sábado, 6 de diciembre de 2008

La LLanura

Como veís aunque no voy a poder ir hasta mediados de Enero voy a intentar seguir con vosotros con mis relatos. Os adjunto el relato semi-fantastico, que creo que es sólo un esbozo y que me va a dar pie a un relato más trabajado. Espero vuestros comentaarios. Gracias

La Llanura

Me desperté sobresaltado por un roce húmedo en el pie y un ruido de algo que huía. Unas pupilas brillantes me observaban a unos metros de distancia. Cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, observe que me encontraba en una hondonada de suaves pendientes de unos diez metros de diámetro, que solo me permitía ver un cielo oscuro cuajado de estrellas. Todo lo que había se reducía a un embalaje de cartón que me servía de cama, y frente a mi, como a unos dos metros, los restos de un viejo sillón de paño burdeos sobre el que, perfectamente doblado, estaba el traje gris que me había puesto la mañana anterior. Se escuchaba el gorgoteo de un manantial y el chirriar de los insectos. No podía recordar como había llegado allí. Cuando me incorpore, las pupilas desaparecieron corriendo pendiente arriba. Sentí frío. Me acerqué al sillón y me puse el traje y los zapatos. No me costó mucho subir la pendiente; y una vez arriba vi una extensa llanura de matorrales que se desparramaba ondulando a mi alrededor. No sabía que dirección tomar. Hacia mi izquierda el terreno se elevaba en un ligero promontorio. Me dirigí allí y pude ver el resplandor de lo que parecía ser una ciudad. Me puse en camino en esa dirección salvando las ondulaciones y accidentes del terreno que me obligaban a corregir continuamente el rumbo. No se cuanto tiempo llevaba andando cuando las luces de la ciudad empezaron a perderse en el horizonte. Estaba amaneciendo.Debían ser las doce del mediodía. El sol estaba en su punto más alto. Hacía mucho calor y me sentía cansado y sediento. No había parado de andar, salvo breves descansos a la sombra de algún que otro árbol, desde la madrugada y no había tomado nada. Miré alrededor buscando algún sitio para descansar; a poca distancia de donde me encontraba vi una roca con un ligero saliente que me podría proporcionar sombra. Escarbe en su base ayudado con un palo buscando la humedad de la tierra y me tumbé. La frescura de la tierra me reconfortó y dormí profundamente varias horas hasta el atardecer. Desperté con la boca pegada por la saliva reseca y llena de tierra. Podía distinguir de nuevo la ciudad. No había avanzado nada. El hambre y al sed me aconsejaron no continuar. Debía buscar alimentos y agua antes de proseguir. Escarbe más profundo y exprimí la tierra húmeda sobre la boca, unas gotas cayeron en los labios y no hicieron más que avivar la sed. Mire de nuevo la ciudad antes de regresar a la hondonada. Marqué el lugar con una rama y tape el hueco bajo la roca con arbustos.Era muy de noche cuando llegue a las proximidades de la hondonada, la luna me permitía ver el camino y di gracias a Dios por ello. El gorgoteo del agua me guió los últimos metros. Metí la cabeza bajo el manantial y bebí hasta saciarme.No podría volver esa noche a la roca. Decidí descansar unas horas y preparar bien mi regreso.Desperté al cabo de unas horas; no podía conciliar bien el sueño. La inquietud por no saber donde estaba y como había llegado allí se estaba mudando a pánico. Busque en los alrededores lo que pudiera ser útil para un viaje que sabía no iba a ser fácil: unas botellas de plástico, los cartones que plegue cuidadosamente, el paño del sillón que arranque ayudado de un trozo de vidrio y las cinchas así como dos varas de madera del respaldo. Llené de agua todas las botellas que pude y con todo ello prepare unos fardos que me colgué a la espalda. Subí de nuevo la pequeña pendiente y eche una ultima mirada a la hondonada. Sentí cierto regocijo; iba a vencer; me sentía un ser superior y pude apartar de mi la inquietud de hacía unas horas.

He perdido la noción del tiempo. No se cuanto tiempo llevo deambulando por esta llanura. Estoy cansado de ver aparecer y desaparecer las luces de la ciudad en el horizonte. A veces creo que se mueve , que se acerca y se aleja caprichosamente solo para jugar conmigo, otras veces gana en intensidad y otras no parece más que la llama de un fuego distante. ¿ La ciudad? ¿ Puedo asegurar que es una ciudad?. Ni siquiera eso. Sueño con ella ,la imagino palpitante de actividad, cambiante y ruidosa no como esta llanura imperturbable y monótona.. El silencio me perfora los oídos y grito como un animal para romperlo, pero se abre como el agua cuando lanzas una piedra y vuelve a cerrarse sobre ella, inmutable. ¿Sigo siendo yo? ¿O me estoy fundiendo con la llanura en un solo ser?. No paro de hacerme esta pregunta. Nada parece tener identidad propia aquí. Las plantas, la tierra y los animales se funden en uno.Voy medio desnudo. He aprendido a distinguir hierbas y raíces y a recoger agua del rocío o de la tierra, podré vivir eternamente en esta llanura. Mi piel se ha vuelto del color de la tierra y en sus pliegues crecen musgos y líquenes que tengo que arrancar hasta hacerme sangre en una lucha interminable de la llanura por poseerme,. No me lamento. He aprendido que no tiene sentido. Vivo para conservar mi identidad, la búsqueda de al ciudad ha pasado a un segundo plano.Hasta ahora mis intentos por hacer fuego han fracasado. He probado a golpear unas piedras sobre rastrojos esperando que una chispa los prenda, a frotar dos palos secos que se han chamuscado pero no lo suficiente como para que ardan. Voy a necesitarlo; las noches se están haciendo más largas y arrecia el frío.

Llevo varios días refugiado en una pequeña cueva que encontré en una de mis exploraciones. No tiene más de dos metros de fondo, el suelo es de tierra y está resguardada del viento. Las paredes son muy lisas como trabjadas por la mano del hombre y en una de ellas, la que dá al poniente hay un entrante con una especie de nicho sobre el que depositado ramas y hojas a modo de colchón. Estoy enfermo, la fiebre me consume y me hace delirar; paso el día en duermevela. No se si estoy despierto o dormido cuando parece que la ciudad se aproxima a la cueva y la inunda de luz, un anciano medio hombre medio planta surge de la luz y se acerca. No puedo hablar, ni moverme para tocarlo y poder sentir por una vez que no estoy solo en este mundo. Se ha arrancado unas hierbas del cuerpo y me las ha metido en la boca, un sonido extraño sale de su boca para pedirme que las mastique, tienen un sabor amargo; me da de beber un líquido espeso y caliente que me reconforta, ¡hace tanto tiempo que no tomo nada caliente!. Hago un último intento y apenas puedo balbucear una pregunta: ¿Estoy en la ciudad?; y entonces me mira y se marcha riendo con una risa grotesca que rebota en las paredes de la cueva y se multiplica en una burla sin fin. Me arrastro tras el, hasta la entrada de la cueva y lo veo alejarse. Va guiando un carro grande tirado por dos bueyes y en el carro un inmenso fanal con un fuego ardiendo que ilumina la llanura.He despertado está mañana sin fiebre. Recuerdo la noche pasada vagamente: la luz, el anciano, el bebedizo, como un sueño pasajero. Salgo fuera de la cueva. El día está gris y la llanura inalterable, eterna parece saludarme con sorna.


Alfonso.

7 comentarios:

Escuela de Letras Libres dijo...

Misterioso, sugerente... y sobre todo da mucho que pensar. Se engancha uno. ¿Será que todos estamos en una yerma llanura viendo las luces de una imaginaria ciudad? Me alegro de que sigas conectado al grupo a través de este medio.

Antoñín

genialsiempre dijo...

bravo Antoñín, ya me preguntaba que te pasaba porque leer estos relatos tuyos es todo un placer. Pero, dime, al final consigue salir de la llanura??.

Un abrazo,

José María

Pedro Estudillo dijo...

Magistral relato, estoy deseando leer el definitivo, promete ser inquietante y muy revelador, a juzgar como se plantea este.
Me alegra tu presencia por aquí.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Se consigue que el impasse se adueñe del pèrsonaje y del lector..el relato puede proseguirse ¿no?, sigue que los que no vamos a poder dormir somos nosotros.
Fita

Anónimo dijo...

Colosal.
Gracias y que siga, hasta ser novelón.

Escuela de Letras Libres dijo...

José María, he visto que me has halagado por este relato, supongo que ya habrás comprobado que es de Alfonso ¡Qué más quisiera yo que fuera mío! Je je je...

Antoñín

JUAN dijo...

En el cine como en la literatura me gustan los finales abierto, pero este relato tan sugerente, espero su continuidad.
Juan