Inmersa en su diminuto babi de manchas de témpera, dibujaba con un pincel de trazo gordo una forma casi de huevo del planeta Tierra, confabulada por la punta de su lengua, la cual se movía con cada trazo. Sin esa ayuda primordial no podía recortar, trazar o pintar.
El trabajo que estaba realizando para el colegio era el del planeta Tierra enfocado desde el punto de vista de un niño, así que ella, que ya nació rebelde y protestota, colocó en cada continente tremendos cubos de basura. Con ésto pretendía concienciar a los demás niños de su colegio de que los chicles no se tiran fuera de las papeleras. Mientras tanto, su hermano Guille aporreaba sin piedad el pequeño tambor colgado de su hombro. Con un redoble estruendoso entró en la habitación de la pequeña pintora y dijo: zopita-zo-zopita!! Y se marchó a ritmo de percusión.
La pequeña dejó de mala gana los pinceles y acuarelas con la nariz fruncida y se fue zapateando como elefante en una cacharrería hacia la cocina, donde la mesa ya estaba dispuesta para la cena y oyó a su madre decir:
- Andá, que se enfría.-
- Y Mafalda dijo como siempre : - Odio la sopaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!
Luciérnagacuriosa – Febrero 2012
1 comentario:
Jaja, muy bueno Luciernaga. ¡Qué niño no ha odiado la sopa alguna vez! Y lo de poner cubos de basura al planeta es muy propio de Mafalda, siempre dando donde duele.
Publicar un comentario