viernes, 23 de enero de 2009

El esquirol - 2ª parte

Empujado por algunos compañeros que dicen que siempre les dejo con la miel en los labio porque no termino las historias, me atrevo a concluir ésta, pero dejando constancia de que pienso que es preferible dejar el misterio del final a la imaginación de cada lector. Ya me dirán lo que piensan al respecto.



Transcurría el mes de Abril de 1968, el ambiente en Europa estaba crispado políticamente, pues tanto obreros como estudiantes se alzaban en reivindicaciones y protestas que parecían no tendrían fin.

En Madrid, aunque amortiguado por la férrea dictadura franquista, también se palpaba que algo estaba ocurriendo. Los sindicatos clandestinos (solo el sindicato vertical estaba autorizado) empezaban a organizarse y en las fábricas e industrias con gran número de trabajadores era visible la vigilancia policial continua, con ánimo de disuadir los alborotos.

Tom trabajaba de capataz en una empresa tubera instalada en el Polígono industrial de Villaverde. Allí, entre otras, estaban fábricas como Marconi, Standard, Barreiros... todas ellas con miles de trabajadores en nómina. TUBASA era más pequeña, alrededor de 250 empleados, allí Tom estaba al cargo del turno de tarde con 80 obreros y especialistas a sus órdenes. Era el típico mando intermedio que mantenía estrechos contactos con la Dirección Industrial y al mismo tiempo se había ganado una buena reputación entre los obreros, por su capacidad de diálogo y entendimiento de los problemas, a fin de cuentas, como él solía decir, había sido cocinero antes que fraile.

Esta posición le colocó en esos meses cruciales en una situación que él sentía comprometida. Su compañero y amigo Esteban, se había convertido en una especie de líder entre los obreros de su fábrica, se decía que pertenecía al ilegal sindicato Comisiones Obreras, y que incluso mantenía contactos con el, por entonces, mítico Marcelino Camacho. Esteban le había comentado que para conmemorar el día del trabajo el próximo 1 de Mayo, el movimiento obrero estaba preparando una manifestación que iba a ser sonada y con repercusiones internacionales, a ver si de esa forma hacían tambalearse al régimen. Estaba previsto que desde Villaverde se iniciara una marcha hacia la glorieta de Atocha, donde coincidiría con otras iniciadas en Vallecas y Carabanchel, y allí Camacho y algúna otra sorpresa leerían un manifiesto escrito para la ocasión, en el que se reivindicarían derechos para los trabajadores, menor jornada laboral, incrementos salariales, etc. y hasta la OTI (Organización Internacional del Trabajo con sede en Suiza había prometido una colaboración).

Según se acercaba la fecha, Tom procuró evitar los contactos, sobre todo después del trabajo, pero aún así no se sorprendió cuando un sábado, a las 10 de la noche, cuando se dirigía a su domicilio fue abordado por dos personas que se identificaron como agentes de la policía y le pidieron que les acompañase. Estaba claro que sus jefes habían informado de la posición estratégica que Tom ocupaba y consideraban que él podía informar de cualquier intento de agitación que se estuviese preparando. Le retuvieron en comisaría toda la noche y gran parte del domingo, hasta que Tom les explicó todo lo que su amigo Esteban le había comentado. Después le dejaron marchar sin más, ni agradecimientos ni amenazas, solo un "ya puedes irte a casa".

Tom dudaba si contar a Esteban lo que había sucedido, pero finalmente optó por callar pues consideró que la policía seguro que tenía esa misma información por otras fuentes y como mucho, les había servido para contrastarla, no creía que lo que se tramara en TUBESA tuviera una repercusión vital en los hechos que pudieran acontecer.

Cuando llegó el 1º de Mayo, los obreros se concentraron en la carretera de Toledo, sentido Madrid, e inicaron su camino hacia la glorieta de Atocha. Cuando habían caminado aproximadamente tres de los siete kilómetros previstos, la policía les cortó el paso con brigadas antidisturbios preparadas con gases y pelotas de goma, tanquetas, mangueras y todos lo instrumentos típicos de la época para disuadirles de sus intenciones. Los manifestantes que sumaban más de 2.000 personas se envalentonaron y comenzaron a quemar contenedores y lanzar piedras. La refriega fue colosal, la policía asustada cargó contra ellos e incluso se oyeron disparos. El resultado fué de numerosos heridos en ambos bandos y cuantiosas detenciones, entre ellos cayó Esteban, quien perdió además un ojo de un pelotazo de goma, se quedó sin empleo y estuvo 6 meses en la cárcel de Carabanchel.

Lo peor fue que durante su reclusión Esteban se enteró que la filtración a la policía había llegado desde su empresa, lo cual le hizo meditar en quien estaba en conocimiento del tema y no tardó en sospechar de Tom. Esto produjo el típico rechazo hacia el hasta entonces querido capataz, de forma que Tom tuvo que buscarse otro trabajo como tipógrafo en una imprenta y allí empezó a beber y a declinar su vida. Ese había sido el primero de una larga serie de episodios que siempre concluían de la peor forma posible y en los que Tom se veía involucrado como causa ú origen de calamidades, solo el alcohol le ofrecía el refugio y el olvido que necesitaba.

José María

3 comentarios:

JUAN dijo...

José María, una trágica historia bien contada, que pudo ser realidad en aquellos calamitosos tiempos.

Carmen dijo...

Yo estoy contigo en que a veces es preferible concluir la historia en un final semi abierto, a disposición y meditación del lector, pero en este caso era necesaria la continuación, en la primera parte nos dejas totalmente en ascuas. Entrañable personaje, y cruda historia, que triste será eso de vivir con una culpa colgada a la espalda. Buen domingo!

Anónimo dijo...

tiempos de memoria histórica...ruidandes, mezquindades que arruinan la vida por dentro, la otra qué más da. Fita