martes, 8 de septiembre de 2009

Erizo o elegancia




Convertido en un macilento pellejo pegado a su cadáver ya no reconoce ese cuerpo en el que sigue latiendo la llama violeta que lo mantiene unido a todas las realidades, al tiempo y al espacio. Sus cortos y cansados pasos se niegan a abandonar la curva final de la vereda por la que transitan. No quiere hacerlo de manera desgarrada o violenta para que las escasas lunas que le quedan puedan prenderle un brillo en la mirada.


Con un lento y doloroso lamento de las ramas de su mano llamó a la menor de sus hijas y, aún a sabiendas de que le desvelaría el secreto que llevaba amortajando desde hacía 19 primaveras, con un susurro casi inaudible le rogó el que sería su último y más anhelado deseo:

- No preguntes hija, no preguntes, tú solo ve al número 37 de la calle Erizo y dile a su portera que necesito enamorarme nuevamente en su mirada para morir matando esta muerte.
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Berta

6 comentarios:

Unknown dijo...

Bertita, se me han saltado las lágrimas.....vas a conseguir que vuelva a creer en el amorrrrrr, jejejej
besotes

Pedro Estudillo dijo...

Magistral, como siempre. Le has dado un giro sublime al final de la novela; he imaginado al Ozú, con cerca de 100 años, suspirando por su amor eterno, que, por supuesto, sobrevivió al accidente con la furgoneta de reparto.
Sobresaliente, Berta.

Besitos.

Carmen dijo...

Me da miedo leeros, estoy con el libro y no quiero revelaciones, pero es que no he podido dejar de leer...que cosa más bonita, Berta.

Anónimo dijo...

emotivo y bello...no hay nada como el amor y enamorarse. Fita

Equilibrista dijo...

Qué bonitoooo... uff, el secreto que llevaba amortajando 19 años...

precioso, berta
besos

genialsiempre dijo...

He tardado en leerlo y casi se me pasa un texto tan bonito y que tan buen colofón pone a nuestra lectura del libro.
gracias berta,

Jose´María