En la clase del pasado miércoles en el taller seguimos hablando de las diferencias entre la historia (serie de ideas, anécdotas y emociones que barruntan nuestras fantasiosas cabezas) y el relato (plasmación de esas historias sobre el papel o la pantalla, verdadera tarea del escritor). Una de las "vetas" más ricas en historias que podemos encontrar en nosotros mismos es la memoria viva. Ésta se diferencia de la memoria racional (la de los datos: nací en tal fecha, conocí a Manolito en el año 72, me casé de blanco en la iglesia de...) en que se nutre de sensaciones: olores, tactos, sonidos, colores... De tal manera que una de estas sensaciones nos transporta al momento en que vivimos aquella historia que nos llegó realmente, aquel recuerdo grabado a fuego... La memoria viva es un hervidero de sensaciones, de recuerdos y de historias.
Pues bien, la tarea de esta semana consiste en realizar un relato escarbando en esa memoria viva. Para ello tenemos que buscar un olor que nos traiga a la mente un recuerdo: el olor de la ropa que llevaba un ser querido, un dulce que preparaba nuestra madre cuando éramos niños, el olor del pabellón o del patio del colegio... En resumen: plasmar en un relato la historia vinculada a a ese olor que nos brote de la memoria.
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