miércoles, 29 de octubre de 2008

Tresor


- Mira, ese perfume es la imitación de “Tresor”. Conchi me ha dicho que es igual que la original… ¿entramos?

Este viaje a Gibraltar no era lo que más me apetecía hacer hoy, pero hay que transigir de vez en cuando. A lo mejor ahí dentro hay algo que me interese.

- Un cartón de Dunhill, please- el señor mayor tenía pinta de escocés pero sin falda, su petición con acento llanito-andaluz fue atendida al instante.

Dunhill, el mismo tabaco rubio que comprábamos suelto en el quiosco junto al internado. De pronto me vi rodeado de niños de uniforme azul, de escapadas a través de la ventana hacia el quiosco, de escaramuzas al cine del colegio, ese cine de paredes forradas con planchas de corcho, cerrado casi todo el año, donde jugábamos a escenificar obras de teatro sobre el escenario. Histriónicos niños con un Dunhill encendido jugando a ser Watson, Sherlock Hlomes o Sandokán, el de las ediciones Cadete, con la única diferencia de que nuestros cuerpos menudos no aguantaban el tabaco rubio como el de Sherlock Holmes, que sí aguantaba su heroína inyectada.

- ¿Qué te pasa Carlitos? Tienes mala cara- me decía Don Abdón en la fila cuando los domingos por la noche, los más tristes de mi existencia, formaba en el pasillo en penumbra esperando la cena.

- Que tengo fatiga.

- Claro, si es que no paráis de correr, así termináis tan fatigados.

Los inspectores del colegio no sólo estaban en otra onda; ni siquiera entendían nuestras palabras. Más tarde descubrí que la palabra “fatiga” significa “náusea” exclusivamente por estos lares del sur, aunque aquí en diminutivo también se usa para otro tipo de padecimientos: en esas fechas yo sufría fatiga post Dunhill los fines de semana, aquí quedaba mientras mi familia, la que al mismo tiempo que yo, pasaba muchas “fatiguitas”.

- Pssss… pssss… ¿Te gusta? ¿A que huele igual? ¿me la compro?

- El perfume huele bien, pero si me la echas en la cara vas a provocarme…”nauseas”, cielo. Además, prefiero sorprenderme cuando me acerque a tu cuello, sin saberlo, como quien se invade de recuerdos con un sutil aroma de puchero al doblar una esquina cualquiera.


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Antoñín

3 comentarios:

Escuela de Letras Libres dijo...

Siempre tu gracia y delicadeza hasta en la memoria viva ahora hecha olor a perfume.Fita

genialsiempre dijo...

Me gusta el Dunhill, pero yo recuerdo el half&half que olía a tabaco de pipa. En cualquier caso, me parece que el mero hecho de recordarlo vale la pena, !que bonitos años, pese a todo!, ¿verdad?

Jose María

Raquelilla dijo...

¿Acaso es ese perfume el prefe de tu mujer? Recuerdo que una vez mi padre me trajo de una de sus vueltas de la mar un frasquito minúsculo de Tresor, me duró un suspiro, jijiji.