó las películas de policías y pensó en las bromas que habría gastado al respecto en otras circunstancias.
La joven doctora acomodó a Candela en una silla y sin desprenderse de su simpática sonrisa le explicó que iban a iniciar un divertido juego con unas cartulinas con dibujos. Con un gesto lento, como no queriendo alterar a Candela, le colocó sobre la mesa una cartulina con el dibujo de una vaca pastando. “¿Qué es esto Candela?”, le preguntó. La niña se quedó unos instantes mirando fijamente al dibujo, levantó sus expresivos ojos hacia la amable interrogadora y de nuevo los bajó para quedarse otra vez ensimismada. “Vamos, seguro que lo sabes”… ¿Qué es?”. La madre comenzó a preocuparse tras el cristal y el doctor intentó tranquilizarla con un gesto como quitándole importancia al asunto. Los segundos se hacían interminables y Candela seguía sin contestar. Pero Candela estaba pensando. Tras sus increíbles ojos negros circulaba una inocente duda: “Cabeza de cherolesa, patas de retinta, cuerpo de normanda y cola de angevina… Cómo le digo a esta señora que no sabe ni dibujar una vaca?”
domingo, 8 de abril de 2007
El lápiz mágico
Gregorio Céspedes entró en clase el primero, como cada mañana. Se sentó frente a la mesa del profesor y puso sobre el pupitre su cuaderno y su lápiz, su único cuaderno para todas las asignaturas, como cada mañana. Su pelo grasiento, alisado por el flequillo y encrestado en la coronilla era motivo de unas risas que él fingía no oír a su espalda. Todos pensábamos que se aislaba voluntariamente, aun no habíamos aprendido que la timidez puede llegar a ser como un puente hundido en aguas turbulentas e infranqueables. El asa que le unía a la realidad era sus gafas, grandes, cuadradas, gruesas… no solo porque solo con ellas puestas tenía alguna posibilidad de ver algo, sino porque el gesto al que recurría cada vez que se ponía nervioso era quitárselas pausadamente y limpiarlas con su toallita. A veces he pensado que con ese gesto nos hacía ver su debilidad para conseguir nuestra indulgencia, y doy fe de que lo conseguía, misteriosamente teníamos todos un tierno afecto hacia él. Todos menos algún que otro profesor, sobre todo Don Eduardo, el de literatura.
Don Eduardo era un hombre culto, presumía de haber sido alumno de Don Dámaso Alonso, y su eficiencia la demostraba dando clases en tres colegios distintos de Madrid. Le recuerdo siempre con la misma chaqueta de cuadros y su calva cubierta, por decir algo, con unos ralos y largos pelos pegados milagrosamente sobre su brillante cuero cabelludo. Aunque su apariencia fuera la del típico profesor de aquella época, en realidad usaba métodos muy activos de enseñanza que nos hacían estar al día en todo cuanto nos enseñaba. Una de sus predilecciones era mandarnos tarea para casa en forma de pequeñas redacciones. Con apenas trece años ya teníamos, a principios de los setenta, algunas nociones del tipo de literatura preferido de Don Eduardo, el realismo mágico. Ese día quiso comprobar nuestros avances y nos exigió para el día siguiente un pequeño relato sobre ese tema.
Cuando Don Eduardo entregó los trabajos corregidos lo hizo sin decir nada, cada uno tenía unos apuntes de corrección escrito en rojo, todos excepto el de Gregorio Céspedes, un pequeño cuento sobre la vida de un niño con un lápiz mágico con el que creaba agujeros abismales allá donde pintaba un círculo negro. Cuando solo le quedaba por entregar esa redacción se acercó a Gregorio, se puso delante con aspecto amenazante y al dárselo le dijo con gravedad: “¡Si me dices de donde lo has copiado te apruebo, y que sea la última vez que intentas engañarme tan burdamente!” Gregorio agachó la cabeza y su gesto fue interpretado por el profesor como una sumisa confesión, pero por mucho que insistió no consiguió ni una sola palabra de Gregorio. Eso enfureció a Don Eduardo, y como castigo le mandó traer las veinte páginas siguientes del mismo relato.
Al siguiente día, al entrar en clase, tenía el profesor en su mesa las páginas del relato exigidas. Las leyó detenidamente antes siquiera de decir ni buenos días. Levantó la cabeza con parsimonia y le preguntó de nuevo a Gregorio: “¿De donde has copiado esto?” Pero esta vez Gregorio Céspedes no se arredró, al contrario que el día anterior levantó el gesto muy seguro de sí mismo y siguió tan callado como antes. Creo que solo había una cosa por la que Don Eduardo hubiera matado en esos días, y era por mantener su orgullo de profesor ante quien se atreviera a mancillarlo, y ese orgullo estaba siendo herido por un niñato del tres al cuarto delante de toda una clase llena de más niñatos ávidos de disfrutar ante el derrumbe vergonzoso del poder establecido. Eran días difíciles en Madrid, y su experiencia como profesor le dictó que más valía dejar el tema sin calentar demasiado el ambiente de la clase, pero estudiarlo a escondidas para dar su merecido en el momento adecuado al pequeño transgresor.
Desde esos días hasta el final del curso notamos un cambio en la actitud de Gregorio. Su gesto asustadizo ante los compañeros se tornó en movimientos seguros, su columna vertebral parecía haberse estirado milagrosamente, y a veces nos parecía que incluso se mostraba desafiante ante la mirada de Don Eduardo. Seguía sin apenas comunicarse con los compañeros, pero sus gafas comenzaron a prescindir de las exhaustivas limpiezas.
Mientras tanto, la ira carcomía por dentro al profesor, sin contar nada a nadie repasaba la bibliografía de los autores que él creía que pudieran haber escrito aquellos textos, Miguel Ángel Asturias, García Márquez, Uslar Pietri, Borges… pero no encontraba el dichoso libro. Eran días de censura y la mayoría de los libros interesantes había que localizarlos bajo cuerda en antiguas librerías del centro. Era un trabajo arduo pero impregnado por dos hermosos incentivos, el olor de esas librerías que tanto gustaba a Don Eduardo, y la idea reconfortante de la venganza. Día a día había pensado incluso en la construcción de las frases que le dedicaría al pequeño enemigo que un día le deshonró. Así pasaron dos años. Ya había perdido la pista de Gregorio Céspedes, pero no de su afrenta. Cada semana hacía un hueco para sus averiguaciones, y si un día tuviera suerte, ya daría con el alumno donde fuese necesario.
Una mañana de domingo soleada y fría se dirigió como cada fin de semana a las librerías que rodeaban a la plaza de Cascorro y a su bullicioso rastro. Había un interesante mercadeo de libros tanto antiguos como actuales donde disfrutar al tiempo que hacía sus pesquisas. Allí entablaba deliciosas charlas con los libreros con los que tenía una relación muy amistosa y amena. En una de esas charlas, delante de un mostrador, se quedó Don Eduardo de pronto lívido y con la mirada fija en un libro de la estantería a la espalda del librero, en su portada podía verse claramente un dibujo de un niño con una gran gorra y un lápiz inmenso cargado al hombro saliendo de la boca de un túnel. “Acérqueme ese libro, por favor…” Las palabras de Don Eduardo salieron a duras penas, llevaba dos largos años esperando ese momento. El librero se lo acercó extrañado de su reacción y el profesor lo abrió presuroso para inmediatamente comprobar el texto. Con las manos ligeramente temblorosas y la cara blanca fue comprobando y recordando cada una de las frases que aquel cabroncito había copiado en su día. Leyó por encima los dos primeros capítulos… “Eran de este libro”, pensó. Masculló para sus adentros todos los insultos posibles que se merecía un personajillo de tal calaña. Cerró los ojos y levantó levemente la cabeza. Intentó recordar las frases ya construidas en su mente para cuando se viera cara a cara con el impostor….pero le faltaban datos. Con la emoción no había caído en la cuenta de mirar ni el título del libro. Bajó la cabeza lentamente, lo cerró y se fijó en la portada: “El lápiz mágico, autor: Gregorio Céspedes”
Lluvia de risas
Miro al cielo y no las veo, no las encuentro;
leo los periodicos y no me informan;
pongo la tele, y en el parte no dicen nada;
ni en internet ni en la radio dicen nada.
Y hago señales de humo a los siux,
para que invoquen en su danza,
una borrasca de lluvias de risas estentóreas.
Al buda del dibujo
Miro ese semblante durmiente;
y pienso, que debe estar soñando con un mundo diferente
al que verá cuando despierte,
pues por lo que veo, es un feliz durmiente.
Juan Ma.
como acabó la noche del viernes
Me fue fácil encontrar la primera y no tanto encontrar las respuestas para todas las preguntas que me estaba haciendo el niño:
_ ¿La virgen porqué va siempre llorando, hasta con la borriquita que allí su hijo ni iba preso ni nada?
_ ¿Por qué todas son tan tristes? ¿Por qué no ponen cuando comía con los amigos?
_ ¿Por qué llevaba una cuerda con borlas como las cortinas de la abuela?
_ ¿Y seguro que a Jesús lo metieron en una caja de cristal? A mí me parece que eso no existía.
Y yo qué sé cuantas preguntas más me debió hacer hasta que me debí quedar pensativa porque como dice san Ra: Houston, we have a problem.
Despistada como iba, buscando la segunda procesión de la noche y encontrándome en cada intento con la primera que había visto, entonces llegó la pregunta de más difícil respuesta de la noche en boca de una inglesa tan desorientada como yo:
_ ¿El muerto donde está ahora?
Al final, después de dar varios rodeos, lo encontramos, allí en su caja anacrónica de cristal, me enteré de paso que lo acompañaban dos fagots, que hasta en eso sabe más que yo el niño. Y el angelito va y me dice:
_ Anda, si la has encontrao al final, pues te voy a poner un uno en geografía en vez del cero que te tenía pensado poner.
Y es que no hay nada como unos ánimos así cuando te estás empezando a dar cuenta que no sabes nada de nada.
jueves, 5 de abril de 2007
La sorpresa de un niño
Esto es un cachito de la historia de un niño de ocho años que se buscaba la vida por el Cádiz de los años cuarenta y que era mi padre. Conocer a este niño ha sido una de las sorpresas más bonitas que me ha dado la vida. Ahora veo con otros ojos, los hoyuelos que se le forman al reir a mi padre.
Un besazo papá! y ahí va para vosotros compis :
"Cuando amaneció el día siguiente, la primera visita que hice fue al señor que se emborrachó
_ ¿cómo estás después de la mojá que cogistes?- le pregunté. -
- ¿tú que eres un gracioso?- me respondió
- no que va, y el susto que me diste ¿quién lo paga?
- Bueno, vale, quedemos en paz, ayúdame a hacer unos recaos.
- No, yo hoy me voy pal colegio.
Pero el gusanillo del trabajo me picaba más que ir a la escuela, así que salí para hacer los recados sin acordarme que todavía era hora de colegio y me encontré a quien menos yo esperaba: mi padre, que volvía del turno de noche en el trabajo.
- ¿de donde vienes?
- Que me ha mandado Joaquín, el de la tienda, hacerle un recao.
- Otra vez te está llamando ese pesao?
Y me tiró de la oreja hasta que llegamos a casa y me castigó. Cuando se acostó, me fui corriendo al almacén de Joaquín, llorando.
- por tu culpa mi padre me castigó y me tiró de la oreja y cuando se despierte se peleará con mi madre y me van a dar una paliza.
- No te preocupes, yo hablaré con tus padres y les diré que yo soy el culpable. Anda, ve ahora a la fábrica de nieve a por una barra.
- Si claro, y después soy yo el que recibe los palos. Además la barra pesa mucho y yo no puedo con ella.
- Bueno, coge un saco y que te la echen dentro y la traes arrastrando.
Compré la barra y empecé a tirar del saco, cuando llevaba unos diez metros caminados ya no podía más y me senté un poco. Al ratito otro empujón, así hasta que asomé por la esquina del almacén. El hielo estaba por menos de la mitad y lleno de tierra, corrí y le dije : ven y ayuda. - ¿qué has hecho?, pero ¿por donde vinistes?- me preguntó todo agobiado.
Justo al lado de la tienda, estaba la herrería de Cagancho, que nos estaba oyendo, ¿quieres que te haga un carrito para que puedas con las cosas que te mande?. Joaquín le preguntó qué le costaría . Poco, le dijo Cagancho y a los tres días ya estaba el carrito en la tienda, era todo de hierro, hasta la rueda.
Cuando me lo dió fui más feliz que nadie, otra vez empecé a olvidarme del colegio y a todas horas y para cualquier cosa usaba el carrito."
M Luz
miércoles, 4 de abril de 2007
CONTRIBUCIÓN DE LAUREN
Aunque estemos en el filo de nuestro puente imaginario,
aunque seamos esclavos de esta perversa postedad,
aunque veamos que se va desangrando la máquina que por nuestras venas late,
sigamos siendo hierros,
no, no abandonemos esta absurdo patrimonio,
esta gran hervidero de flechas desangradas,
que en cualquier peldaño de la vida tendremos lo deseante.
E.
martes, 3 de abril de 2007
En un céntrico bar...de 7 a 9
Reunidos todos nos impusimos la palabra
como único lider y nos dejamos llevar
por el vaiven de sus olas.
Fue una buena marea:
NO ABANDONAR
No abandonar laa vida
me dijistes,
no abandonar;
mae suena,
me mentistes.
Tengo prisa,
otro día te traeré flores.
RISA ESTENTÓREA
Tus lágrimas de fuego
quemaban en mi pecho,
y yo, mi amor,
en esta guisa.
De pasión un extintor
cogí de risa
y estentóreamente
rociéme a toda prisa.
CUADRO, FOTO DE BUDA
Tu cara, cerrada,
de ojos profundos,
de ojos de falla
cerrados al mundo;
tu abierta sonrisa
de mares, de cielos,
de gran latifundio.
En el camino...
EL ENCUENTRO
Cuándo pasaba por la puerta de aquella vieja
tasca, después de un encuentro con unos
amig@s en un muy diferente bar donde
hicimos que algunos poemas bulleran como
gotas de agua en una sartén hirviente,
cuándo pasaba por aquella puerta un olor
a vida hizo detenerme.
Era un olor a pescado vivo y penetró hasta
lo más hondo de mis pulmones.El salitre,
el mar, las frescas escamas se incrustaron
en lo más profundo de mis agallas y lo poseí
todo, luego continué la marcha.
Al poco rato no pude resistirlo y volví
sobre mis pasos a la puerta de aquella tasca.
Un perfume a una aceitada y maravillosa
muerte inundaba aquél tugurio y el aroma
a salitre frito era irresistible.No tuve más
remedio que sentarme y pedir una cerveza
helada y unas mojarritas que me reconocieron
al instante con su desorbitados y fritos ojos.
moy 3 de Abril 07
lunes, 2 de abril de 2007
La gloria de Manhattan
bajaba la 42
con un vasito de cerveza
y un cantecito echao a media voz.
A la hora de los miserables
entre el ocaso y el neón
hay un sin casa y un don nadie
montando un trullo de cartón.
Y qué me estas contando,my friend”,
a mí de tu bahía
si yo soy de la isla.
Mira tú qué arte y qué alegría
si a mí no me faltara
mi hembra y sus lunares
sabrían en el Madison
Nadie me avisó de que mi nombre artístico se iba a convertir en mi sino. A mis quince años me bautizó mi tío Juan como Currito Amarguras. Nací en la isla, en la calle de ese nombre, Amargura, y mis primeros juegos tenían banda sonora de vecinas en azoteas tendiendo por la Piquer, voces roncas que salían de los güichis impregnadas de olor a vino blanco, y a veces, algunas veces, de esos mismos güichis se escapaba algún quejío salinero por bulerías. En cuclillas, con el bolindre en la mano, con la maña preparada para tirar, me quedaba absorto con esas voces de hombres gimiendo cantes en esos atardeceres anestesiados de trabajo y vino. Éramos chicos delgados, ágiles todos, tan ágiles que de un salto impetuoso y forzado nos pasábamos de la niñez a la hombría. No tardé en avisparme para evitar las duras faenas de aquellos días y sacar dos reales con mis dotes flamencas en aquellos mismos antros de barriles ennegrecidos y alfombras de serrín. Tampoco tardé en caer en los brazos de la vanidad, los halagos me atrofiaron el sentío, y en esas conocí y seduje a mi niña Lucía. Era una diosa sumisa y me acostumbre a dominarla desde la peana de adoración en la que ella me situaba. Bailaba pa rabiá. Nunca le di a entender que cuando me miraba tras los negros cabellos sudorosos pegados en su rostro, jadeante de baile y éxtasis de aplausos, me temblaban las piernas y me hubiera rendido a sus pies como un gatito temeroso y manso.
Ella se defendía el baile
él nunca había sido “El Caracol”
pero decía bien el cante
con una pataíta y un farol.
Llegaron con aquellos barcos
y con su cara de media ración
no pudo hacer su flamenquito
contra las torres de oro y hormigón.
Después de casi un año tiraos
no me queda un garito
y ella se fue en un barco
que iba pa la isla derechito.,
Y otro gallo cantara, “my friend”,
si me lo hubieran dicho
la gloria de Manhattan
En la isla sonaban los clarines, desde chico había vivido el bullicio que se vivía en la cercana plaza de toros cada tarde de corrida, cuando podíamos nos colábamos o esperábamos a que salieran los toreros. A veces veíamos pasar a los famélicos caballos de los picadores malheridos de las cornadas por la calle San Marcos. Pero con el tiempo supe aprovechar el espectáculo para ganarme unas pesetas en la Venta de Vargas o los bares de la Calle Real. Venía gente de todas partes, del Puerto, de Jerez, de Sevilla. Una de esas tardes nos vio un agente de artistas de Sevilla y nos propuso incluirnos en un espectáculo que iba a recorrer América. Mi vanidad me perdió, Lucía me miraba esperando aturdida mi respuesta, pero me negué rotundamente a llenar los bolsillos de aquel modelo de Barón de Dandy y brillantina. Por la noche, cuando contábamos las ganancias de aquel provechoso día en la mesa del bar, le dije muy solemnemente: “Lucía, nos vamos a América tu y yo solos”.
Y en la venta de Vargas dijo
que no pisaba la calle real
pa mendigar un sueldo fijo
pa terminar comido por la sal.
Yo he nacido para la gloria,
yo reinaré por soleás
y bailará por bulerías
hasta la estatua de la libertad.
No vayas a joderme “my friend”
yo duermo en esta esquina
si me haces un laíto
voy a echarme un cante de Porrinas.
Si a mí no me faltara
Lucía y sus lunares
sabrían en el Madison
Luego llegó el regreso a la isla, los delírium trémens, los espectáculos callejeros diarios, las idas y venidas al Puerto en ambulancias de la Cruz Roja acompañado de los municipales…y mi cura, esa que se creen mis allegados y vecinos. Todos me dicen lo mismo, que bien te veo Curro, que bien estás. A mis más de setenta años mi nombre artístico me persigue, y mi amargura se mezcla con el blues que llevo en mi alma y los dolores de cabeza que me asedian por martinetes. Pero cuando ando por la calle Real voy derechito y peinaito.
Y qué me estás contando,my friend”,
JAVIER RUIBAL
y Antoñín ( modestamente, que conste...)