miércoles, 31 de diciembre de 2008

El año que decidió ser más duro

Estaba harto de ser el buenazo en todo. En el trabajo sus empleados y compañeros le querían porque era "una buena persona" a la que siempre podían recurrir para pedir un favor. La familia le tenía por "el patriarca" de todos, y no por la edad, porque alguno de sus hermanos era mayor, sino porque siempre estaba dispuesto a echar una mano en lo que hiciera falta. Los nietos le tenían cogido el dobladillo y pasaron de subírsele encima a pedirle continuamente todo lo que sabían que sus padres les negarían. Y él siempre consintiendo, aceptando incluso las regañinas de los hijos que le reprochaban malcriar a los enanos.

Pero eso iba a cambiar radicalmente, se había propuesto que con el nuevo año iba a endurecer su carácter, de forma que nadie le reconocería, y si se molestaban peor para ellos, ya estaba bien de tanta tomadura de pelo.

Por eso, en la cena de nochevieja que reunía a más de 60 miembros de la familia, decidió dar muestra inequívoca de ese nuevo carácter, así empezarían a respetarle y temerle, como él opinaba que se merecía.

Transcurrió la cena en silencio, lo cual ya evidenció que algo le pasaba y empezó a preocupar a su mujer y parientes más cercanos que no lograban arrancarle más que monosílabos. Cuando llegó el momento de las campanadas, él brindó con sobriedad por el nuevo año y, a renglón seguido, levantó la voz para hacerse oir y reclamó la atención de todos los presentes. Ante la sorpresa expectante anunció:

"Como todos sabéis nos encontramos inmersos en una crisis económico-financiera muy aguda, que está destruyendo empleo de forma masiva y a la que los gobiernos no saben bien como atacar para minorarla. Pues bien, he decidido que, por mi parte, voy a actuar tajántemente con el fin de poner mi granito de arena para que no vaya más allá. Por ello, mañana día 2 nos iremos todos de vacaciones a Cancún, hasta el próximo 8 de Enero, ya tengo los pasajes comprados y espero que ninguno de vosotros me rechace este gesto".

Hubo unos momentos de silencio sepulcral que empezaron a romper los más pequeños gritando de júbilo y abrazándose a sus piernas, para, progresivamente, pasar la alegría a la gente mayor que, en contra de lo que él esperaba, procedió a felicitarle por la medida y a pedirle más detalles de tan inesperado viaje vacacional.

El no supo que hacer, entendió que no había sido capaz de transmitir el mensaje de firmeza ante la crisis y se resignó. Estaba claro que tampoco este año se pondría serio

3 comentarios:

Pedro Estudillo dijo...

Jajaja, está bien terminar el año con un poco de humor.
¿Este relato no será biográfico? Porque yo me he sentido muchas veces así, y a la hora de la verdad tampoco he sido capaz de decir lo que pensaba, menos mal que nunca mi inconsciente me ha jugado la mala pasado de invitar a toda la familia a Cancún.... aunque todavía está a tiempo.

Un abrazo y FELIZ AÑO NUEVO A TODA LA ESCUELA DE LETRAS LIBRES.

Anónimo dijo...

Creo que la realidad es màs dràstica que la ficciòn. Se sabe que los hombres eminentes del imperio romano, cuando caìan en descgracia ante el emperador de turno, hacìan una fiesta suntuosa de caros regalos para los invitados y la terminaban suicidàndoes con una copa envenenada.
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Acabo de escribir a tu amiga rusa, aunque esa cuenta de blog es demasiado enredada...Ojalà que llegue

Raquelilla dijo...

Se nota tu puntito humorístico en cada frase del texto, en mi familia acostumbran a brindar por los seres que faltan en la celebración...este año uno de mis primos, el más jachondo de todos, recordó al ya fallecido perro de mi madre, que tenía mas malas pulgas que la perra que lo parió, y yo apostillé que sobre todo se echaba de menos la peeeste de los pedetes que se tiraba. Si no fuera por esos momentos sería un suplicio el discurso cada año.