viernes, 22 de mayo de 2009

AMORES… TURBIOS

Tenía sensaciones de culpabilidad. Culpable porque toda su vida había rastreado por las cloacas urbanas, mendigando un poco de cariño sin apenas éxito.

En su adolescencia, frecuentaba los cines de sesión continua y se sentaba cerca de las jóvenes (o no tan jóvenes) que acudían solas, en la esperanza de que un roce aparentemente casual diera paso a mayores intimidades. Nunca obtuvo fruto alguno, aunque en una ocasión otra joven de aproximadamente su edad, probablemente atenazada por el miedo a un escándalo, le permitió ascender con su mano mucho más allá de lo que él se habría imaginado posible, pero por lo general todo terminaba siempre con una vergonzante retirada, antes de que la irritada sufridora de sus “caricias” formase un lío y requiriese los servicios de los acomodadores. En cualquier caso aquella única ocasión exitosa, le sirvió para fantasear en solitario sobre las relaciones que no alcanzaba a tener en compañía

Con el tiempo, cuando su nivel económico se hizo autosuficiente, empezó a frecuentar prostíbulos, clubs nocturnos y cualquier tipo de local en el que se ofreciera amor temporal, aunque fuera a costa de un pago. Pero tampoco ese tipo de relación colmaba sus ansias de afecto, y a medida que fue desarrollando su personalidad, se le hizo más latente la sensación de que necesitaba otra cosa y fue dilatando ese tipo de visitas hasta casi eliminarlas.

De repente el país comenzó a cambiar. La libertad vibraba en las calles, los quioscos de prensa rebosaban portadas de desnudos que eran inimaginables hasta entonces, los programas de televisión abordaban temas tabúes que nunca se habían permitido antes, la prensa incluía diversas páginas con anuncios eróticos que atraían la atención de personajes como él.

Dado que su voluntad no se caracterizaba por su firmeza, se dejó atraer inevitablemente, y así conoció algunos rincones inexplorados por él, de todo lo relativo al sexo, pero, lógicamente llegó pronto al hartazgo pues no dejaba de parecerle una variante de la prostitución que ya había rechazado de plano.

Ya empezaba a considerarse un triste solterón, cuando una noche, sin proponérselo y de forma totalmente casual conoció a la que definitivamente estaba llamada a ser la mujer de su vida. Ella le proporcionó amor y sexo en las dosis adecuadas, le hizo sentirse otro hombre, le ordenó la vida y aprendió con ella a disfrutar de los placeres de una pareja, sin tener que recurrir a extraños juegos.

Eso debería haber sido suficiente para colmar sus más exigentes expectativas, pero, sin embargo el sentimiento de culpabilidad no acabó de dejarle. Conocía la razón, pensaba que era una trivialidad, pero, lamentablemente, se le escurría por sus neuronas diariamente, y le impedía considerarse una persona normal. El motivo era la profesión de su amada, a la que ella nunca quiso renunciar, ya que le proporcionaba unos muy dignos ingresos. Era limpiadora de las alcantarillas de la ciudad. A él le hacía pensar que su relación consistía en limpiar otro detritus urbano, simplemente

6 comentarios:

Pedro Estudillo dijo...

Este tipo tiene demasiados prejuicios. Pero supongo que su situación se asemeja bastante a la de otros miles, hombres y mujeres, que vagan por este mundo sin encontrar su sitio adecuado.
Buen relato; este tema está dando frutos jamás imaginados.

Raquelilla dijo...

Desde luego uno nunca está contento con lo que tiene...si es que después decís que las mujeres pedimos demasiao en las relaciones sentimentales, jijiji. Me ha encantao, aunque me hubiera gustao que profundizaras un poco más en el encuentro con ella, en sus principios.

Anónimo dijo...

la naturaleza del amor es tan compleja que cada humano la reiventa en cada una de sus historias. De la sordidez de los encuentros furtivos y violentados al amor sereno y compartido...Es una trasmutación que deberías proseguirla...Fita

DEMOFILA dijo...

Es dificil encontrar la pareja adecuada, los prejuicios no valen para nada, el amor llena el alma de paz.
Todo lo que expones en este relato es el día a día de las ciudades, pesonas solas rodeadas de personas, aisladas de todos los demás. Las ciudades matan las relaciones personales. Somos números, y si, al fin encontramos el amor verdadero, el que nos llena de paz y felicidad, no nos debe importar en qué trabaje, mientras te quiera y te haga tan feliz como mereces.
La vida es la vida, y seguirá siendo la vida.
Abrazos, Demofila

DEMOFILA dijo...

Genialsiempre, no me había dado cuenta que eras tí, vengo de tu blog.
Un abrazo, Demofila.

´María Dolores dijo...

Nos estás enseñando a unos y recordando a otros todos los tipos de amor. Felicidades.