
Hoy es el cumpleaños de Juan José Millás. Felicidades, que cumplas muchos más. Y esta vez nos vamos a dar el regalo nosotros en vez de a él: En su página oficial podremos leer cuatro relatos de su último libro, os adelanto que son una delicia.
Este ejercicio lo llevé a medias al taller y se notó bastante que lo terminé de mala manera.Por eso doy las gracias a M.Angel por la buena crítica y también al locuaz silencio de los demás. No sabeis qué cosas cuenta el silencio.He hecho la corrección para cumplir con lo fijado. Y así queda el relatillo:
Aquejado de una polineuritis de origen alcohólico se adentró en las entrañas de la feria de su pequeño pueblo en la que reinaba los estridentes sonidos de los más grandes altavoces del mundo, buscando algo. Se paró un instante en una de las casetas de tiro al blanco y apoyó su temblorosa mano en una de las paredes de ésta. Al momento todos los objetitos coronados por su correspondiente palillitos empezaron a moverse. Todos fallaron el tiro. Se llevó el mayor abucheo de su vida, pero parecía que no iba con él. Se dio la vuelta y dejando una estela de insultos a sus espaldas continuó su torpe caminar. Como el color amarillo era su preferido se detuvo instintivamente en una pequeña casetilla donde infinidad de desconcertados y pálidos patitos giraban entorno a ellos mismos, y a la vez en sentido contrario de las agujas de cualquier reloj, empujados por una corriente invisible de agua. Sin sacar dinero alguno de su bolsillo cogió una de las cañitas de bambú con su ganchito de alambre en la punta y recordando parte de su niñez se aventuró a la pesca de patos. El dueño del tenderete intentó quitarle la caña pero le fue imposible de buenas maneras y optó por empujarle ya que las madres no se acercaban con sus niños. Con tanto ímpetu lo hizo el feriante que le lanzó como el hombre bala, cruzando la única calle que dividía la feria en dos y tambaleándose y agarrándose donde pudo se sentó en lo primero que alcanzó para intentar calmar el temblor que padecía. Levantó ambos brazos y se asió con sus trémulas manos al respaldar que le rodeaba.
Parecía un enorme muñeco dentro de una enorme taza que giraba, que giraba, que iba y que venía y que en un inesperado frenazo le hizo salir disparado ahora contra el gastado mostrador de metal de una caseta cercana.
Con sus manos apoyadas en él levantó la cabeza y ante su cara,( aquel día todo le venía grande), apareció un gigantesco vaso lleno de tinto. Se asomó a él y vio sus ojos temblando en la superficie y se los bebió. Otra vez consiguió dejar los temblorosos recuerdos para otro momento. Aquella noche pudo dormir tranquilo. Eso era lo que andaba buscando.
Aquí tenéis una curiosa imagen de un magnífico cantautor gallego-madrileño en un exótico escenario de Corea. Desde aquí le mando un abrazo fuerte. Si queréis saber más pinchad en su web:
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Antoñín
Salid a la calle, sacad los versos para ahogar las armas.
POLVO DE NIEVE CAE
SOBRE LA CIUDAD.
QUE ES FUEGO DE NIEVE
CON BRILLANTES LUCES
DE MALDAD, DE MUERTE,
SEMBRANDO UN ÁRBOL DE ODIO,
UNA ROJA ESCARCHA,
Y UN MESÍAS DE RENCOR
QUE BROTA
A CADA CORAZÓN QUE MUERE,
A CADA CORAZÓN QUE NACE.
UNA NAVIDAD DE BLANCA SANGRE.
AY! LOS MAGOS REYES DE ORIENTE,
DEL PROXIMO, DEL MEDIANO,
DEL CERCANO ORIENTE;
IGNÍFUGOS REYES
CON FALSOS TURBANTES
DE LA MÁS FINA PLATA,
DE LA MÁS FINA AVERSIÓN;
REALES PRESTIDIGITADORES
DEL TODO Y DE LA NADA,
DEL MÁS NEGRO ODIO,
DEJAD VACÍAS VUESTRAS MANOS
Y SACAD DE LA BLANCA TRINCHERA,
DE LA MÁS ROJA NIEVE
VUESTROS PUTREFACTOS CADÁVERES
LLENOS DE RENCOROSOS GUSANOS
Y OREARLOS A LA LUZ
DE ESTE MAJESTUOSO ÁRBOL
PLANTADO POR VOSOTROS.
Y QUE EL HOMBRE OS PERDONE,
PORQUE DIOS,
DIOS NO EXISTE.
Leo en el diccionario:
Revelación: Manifestación o descubrimiento de algo que se mantenía secreto u oculto.
Descubro así que las revelaciones no tienen forzosamente que llegar de repente, como una visión fantasmagórica que cambia tu vida para siempre. A veces puede suceder que sea algo así como ese chirimiri que parece que no llueve y cuando te vienes a dar cuenta estás calada hasta los huesos.
Puede ser también que la vida te vaya susurrando secretos al oído mientras duermes y algún día, sin saber cómo, te despiertas con la mirada más transparente, o más oscura, nunca se sabe.
Os confieso que siempre he tenido tendencia a perderme. Con cinco años pensé que sería capaz de llegar sola a casa desde el colegio, pero no pude. Pasé dentro de la inconsciencia un poco de miedo, pero no tanto como mi padre, encargado de recogerme.
El miedo fue dando paso a la vergüenza a medida que fui cumpliendo años; es algo así como no acordarte de donde aparcaste el coche porque andas pensando en otras cosas, pero llevado a unos extremos un poco absurdos.
Tenía además un pequeño almacén repleto de anécdotas de despistes que no me atrevía a mostrar hasta que descubrí lo divertido que era ir sacándolas una a una, porque hay pocos sonidos más hermosos que la risa de la gente que quieres.
Una de mis favoritas es aquella cuando mi madre me manda a comprar a una de esas pequeñas tiendas de alimentación donde aún había que pedir lo que querías y te lo daban envuelto en papel de estraza. Ahora no puedo recordar lo que tenía que comprar ese día, sólo recuerdo que ya de vuelta a casa descubro que por equivocación me había traído el bocadillo del chico que me atendió.
También me gusta mucho aquella de cuando me fui a la calle con unos calzoncillos rotos colgando del bolsillo trasero del pantalón. Pero no quisiera volver a perderme por aquellos amados cerros de Úbeda, porque ¿de qué tratábamos hoy? ¡Ah, sí, revelaciones!
Bueno, tenía algo que ver con esto, pasar del miedo a la vergüenza y luego a la risa.
Supongo que ha sido una revelación haber aprendido a reírme de mí misma.
Firmado: Eva(x)... no tan fina e insegura.