martes, 29 de septiembre de 2009

Sonetos del amor oscuro








Los sonetos del amor oscuro rezuman pasión, tormento, carne, deseo, destrucción, sensualidad, desgarro, vida, gozo, agonía y muerte. En ellos vemos como se enzarzan y engarzan las dos caras del amor: la luz y la oscuridad, el amor y el desamor, el dolor y el gozo, la llama y la ceniza, la felicidad y la amargura… la vida y la muerte.

Lorca alza en ellos su voz doliente, la palabra fermosa, exacta huyendo de eufemismos y mojigatería, removiendo la tradición pudorosa, larvada por los convencionalismos, y apunta directamente al esplendor del cuerpo y su deleite. Así, de sus entrañas brotan sonidos lúbricos que nos embriagan los sentidos de una sensualidad atronadora.

El poeta no calla su voz, ésta bullerida en el río de sangre que hierve, late, gime, golpea y que ya no puede ser silenciada. Una voz que se colma de pájaros, que mora en la naturaleza con lámparas de fuego, que saborea el mosto de granadas, que quiebra juncos y arroyos delicados, que bebe en muslo de miel sangre vertida, que teje la madeja del te quiero me quieres, que se enamora delicadamente, que pena por ser tronco sin ramas y no tener la flor, pulpa o arcilla para el gusano del sufrimiento o que simplemente le ventea al amado: “tu nunca entenderás lo que te quiero porque duermes en mí y estas dormido… pero sigue durmiendo vida mía”.


La melodiosa voz de Amancio Prada se ha adentrado en toda esta espesura de sentires para recitar amorosamente la música del latido de cada verso, la cadencia de cada palabra, el gemido de cada sílaba, y embriagarnos con las nupcias de los sonetos y el lirismo de la musicalidad. Su cristalina y armoniosa voz te obliga a cerrar los ojos para viajar por el océano de los mares que golpean los sentimientos, para gozar del fresco paisaje de las heridas, para sentir el alacrán que por el pecho mora, para llorar pichones y palomas con luna llena, para encontrar un puñado de moras que de amor en la mano sangran o para gozar donde mana el agua pura y entrar despacio, a tientas, con paredes de salmuera y romper la tela del dulce encuentro… la sensualidad libada en los labios de este trovador de trovadores.

Yo todavía extasiada con sus timbres y registros, elevadas mis alas por los barrancos del abismo y el acantilado de la hermosura.




Berta



3 comentarios:

genialsiempre dijo...

No fui al concierto, pero parece que lo estoy viendo cuando leo tu texto.

José María

Alinando (Antonio Díaz) dijo...

Amén.

Pedro Estudillo dijo...

En mi vida había leído una crónica tan brillante y majestuosa. A. Prada estaría orgullosísimo de leerla.
Fue una velada inolvidable.