
Fita
Empecemos por los cambios puramente morfológicos.
La torre del ordenador, como es natural, será el cerebro del animal. La pantalla nos servirá para dibujar la cara. El resto del cuerpo se irá formando con el teclado y los demás artilugios del aparato. Son importantes los cambios de tamaño, color y textura para que al final nuestro amigo tenga un aspecto natural. Cuando digo nuestro amigo, me refiero al oso. Hay que tener en cuenta que el ordenador también lo es.
Una vez terminada esta primera parte, podemos modificar aspectos tan importantes como la alimentación y por supuesto las vacunas, ya que el oso necesita unos antivirus bien distintos a los del P.C.
Tenemos después que cambiar la iluminación, la luz de los flexos y los tubos fluorescentes, no son las más adecuadas para cazar hormigas.
Finalmente retiraremos el programa de voz llamado Jaws tan necesario en mi caso para leer la pantalla. Seguramente la criatura tendrá un lenguaje verbal más o menos inteligible. Nos vamos a apañar para entendernos.
Ahhh. Se me olvidaba lo más importante:
Debemos cambiar el tamaño de la habitación para que se adapte a las dimensiones descomunales de nuestro nuevo compañero.
Maribel
Murió un ratito en mis manos. Más pequeñita que de costumbre,
mi madre, sentada en la taza del water se doblaba a poquito hacia
delante con unos incipientes mareos que acabaron enseñando sus
afiladas garras.
Murió un ratito en mis manos con su carita de arrugas bien puestas,
ya más arrugada aún, como de un acordeón plegándose pero que
de vez en cuando se desplegaba lo suficiente para coger un poquito
de aire en un armónico bostezo.
Estuvo eternamente muerta unos segundos, en mis manos, su cara
llena de una involuntaria paz que nunca tuvo pero que siempre
llevó en su corazón. Aún le queda viento para que siga sonando
la música de su vida.
Mi madre no morirá mientras su alma bostece de esa manera
Una vez hecho esto, introduzca al primer elefante en la lata evitando que se repantingonce. Procure que se recueste hacia un ladito, dejando espacio a su compañero. Haga lo mismo con el segundo elefante. Dígales que recojan bien las patitas, arrópelos con una mantita. Si hace falta, cuénteles el cuentito de los 645.683.418.565 elefantes que se balanceaban en la tela de la araña y como veían que no se caían fueron a llamar a otro elefante. Cuando estén bien dormiditos, cierre la tapa. Séllela con vapor (recuerde dejar un agujerito en la lata para que los animales puedan respirar) y ya tenemos a nuestros dos elefantes metidos en la lata. Para terminar, recuerde que la ley establece dos elefantes por lata pero no dice nada de humanos dentro de ellas, así que si usted quiere quedarse a vivir en la lata con sus dos elefantes, puede hacerlo también. Eso sí, no se le ocurra llevar al Apodemus en el bolsillo cuando se meta usted en la lata, pues entonces todo el proceso que hemos realizado se iría al traste. En este caso, mejor deshágase de su Apodemus soltándolo en alguna selva cercana. En el caso de que esto provocara la destrucción del mundo por parte de los elefantes en estado must, usted se mantendría en la acogedora compañía de sus dos paquidermos empijamados y dormiditos.