viernes, 9 de enero de 2009

La revelaciones de Alinando Delicado




LAS REVELACIONES DE ALINANDO DELICADO

En brazos de su madre, junto a una columna de hierro forjado de la estación de ferrocarril, recibió Alinando Delicado a su padre, militar destinado en la Guinea Española. Casi no sabía andar pero tuvo dos revelaciones: En su casa entraría entonces un extraño que mandaba más que su omnipotente madre, y los enormes trenes que veía desde su balcón a diario venían de Guinea.

Con seis años comenzó a ir a la escuela. Allí un maestro locuaz y bromista, de esos que no saben que las bromas a edad temprana son hierros candentes de vaqueros en carne blanda, le explicó que San Alinando fue santo porque le regaló sus ropas al niño Jesús (de ahí lo de la costumbre navideña de “dame un alinandito”). Alinando dejó sus ropas en el Belén montado en el colegio y volvió desnudo a su casa. Las fiebres de pulmonía le hicieron tener de nuevo revelaciones: Las cosas de los maestros hay que creérselas… o no, y decidió que a partir de entonces no le desnudaría ni Cristo.

Poco después entró Alinando en casa de su amigo Perico, a cuya abuela por cierto hacía tiempo que no veía. Ese día la encontró acostada en la cama y la colcha lisa le hizo darse cuenta de que a la anciana le faltaban las piernas. Su revelación fue descubrir que los cojos que veía por las calles apoyados en muletas de madera habían tenido piernas algún día, no habían nacido sin ellas.

A la edad de siete años Alinandito viajó con su tía Gertrudis a Madrid. Allí tomó su primer baño en una bañera grande, un lujo para un pobre crío acostumbrado a frías bañeras de cinc. Le dejaron solo en el calorcito del agua y… ¡Oh, revelación! Alinando descubrió que su cosita servía para algo más que para hacer pipí. Durante un buen rato jugó a los submarinos con su periscopio pequeño y tieso.

Alinando es ya casi anciano, cuando pasa por la Plaza de España da un rodeo por la acera. A veces, cuando juega a las cartas con sus amigos les hace una extraña pregunta: ¿Os acordáis del día en que se volvieron locas todas las palomas del mundo? Nadie le entiende. Él sí lo recuerda, fue el día que su madre le llevó a la plaza y le dio un puñado de maíz para que Alinandito diera de comer a las palomas. Una plumosa nube gris le rodeó en un instante. Durante las dos horas siguientes no consiguió dejar de temblar ni consiguió articular palabra. Tan sólo consiguió deducir otra de sus revelaciones: La próxima vez que todas las palomas del mundo se pongan de acuerdo, tomarán el control de la tierra. No ni ná.



Antoñín
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P.D. Es un texto simpático, al menos así lo intento, pero imaginaros las revelaciones de cualquier niño que es rodeado del estruendo, no del vuelo de palomas, sino de bombas, destrucción y muerte. Me da miedo que las palabras pierdan su sentido. ¿Qué significa "desbordado" cuando las noticias se refieren a hospitales donde hay cientos de heridos y no hay luz, ni agua, ni medicinas? ¿Qué significa "colapsado" cuando se refieren a servicios de ambulancias, de reparto de ayuda, de comida, o del más mínimo servicio humanitario? ¿Qué hay detrás de esas palabras?

9 comentarios:

Pedro Estudillo dijo...

Sin duda el texto es muy simpático, Antoñín, pero la reflexión que haces al final me borra la sonrisa de la cara (de hecho se me ha quedado una cara de tonto que no hay quien pueda con ella).
Tienes razón, desgraciadamente algunas palabras están perdiendo su significado.

genialsiempre dijo...

El texto además de simpático, va cargado de intenciones, como tu luego añades. pero creo que en estos tiempos no está de más intentar recordar la sonrisa.

José María

JUAN dijo...

Relato tierno y bello, al más puro estilo Antoñin.
La post data, una revelación

Antonio Fassa dijo...

Muy ameno el texto; pero muy duro entre lineas, como tú mismo apuntas en la posdata. muy curioso porque me da la impresión que has escrito además de un relato delicioso, un "manifiesto oculto", una declaración de principio en toda regla.
Salud.

Carmen dijo...

Eso me pregunto yo, qué habrá detrás de esas palabras. Para empezar, detrás de las tuyas he visto un kilo de verdades y kilo y medio de conciencia. Me ha encantado.
Que el frío de Chiclana no sea tan perro como el de Medina, Un saludo.

Kim Basinguer dijo...

Muy divertido y real, la visión de los niños suele ser bastante diferente a lo que nosotros creeemos.

Anónimo dijo...

es un cuento bonito, tiene melancolía, fantasía y paz

puestos a elegir, que sean las palomas y no las bombas las que nos rodeen, hablando de paz

Anónimo dijo...

Tienes la maestría de llevarnos desde la memoria hasta la desmoria del sentido de palabras que lanzas a las armas para acallarlas. Fita

Anónimo dijo...

Me gustó oírtelo y me ha vuelto a gustar leerlo hoy, aquí.
Oliva