jueves, 7 de mayo de 2009

El sentir de los sentires




Cuando el comandante del avión, que como cada sábado lo traía desde Estambul, anunció que debido al fuerte viento, -de levante, pensó- el aterrizaje en esta ciudad del sur del sur sería casi imposible, temió que en aquella primaveral tarde de su 46 cumpleaños, por primera vez, no llegaría puntual a la cita más excelsa de sus últimos 14 años, 3 meses y 21 días.

Sí, porque ese era el tiempo que había transcurrido desde aquel 27 de noviembre en que, atraído por la curiosidad cruzó aquel pesado portón que le invitaba a pisar las pétreas losas rectangulares que, como una alfombra de luna fría, finalizaba en una puerta más pequeña que esperaba ser traspasada, y de cómo agarro suavemente la manilla negra y metálica de aquel mecanismo que lo ponía en funcionamiento…todavía siente su lastimero y agudo lamento al abrirse y las sensaciones que lo abrazaron entonces: la caricia fresca de la penumbra, el vacío oscuro ante sus ojos, el olor del incienso almizclado con mirra y… esas voces femeninas salmodiando los versos más hermosos que lo elevaron al mayor de los deseos.

En aquella primera ocasión, y una vez que sus ojos se acostumbraron a la débil y titileante luz de las velas, comprobó que las voces salían de detrás de las paredes y que, a pesar del estrecho arco que las separaba, le impedían ver los cuerpos sagrados que las contenían.

Extasiado por tan armoniosa melodía se sentó en el centro del primer banco. Se hizo el silencio. Una voz en solitario comenzó a desgranar las notas de uno de los versos del cantar que desde muy joven lo catapultaba al paraiso… su éxtasis ascendía con cada nota… y ascendía… y ascendía con una voluptuosidad hasta ahora desconocida para él.

A un nuevo silencio le siguió el sonido de distintos pasos que parecían dirigirse al mismo destino. Poco a poco delante de sus ojos, como un ejército de hormigas blancas, se materializaron los cofres que atesoraban tan sensuales voces; desfilaban hacía el centro de la estancia, una tras otra, hasta acabar con una sencilla reverencia antes de desaparecer por los laterales del lugar en que se encontraban… la última de ellas apagó las velas. Y nuevamente el vacío estaba ante sus ojos pero esta vez acompañado del penetrante olor humeante de la cera quemada. Así fue como supo cual sería su litúrgica cita para todos los sábados que le quedaran de vida, y a la que él acudiría puntual a las 6 de la tarde, como el más fervoroso de los amantes.

A medida que transcurrían los años comprobó que de mayo a octubre no podía deleitarse de las melodías de sus amadas, pues el lugar era profanado una y otra vez por gente sacrílega; sin embargo ¡cómo disfrutaba su alma el resto de los meses!, cuando las tenía sólo para él, para amarlas más íntimamente, más amorosamente.

Desde su segunda cita empezó a distinguir las brisas y los vientos de los distintos timbres, registros y tonos de cada una de las 15 voces de las que él era el único amante, esa era su mística gloria. Por la sutil intensidad con que cada una melodiaba cada verso igual, el cantar era siempre distinto, nunca era el mismo, por eso las amaba y veneraba.

Fantaseó con el sueño de que ellas supieran de su presencia al otro lado de la pared, y que a su vez fantasearan espiritualmente con él… comenzó a darle vida a este sueño descifrando, sábado a sábado, el trino que cada una le daba a cada verso para atrapar aquél que trinara distinto… y, cita tras cita, veladamente, fue sintiendo el latir de cada voz, el deseo oculto de cada silencio; y ningún registro guarda ya secretos ni misterios para él, pues ya ellas se le muestran desnudas, puras, inmaculadas…. como sábanas blancas rebosantes de sol.


Hace 9 meses, descubrió que un trino, sólo uno, con una intensidad más honda que los demás le roza su concupiscencia… y le arrebata … y le turba. Por eso hoy, como el amante fiel que es, asiste a celebrar su cita más libidinosa, la primaveral cita con su amada amante-amada, que lo acogerá con alguno de aquellos versos que tan amorosamente ventea y que hace que arda y se consuma en el deseo el resto de los días de la semana.

Sólo faltaban 4 minutos cuando el taxi aparcó en la entrada de aquel edificio que era su divino gineceo, “La Cartuja”. Y porque sólo quien ama vuela, el volaba… y volaba…y volaba y la amaba, y con cada aleteo sus plumas vibraban en frecuencias etéreas, tornasoladas. Un minuto, sólo uno restaba y con una ligera presión sobre la manilla del cerrojo podrá escuchar la declaración de amor de su amada…. su corazón brinca como un río alegre y tiembla de emoción y dicha como el más tierno amor adolescente, porque sabe que a partir de hoy estarán juntos para siempre. Acciona el metálico mecanismo y el primer trino se le prende como un beso en el aliento….y la voz de añil escarchado le sigue trinando:

… si él me besara con besos de su boca!
Porque mejores son tus amores que el vino.

Bajo la sombra del deseado me senté, Y su fruto fue dulce a mi paladar.

Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas; Porque estoy enferma de amor.

Mi amado es semejante al corzo, O al cervatillo. Helo aquí, está tras nuestra pared

Mi amado es mío, y yo suya; El apacienta entre lirios

Yo soy de mi amado, Y conmigo tiene su contentamiento. Ven, oh amado mío, salgamos al campo, Moremos en las aldeas. Levantémonos de mañana a las viñas; Veamos si brotan las vides, si están en cierne, Si han florecido los granados; Allí te daré mis amores. Las mandrágoras han dado olor, Y a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas, Nuevas y añejas, que para ti, oh amado mío, he guardado.


Su extasiado corazón no pudo resistir un trino más y estalló al escuchar los insinuantes susurros de las otras 14 voces amadas: alondra risueña, esencia de mirra, fruto jugoso, rocío del desierto, gota ambarina... que le trinaban esos mismos versos calladamente.

(abril 2009)

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Berta

7 comentarios:

Alinando (Antonio Díaz) dijo...

Sublime..........

Gracias Berta, muchas gracias. No te prodigas mucho en el blog, pero si te guardas las esencias para deleitarnos luego de esta forma, prefiero esperar de nuevo.

genialsiempre dijo...

Y qué bonito sentir....espero poder llegar a este trance místico visitando el lugar, pero el texto que ha surgido de tu visita ya vale la pena.

José María

Pedro Estudillo dijo...

Este relato salido de tus labios casi le hará sombra a los mismísimos cantos de las monjas cartujanas.
Te juro que es una auténtica gozada.

JUAN dijo...

Sublime, no se me ocurre otro calificativo. Espero oirtelo leer.

Anónimo dijo...

hermoso, hermoso...de fulgores místicos amatorios encadilado todo el texto. Fita

M.Luz dijo...

El otro día no entendí bien lo que decías de la Cartuja, ahora puedo ir más allá del "entendimiento", gracias.

Equilibrista dijo...

Bueno, Berta, magnífico, lleno de poesía, sensorial, me has transmitido todas las sensaciones del recital cartujano sin haber estado allí en directo.

Narras maravillosamente, pero sobre todo colmas de poesía todas tus palabras.

Guarda bien ese tesoro que tienes

Deivid