miércoles, 3 de diciembre de 2008



El pintor de bisontes

La pintura de mi rostro chorreaba por la cara, se colaba doliendo de picor en los ojos, las manos ocupadas con las armas y con la antorcha me impedían secar los regueros de color que se deslizaban por todo mi cuerpo. El pavor hacía temblar mis piernas que apenas me sostenían. Me arrastraba tras las sombras que en la pared hacían las siluetas de los hombres que me precedían. El fuego de las antorchas me ahogaba. Se comía el aire de los angostos pasadizos de la cueva que se iba estrechando hasta hacernos agachar y doblarnos para encajarnos por paredes que nos oprimían…Y, de repente, allí estaban, encima de nuestras cabezas, aquellos enormes animales sagrados, removiendo desde sus patas el ímpetu de su fuerza arrolladora, dispuestos a arrojarnos su furia al levantar la cabeza que agazapada concentraba toda su energía. Me asusté. Los hombres gritaban alaridos de terror y danzaban convulsos de una agitación que presagiaba el misterio. El humo, el `polvo removido por nuestros pies, el clamor de n uestras voces, el olor de humedad que se pegaba más que el miedo; me sacaban fuera de mi que ya no era yo sino el espíritu que brotaba de mí y que escudriñaba al animal más grande para acecharlo, perseguirlo, acosarlo, poseerlo como el ya me poseía…Mascábamos unas hojas que encendían mis visiones de luces de colores y centellas que se clavaban en mis sienes y me saltaban el dolor por la boca que espumaba palabras de un rito de muerte. Salté sobre el animal y le clavé mi lanza en su cuello, rugí desde el animal que ya estaba en mí y que alcanzado de muerte bramó desde mi propia garganta su ultimo suspiro. Caí en el suelo y solté los espasmos que huían de mí. Quedé mareado, agotado, exhausto, un tiempo en que sólo oía a lo lejos voces que iban y venían y de las que yo no participaba, no me concernían. Desperté y lo supe cuando en un cuerno, en su cuerno me hicieron beber su interior empañado en su sangre. Lo había atrapado, era mío, estaba en mí. Ya me pertenecían la fortaleza de sus músculos, la potencia de sus patas, la fertilidad de su sexo, la brutalidad de sus gestos, el peso de su materia…Ya era un cazador.

5 comentarios:

Pedro Estudillo dijo...

Sobrecogedor Fita, te has superado, y mira que era difícil.
Has retratado de manera sorprendente todo un mundo místico, lleno de magia, de fuerza, de vida... de verdad que no sé como lo haces.

genialsiempre dijo...

!Vaya pedazo relato!, es original, fuerte, real y lleno de vida, parece como si uno estuviera en la piel del personaje. Bravo Fita!!

José María

Escuela de Letras Libres dijo...

Se ve que cuando ves una pintura rupestre no ves sólo la pintura, eres capaz de visualizar todo el mundo que rodea a quien la pintó. Creo que es la forma correcta de ver la historia. Envidio a tus alumnos.

Antoñín

Equilibrista dijo...

Muy original e intenso este rito de iniciación. Mira que es difícil ponerse en la piel de nuestros ancestros más cercanos, imagínate de los más lejanos. De verdad que he disfrutado con tu prosa tan viva.

David

JUAN dijo...

He podido ser en mis ficciones : pirata, gladiador romano ,cawboy del far west,bombero..., pero jamás se me hubiese ocurrido ser un novel cazador prehístórico.
-El ingenio al poder-.
Muy bueno Fita