Aquella mañana, Dios se levantó malhumorado y me pidió de desayunar un par de huevos fritos con bacon. Recé para que aquella noche no dieran en la tele una peli de Robin Hood, me hubiera visto a la mañana siguiente bien temprano cazando conejos para su desayuno. Mientras sólo le de por ver películas americanas…
Me dijo que le gustaba el bacon más crujiente, pero al menos no me gritó como otras veces, bueno, no tanto como otras veces. Luego llamó a su amigo Fede, aquel día habían quedado para ir a pescar y se le hacía tarde. Le puse la cesta grande junto a la puerta y la abrió antes de salir. Comprobó que estaba el bocadillo pero le faltaba la carnada y entonces sí que se enfadó. Se puso con los brazos en jarra, bufó y levantó la mano como para darme, pero ese día no me dio. Se oyó la bocina de Fede, le esperaba junto a la puerta. Salió disparado sin mirar atrás, sin mirarme. La mujer de Fede, Mamen, sabe bien lo que hay. Ya no se cree nada de mis constantes tropiezos con el canto de la puerta. Me ha dicho que no aguante más, que se oyen muchas cosas malas cada día en los telediarios, que no tiene ganas de tener que ir un día de estos a una concentración de repulsa frente al ayuntamiento. Yo le digo que él no es tan malo, que lo único que le pasa es que tiene un pronto muy feo, nada más.
Aquel día fueron a por la caballa, mar adentro. Se ve que se comió el bocadillo y le sentó mal. Fede dice que comenzaron a darle retortijones y que luego comenzó a quejarse con unos dolores espantosos, que se revolvía en el fondo del bote con las manos en la barriga y gritando como un poseso. Con el esmero con el que le había preparado yo aquel bocadillo…
El bote de Fede no tiene emisora. Ellos saben que sólo pueden alejarse unas millas de la costa, no sé cuántas, las justas para que tenga cobertura un móvil, aunque a Fede ni le gustan ni los usa. Dicen que si metes con fuerza una aguja por el boquetito del micrófono de un móvil te lo cargas, y que así puede hacer llamadas pero nadie oiría lo que dices, qué cosas.
Fede se asustó mucho al verlo retorcido en el fondo del bote e intentó llamar a la Guardia Civil con el móvil de mi marido. Ellos contestaban y decían constantemente: “Guardia Civil, dígame… Guardia Civil, dígame…” pero nada, Fede no pudo hablar con ellos. Después de un rato -Fede es muy torpe para estas cosas- consiguió a duras penas ponerle un mensaje a Mamen y ella llamó a la Guardia Civil. Por lo visto se pusieron en contacto con Salvamento Marítimo y éste llamó a la base para que el helicóptero saliera urgentemente a buscar al bote... pero, por suerte, el helicóptero ya no estaba allí.
Me dijo que le gustaba el bacon más crujiente, pero al menos no me gritó como otras veces, bueno, no tanto como otras veces. Luego llamó a su amigo Fede, aquel día habían quedado para ir a pescar y se le hacía tarde. Le puse la cesta grande junto a la puerta y la abrió antes de salir. Comprobó que estaba el bocadillo pero le faltaba la carnada y entonces sí que se enfadó. Se puso con los brazos en jarra, bufó y levantó la mano como para darme, pero ese día no me dio. Se oyó la bocina de Fede, le esperaba junto a la puerta. Salió disparado sin mirar atrás, sin mirarme. La mujer de Fede, Mamen, sabe bien lo que hay. Ya no se cree nada de mis constantes tropiezos con el canto de la puerta. Me ha dicho que no aguante más, que se oyen muchas cosas malas cada día en los telediarios, que no tiene ganas de tener que ir un día de estos a una concentración de repulsa frente al ayuntamiento. Yo le digo que él no es tan malo, que lo único que le pasa es que tiene un pronto muy feo, nada más.
Aquel día fueron a por la caballa, mar adentro. Se ve que se comió el bocadillo y le sentó mal. Fede dice que comenzaron a darle retortijones y que luego comenzó a quejarse con unos dolores espantosos, que se revolvía en el fondo del bote con las manos en la barriga y gritando como un poseso. Con el esmero con el que le había preparado yo aquel bocadillo…
El bote de Fede no tiene emisora. Ellos saben que sólo pueden alejarse unas millas de la costa, no sé cuántas, las justas para que tenga cobertura un móvil, aunque a Fede ni le gustan ni los usa. Dicen que si metes con fuerza una aguja por el boquetito del micrófono de un móvil te lo cargas, y que así puede hacer llamadas pero nadie oiría lo que dices, qué cosas.
Fede se asustó mucho al verlo retorcido en el fondo del bote e intentó llamar a la Guardia Civil con el móvil de mi marido. Ellos contestaban y decían constantemente: “Guardia Civil, dígame… Guardia Civil, dígame…” pero nada, Fede no pudo hablar con ellos. Después de un rato -Fede es muy torpe para estas cosas- consiguió a duras penas ponerle un mensaje a Mamen y ella llamó a la Guardia Civil. Por lo visto se pusieron en contacto con Salvamento Marítimo y éste llamó a la base para que el helicóptero saliera urgentemente a buscar al bote... pero, por suerte, el helicóptero ya no estaba allí.
7 comentarios:
Muy bueno, felicidades!
Jaja, magnífico, de "eso" se libró la pobre mujer. Se le bajaron los humos a Dios con el dichoso bocata y sin helicóptero de salvamento.
Genial.
Loli.
Muy bien!!!
Por cierto, bonito cuadro!!
Muy bueno Alinando!!!
Yo lo hubiese titulado el bocadillo milagroso o salvavidas...jajaja!!!
¿Te crees que la idea que me estaba rondando en la cabeza, salvando las distancias y tus habilidades literarias a las que yo no llego, era hacer un relato parecido al tuyo donde Dios era el marido y ella una mujer maltratada?.
Yo también me he alegrado mucho de que ya no estuviera el helicóptero, que le den a Dios.
Bueníijimo!
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