jueves, 30 de octubre de 2008

Ejercicio del pasado Miercoles

Y cuando el coche giraba la última curva y ya podíamos ver al final del túnel que las copas de los árboles formaban, las primeras casas del pueblo, todo el cansancio y aburrimiento que traíamos, después de más de ocho horas de viaje en un coche en el que apenas cabíamos, se tornaba en nerviosismo, porque cada uno de nosotros quería ser el primero en entrar y subir las escaleras frescas y húmedas del zaguán. Y cuando el coche paraba enfrente de la casa comenzaban las pelas, los empujones, las risas, los gritos histéricos y nuestro padre nos reñía complacido, porque le gustaba que estuviésemos felices por volver al pueblo. Nos echaba para atrás, reñía a los mayores , deja a tu hermano, no empujes, Isabel dile algo a estos niños, pero mi madre sólo estaba pensando en el montón de trabajo que tendría allí arriba. Cogía la llave grande y pesada que guardaba detrás de las macetas y abría la puerta chirriante de la casa. Era en ese momento cuando sin quererlo me rezagaba y todos me adelantaban sin que me importaran los empujones y permanecía con los ojos cerrados aturdido por el olor que escapaba del zaguán mezcla del patio de naranjos que había al fondo de la casa, de la pequeña almazara del sótano, de la humedad de todo un invierno cerrado, de los ecos de nuestras carreras arriba y abajo que se habían quedado atrapados, de la lumbre en los braseros y después de unos minutos yo era como siempre el último en subir.

Saludos Alfonso

5 comentarios:

genialsiempre dijo...

Es curioso este recuerdo, pues sin tener tantos hermanos, algo parecido me sucedía cuando en verano me llevaban de vacaciones al pueblo de mi madre. Me lo has hecho revivir, quizás eso es lo que sugería Miguel Angel.

José María

Pedro Estudillo dijo...

También a mí me ha traído viejos recuerdos de cuando íbamos al campo toda la familia en el 124 de mi padre: siete hermanos, mis padres y la abuela.
Teníamos decenas de naranjos.
Muy buen texto, ¿quién será el autor o autora?

Anónimo dijo...

¿...y sabes por qué érais tantos? Pues porque yo estaba allí también, al menos eso he sentido en mis carnes al leer el texto. Muy descriptivo sin perder por ello la ternura del momento. Me ha encantado.

Antoñín

Raquelilla dijo...

Que punto mas bueno está trayendo este año los relatos de todos, que gusto de olores, que golpe el de Antoñín, que apretujaera de coche, jijiji, casi se huelen los niños empujándose, clavándose los huesudos traseros a los hermanos que van debajo... esas anégdotas las he vivido yo junto con mis primos de camino a la playa tantas veces...

Anónimo dijo...

memoria colectiva deberiamos llamar a tu relato que has despertado en todos nuestros propios recuerdos. Gracias.Fita