jueves, 10 de mayo de 2007

A petición de M. Luz ahí os dejo lo
primero que me atreví a hacer en
narrativa.
Esto y lo que más abajo colgué son
mis pequeñas aportaciones a este
género que por cierto M. Angel tendrá
que enseñarnos todo lo que sepa sobre
ello.

Lo presenté como relato pero más bien
es un cuento.
Aunque yo diría que es un rollo que me
inventé un día antes de que cerraran el plazo
para aquel concurso.

Así ocurrió:

LA SEÑORA DE LA RESIDENCIA

Necesitaba leer, ¡le gustaba tanto escribir!. Tenía que aprender de
los mejores. No se atrevía a enseñar su escritos.Guardaba su intimidad
en breves poemas, y pensaba que para hacer un buen trabajo se debía
poseer un rinconcito en el alma lleno de palabras, y disponerlas como
cada noche dispone las estrellas Dios en el cielo. Tenía que seguir leyendo,
tenía que buscar tiempo y robarlo para leer. Los Domingos por la mañana ,muy
temprano, eran los momentos más tranquilos. Todos dormían. El silen-
cio era necesario. Se acercaba al estanco más cercano, adaptado a
papelería. Allí compraba libros de oferta que iban como complemento
de algunos periódicos. El no fumaba; hacía años que lo había dejado,
justo desde que naciera su primer hijo. No podía permitirse ciertos lujos.
Ese Domingo no sería como todos. Compró el diario y en las noticias
locales leyó algo relacionado con un certamen de poesía. La clave esta-
ba en que era un abierto para mayores de 45 años,y también,!era
lo mágico¡, él acababa de cumplirlos . Le dio mil vueltas a la posibilidad
de participar pero sentía algo de reparo en que los demás pudiesen
ojear el libro de sus sentimientos. La poesía para él era como un géiser
dentro del alma que al explosionarle emanaba versos ,versos que con
mimo los acunaba en el regazo de cualquier papel que tuviese a mano.
Una Residencia para MAYORES organizaba el certamen.
¿Sería él, mayor de 45 , posible residente de uno de esos
lugares?. Tendría que hacer una visita a ese sitio para acceder a
las bases del concurso. Según había leído el premio no era muy
importante y quizás por eso se presentaría. No podía medirse ni
compararse a grandes poetas; él ,solo acunaba a sus versos antes
de adormecerlos en el folio. Pulsó el botón del portero electrónico
y la puerta se abrió al instante . Desde la verja, el Residencial era
grandioso y muy coqueto a la vez. Muy cuidado y limpio aparecían,
,una vez ya dentro del recinto, los paseos y los jardines en los que
abundaban toda clase de flores.
La simetría de los edificios no le permitía adivinar la entrada principal,
había puertas colocadas en riguroso orden a lo largo de la fachada.
Casi sin darse cuenta apareció ante sus ojos una preciosa mujer
MAYOR. El pelo plateado y la cara de fina piel le brillaban de una
manera sobrenatural. Creyó que se trataba de la directora o quizá
de la misma dueña de aquel gran complejo. La mujer paseaba por
los jardines sin advertirle y él se le acercó. Le preguntó con
mucha amabilidad por la puerta principal y ella le aseguró que todas las
puertas lo eran . Entablaron un tierno dialogo acerca de las plantas
que con tanto colorido salpicaba el verde de los jardines. Llegaron a
intimar en asuntos familiares y salieron a relucir hijos por los que sentir-
se orgullosos.De manera repentina cuando ella le indicaba con su mar-
móreo dedo la dirección por la que entrar en las oficinas, se puso la otra
mano encima de un broche que en la parte izquierda le unía unos
dobleces del vestido. El broche , original y sencillo, era la figura de una
catarina ,o mariquita, con las alas plegadas, de nácar, con lunarcitos
negros . No sabía cómo había aparecido y parecía que un golpe
mágico lo pusiera en la mano de aquella extraña y bonita mujer de
pelo plateado. La verdad es que no se percató y hubiese asegurado
que no lo llevaba puesto. Justo al quitárselo le apareció otro
más pequeño y vulgar que seguía adornándole el traje.
Cogió la mano del posible poeta y depositó el nacarado insecto
en ella. Se lo había regalado. Lo guardó en su bolsillo sin
soltarlo y así entró en las oficinas de aquella acogedora
Residencia para MAYORES.
Desde la dependencia se observaba el exterior y vio
cómo la Señora del broche ,que con el mismo halo de misterio que
apereciera, desaparecía a lo lejos. Recogió las bases del certamen y
marchó a casa. Puso el regalo en una vitrina y se olvidó ,habría
tiempo suficiente para presentar su poema a concurso.
Un día durante la limpieza del salón, la esposa del novel poeta,
curioseando el broche, introdujo la cabeza del insecto .Al instante se
le abrieron las alas y el interior resultó ser el cofrecito de una corta
llave. Bajo ésta, un trocito de papel, muy bien plegado, guardaba la
dirección de un apartado de correos. En cuanto pudo se acercó a la
capital y localizado el buzón ,extrajo de él un sobre que al parecer
contenía papeles y una nota que, con una petición,se adosaba a él.
Se le pedía en ella que entregara en mano y a una cierta persona
aquel sobre. Seguro que él no podría, tendría que atravesar el país
de abajo a arriba. El dinero del viaje, el tiempo, el trabajo...etc,todo
eran impedimentos. Guardó lo encontrado en un paquetito en el
interior de un mueble y empezó a olvidarse de lo ocurrido.
Todo comenzó con uno dolores intermitentes en
el pecho. Serían síntomas del estrés a que estaba sometido en
la fábrica en la que trabajaba a turnos. Odiaba ese trabajo pero
era estable. Día a día le iba costando algo más dormir .
Aparecieron pequeñas pesadillas que le despertaban en pleno
sueño. Pasó a ser algo incesante . Los despertares eran
agobiantes y le parecía que realmente se asfixiaba con
el denso humo con el que soñaba. Así día tras día. No podía
soportarlo y después de asociarlo a su intranquila conciencia
decidió, haciendo un gran esfuerzo, viajar al Norte y cumplir la
petición de la Señora del Broche. Le costó mucho encontrar
aquella dirección ya que estaba a las afueras de un pueblo
desconocido para él,,justo a la entrada de un frondoso bosque.
Era la casa pequeña, construida piedra sobre piedra y
seguro que hacía muchísimos años. Junto a ella un pequeñísimo
hórreo completaba la única construcción que quizás hubiera en
varios kilómetros a la redonda. Antes de llamar , la gruesa
puerta se abrió con crujidos de vieja madera. Una muchacha muy
bonita, con el pelo algo alborotado, callaba al niño que lloriqueaba
y que portaba a su cintura. Se presentó y entregándole el sobre a la
mujer después de verificar la certeza de los datos de la nota, desde
el interior ,el presumible marido de la muchacha le invitó a que
pasara y compartiera unas sidras, ! no todos los días pasaban
viajeros por aquellos parajes ¡ . Aceptó y el tiempo se esfumaba
entre el ambiente tan cordial que se había creado, hasta que salió
a relucir la descripción de la Señora del Broche y la cara de satis-
facción de la chica se trocó a espanto. No podía ser esa Mujer,
esa Señora del Broche había muerto años atrás. Era su MADRE.
Supo de la muerte por carta y no pudo estar en su entierro, el
mensaje llegó con varios días de retraso. Solo los quejidos del
pequeño rompían el silencio. La joven abrió el sobre y dejó el
contenido encima de una basta mesa para que lo leyesen. Ella
no podía, estaba aturdida . Unas pruebas muy evidenciables de la
trama del asesinato de la Señora del Broche se reflejaban en el
escrito, se daban los nombres de los avariciosos hijos que inten-
taron simular en un suicidio lo que en realidad fue un vil asesinato.
Cambiaron la medicación de la madre y una vez sedada la
introducirían en el interior del coche que se encontraba en el garaje.
Sería el crimen perfecto, la "vieja" estaba harta de la vida tan
torturada que ellos mismos le hacían padecer desde la desaparición
del padre. Una gran fortuna era el odioso móvil. No habría poeta que
pudiera plasmar lo sucedido; de ninguna de las maneras. Con la
misma angustia con la que llegó se iba, pero con la conciencia ya
definitivamente tranquila.
Cuando regresó contó en casa la
historia y quiso ver el Broche que le diera el supuesto fantasma de
la misteriosa Señora. Sencillamente se había esfumado, como
se había esfumado la posibilidad de participación en aquel
certamen que tanto le había ilusionado. Se le vinieron los días
encima y todo lo sucedido ...,¡ le envolvió de tal manera ...!







La policía abrió el caso a petición de la muchacha del bosque.
Cuando se destapó el ataúd para la realización de una nueva
autopsia,a la altura del corazón, apareció el nacarado Broche
de lunarcitos negros.
Varios meses después el novel escritor recibió
por correo y certificado una enorme recompensa inesperada
y una espeluznante sorpresa :
En el remite se leía con una preciosa caligrafía :
LA SEÑORA DE LA RESIDENCIA.


moy. saludos

2 comentarios:

M.Luz dijo...

que historia más bonita, ese debería ser el premio de un concurso literario (o de lo que sea), que se te apareciera un atractivo y misterioso muerto, con una historia alucinante, quién quiere diplomas?

Escuela de Letras Libres dijo...

Narración, poético, misterioso... ingredientes que me encantan en un texto. Cuando te pones te pones, Moy. Hermoso cuento.

Antoñín