La primera vez que la presentí, mi pecho fue el epicentro de un movimiento telúrico producido por el balanceo de sus caderas.
La primera vez que la contemplé, me perdí en el cielo roto de sus pupilas y en las maravillosas curvas de su cuerpo, que conformaban una figura no descrita en los tratados geométricos conocidos.
La primera vez que la escuché, mis conductos auditivos rebosaron de rumores de fuentes y risas que manaban de su voz.
La primera vez que la percibí, mis papilas olfativas inspiraron su aroma de juventud y se colapsaron mis nervios simpáticos.
La primera vez que la degusté, su boca me ofreció un dulzor de miel trigueña, que me hizo olvidar todos los sinsabores recibidos hasta entonces.
La primera vez que la rocé, mis dedos se convirtieron en tenazas ardientes que no logran soltar la pieza semifundida que retienen entre ellas.
La primera vez que la amé, descubrí todo lo que un ser humano es capaz de entregar por amor.
La primera vez que la gocé….ah!, la primera vez que la gocé…, aprendí el poemario de su cuerpo palmo a palmo, hasta el último soneto que podría repetir indefinidamente.
josé maría
5 comentarios:
¿Qué, haciendo memoria, no?
Es broma. Me ha gustado mucho, se ve que lo has currao.
Saludos
Esa primera vez que nunca se olvida.
¡Cuanta historia rezuma este poema!
Un abrazo
La primera es la que se recuerda? La primera que es la última?
Lo bueno es tener deseos que recordar en versos tan enamorados. Fita
Gracias al sexto sentido nunca se olvida esa primera vez.
Al menos eso nos muestran los poetas.
Maravilloso RECUERDO.
Un saludo. moy.
y la primera vez, siempre poética, con residuos oníricos, con el asombro aun atado a nuestra mirada candida y sin adulterar.
Gracias Jose Maria.
Salud, poesía y software libre.
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