Veintiocho grados bajo el sol por este camino de zahorra bien marcado por hileras de rejas a una y otra banda. Veintiocho grados pero yo no me pienso quitar la armadura. Veintiocho grados y no me pesa ninguno, amigo. Llego a tu puerta, llamo al timbre y mientras no abres, el tiempo trota montado sobre tortugas decanas. Por fin, oigo moverse el pestillo que suena a tintineo de lámpara maravillosa. Te saludo y te doy la mano y justo en ese momento, el olor de tu casa empieza a danzar por mi nariz. Y entonces un escalofrío cabalga por mi espina dorsal, un bálsamo que me llena el estómago de margaritas salvajes y la frente de caballos de viento. Un nosequé que me eriza los bigotes de dragón del casco.
Nos sentamos en el césped del jardín y el olor sigue revoloteando por toda la casa como libélulas de menta. ¿Por dónde lo habíamos dejado? Ah, sí. La cuestión era, te cuento, quién de los dos iba a decidir la misión de aquel día. Yo tenía a mi disposición todos los comandos. Ojos de Serpiente como siempre el primero en la avanzadilla, con Halcón siguiéndole muy de cerca. Miguel Ángel, Leonardo, Pegaso, Clark Kent… Bueno, la verdad hay que decirla. No estaban todos. ¿Te acuerdas de Cóndor? el pobre tuvo una desgracia: se ahogó en La Barrosa, pero porque era una ola de las gordas y no pude sacarle de la arena que si no, yo le hubiera salvado. Y a Armadillo lo dejé en mi casa embobado con Alaska. Pero vamos, que ese tío para nuestras batallas, no valía ná.
"Pero yo creo que al final", me dices, "lo que pasó fue que nos embarcamos. Fuimos por el mar primero y después por el espacio, allí nos encontramos con Haddock, y después con Mazinger. Nos enfrentamos a la brigada espacial de Freezer y a un batallón de guerreros del espacio. ¿Te acuerdas? Los cojines nos hacían mucho lastre y tuvimos que tirarlos y fue por eso por lo que mi madre se enfadó." "Eso sería lo más seguro", te contesto. "Aunque creo que lo que tiraste por la borda fue el libro de vacaciones Santillana". "Eso sería lo más seguro", me respondes. Nuestras risas beben de este olor pizpireto y fantasioso que nos destapa la vida y los sueños.
Nos dan las ocho, las nueve, las diez justo igual que en aquellos tiempos. Saco el móvil para mirar la hora y es como si el genio de la lámpara chascara sus dedos para irse a dormir. Me acuerdo que tengo que quitarme el casco y la armadura de caballero para ponerme otra, menos liviana: la armadura de hombre adulto. Al final tengo que irme porque me esperan, amigo, aunque quisiera quedarme toda la noche recordando nuestras batallas. Pero tranquilo porque vendré otro día más a verte y sentarnos en tu césped, mientras el olor de tus eucaliptos hincha de recuerdos mis pulmones.
Nos sentamos en el césped del jardín y el olor sigue revoloteando por toda la casa como libélulas de menta. ¿Por dónde lo habíamos dejado? Ah, sí. La cuestión era, te cuento, quién de los dos iba a decidir la misión de aquel día. Yo tenía a mi disposición todos los comandos. Ojos de Serpiente como siempre el primero en la avanzadilla, con Halcón siguiéndole muy de cerca. Miguel Ángel, Leonardo, Pegaso, Clark Kent… Bueno, la verdad hay que decirla. No estaban todos. ¿Te acuerdas de Cóndor? el pobre tuvo una desgracia: se ahogó en La Barrosa, pero porque era una ola de las gordas y no pude sacarle de la arena que si no, yo le hubiera salvado. Y a Armadillo lo dejé en mi casa embobado con Alaska. Pero vamos, que ese tío para nuestras batallas, no valía ná.
"Pero yo creo que al final", me dices, "lo que pasó fue que nos embarcamos. Fuimos por el mar primero y después por el espacio, allí nos encontramos con Haddock, y después con Mazinger. Nos enfrentamos a la brigada espacial de Freezer y a un batallón de guerreros del espacio. ¿Te acuerdas? Los cojines nos hacían mucho lastre y tuvimos que tirarlos y fue por eso por lo que mi madre se enfadó." "Eso sería lo más seguro", te contesto. "Aunque creo que lo que tiraste por la borda fue el libro de vacaciones Santillana". "Eso sería lo más seguro", me respondes. Nuestras risas beben de este olor pizpireto y fantasioso que nos destapa la vida y los sueños.
Nos dan las ocho, las nueve, las diez justo igual que en aquellos tiempos. Saco el móvil para mirar la hora y es como si el genio de la lámpara chascara sus dedos para irse a dormir. Me acuerdo que tengo que quitarme el casco y la armadura de caballero para ponerme otra, menos liviana: la armadura de hombre adulto. Al final tengo que irme porque me esperan, amigo, aunque quisiera quedarme toda la noche recordando nuestras batallas. Pero tranquilo porque vendré otro día más a verte y sentarnos en tu césped, mientras el olor de tus eucaliptos hincha de recuerdos mis pulmones.
5 comentarios:
Genial equilibrista. A mí cada día me pesa más este disfraz de persona adulta y sería, cualquier día lo mando a tomar por c... y desempolvo el de Koyi Kabuto que tantos buenos ratos me ha dado. Y no me lo quito ni pa dormir.
Hermoso relato. Los que tenemos más de cuarenta años tenemos en mente esos personajes que salen en la historia porque hemos criado hijos y su infancia también ha estado llena de ellos. Enhorabuena!!
Gracias David, me encanta leer estas cositas.
Un beso,
Loli.
El poder, la maldad Koyi puede dominaaaaaaaaaaaaaaaar xD Caballeros del zodiaaaaco cuando lanzan su ataaaaaaaaque
Por cierto habéis visto que uno de los personajes es Haddock. Me confundí con el nombre porque yo en realidad pensaba en Harlock. Haddock es el capitán amigo de Tintín. Harlock es el capitán pirata espacial de una serie de animación japonesa. Pero como me traen buenos recuerdos los dos, al final en mi blog he puesto al enigmático Harlock, y aquí he dejado al entrañable Haddock.
Gracias por vuestros comentarios :)
Excelente, que buena publicación que manera tan admirable de ver la vida.
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