miércoles, 2 de mayo de 2007

El mando a distancia



El mando a distancia

A veces nos sorprendemos de los medios que pone la naturaleza para conseguir la pervivencia de ciertas especies. Ese es el caso de los mamíferos en general en lo que a protección de los adultos hacia los menores de cualquiera de sus especies. Todos hemos experimentado muchas veces lo que en general llamamos ternura hacia cualquier pequeño ser indefenso que se nos presente ante nuestros ojos, y hablando de ojos, ese es uno de los condicionantes para activar nuestro citado mecanismo emotivo.
Cualquier mamífero que en los primeros momentos de su existencia nos mire con sus ojos desproporcionadamente grandes nos enternecerá irremediablemente. Incluso Steven Spielberg supo transmitir esa sensación al poner unos inmensos ojos a un horrible muñeco extraterrestre logrando así conmovernos a pesar de su fealdad. No dejemos de disfrutar de las citadas sensaciones aunque racionalmente comprobemos su genética utilidad.

Mirando a Rita, por ejemplo, es imposible llegar a conclusiones racionales, sus inmensos ojos marrones enmarcados dentro de una carita de niña de apenas año y medio no permitiría a ningún docto estudioso del tema escribir ni una línea en tratado clínico alguno al respecto sin que se le reblandecieran las fibras que tejen el alma.

Rita está empezando a andar, está en la etapa más tierna y simpática de su existir, y empieza a conocer, disfrutar e incluso a usar para su provecho, todo cuanto le rodea. Así ha llegado, después de torpes intentos, a manejar el mando a distancia del televisor de su casa. Su dedo índice pequeño y grueso, continuación de una mano casi redondita al cerrarse, intenta a veces atinar al botón adecuado para cambiar los programas televisivos cuando éstos no le gustan. Ya se van perfilando algunos claros conceptos en su pequeña cabecita. Sabe qué le gusta de lo que ve y qué no. Sabe que a veces, dándole a esos botones, consigue que en la pantalla aparezcan unos simpáticos dibujitos que le hacen divertirse y reír.

Hoy, sentada en el sofá, da con fuerza a los botones y no consigue cambiar la escena. Lo intenta una y otra vez y… nada de nada; persiste eso que no le gusta.

El concepto “cambio de pilas cuando estas se gastan” aun no le ha sido inculcado. ¡Ya está...! ha caído en la cuenta de que hay otro de esos conceptos recién aprendidos en su cabecita que aun no ha usado; el concepto “dar unos golpes a lo que no funciona”, es lo que ha visto a papá, cuando la tele no funciona se le dan unos golpecitos, o a la calculadora, o al microondas... Así que lo intenta de nuevo; da unos golpecitos al mando a distancia y pulsa uno de sus botones.... Nada. Rita empieza a desesperarse. No le gustan esas escenas. Lo que Rita no llega a entender es porqué papá cree que mamá no funciona...eso no le gusta y llora.

Antoñín

2 comentarios:

Escuela de Letras Libres dijo...

Vaya vaya.... unos dias fuera y la de cosas que habeis escrito, los haikus de Juan, la caleta y el relato de Moy, el bandolero y este relato tuyo.... aquí llevo un buen rato ya en el chino este y yo que quería poné er puchero y ya no me va a dá ni tiempo ni ná de lo que estoy hoy disfrutando leyendo cositas por aquí. Pues bueno, ya me contareis en qué habeis quedao y a ver si me puedo acercar.

Raquelilla dijo...

Me cachi en lo moro, Antoñín, me descuido un poco y cuelas dos o tres cosillas de las tuyas...le via pega un par de gorpesillo al boli pa a ver si me funsiona a mi.
Ra